Debate del Parlament
Esperaba con cierta expectación el desarrollo del último debate del presidente de la Generalitat. Para mi sorpresa, Jordi Pujol habló más de futuro que de la gestión de sus 22 años de gobierno. Por lo demás, el discurso fue el habitual de Pujol. El principal problema de Cataluña es el encaje con España. Lo que se resume en que aquélla necesita más poder, léase más competencias. Si no llegan, será necesario reformar el Estatut o denunciar el sistema de pacto constitucional. Lógicamente, la culpa del mal encaje es de los otros, es decir, de la involución autonómica propiciada por el PP, claro está, con la colaboración del PSOE. En definitiva, lo que podríamos llamar, parafraseando al presidente norteamericano, George W. Bush, el particular eje del mal catalán. Pues bien, en el debate posterior al discurso de Pujol, este periódico explicaba que la situación en el País Vasco acapara buena parte de las intervenciones.
A pesar del buen discurso de Pasqual Maragall, se centró en los asuntos más queridos por Convergència. En parte gracias a la hábil estrategia de Pujol, pero también por cierta torpeza de Maragall. ¿A qué viene sacar a colación con tanta insistencia la cuestión vasca? El debate es sobre los problemas de los catalanes, que al parecer son distintos de los que tiene Cataluña. ¿Dónde está el debate sobre los problemas que afectan a los ciudadanos? Problemas como el desempleo, la vivienda, la contaminación de acuíferos, la inmigración, la seguridad laboral, sanidad, educación pública, y tantos otros. En parte hurtados en el debate.
Tal vez sea el momento de que tanto Maragall como el PSC dejen de tener una especie de síndrome de Estocolmo hacia el modelo que ha creado Pujol como arquetipo de lo catalán. Como si la única forma de ser catalán fuera ésa. El heredero natural de Pujol es Artur Mas, no Maragall. Si se quieren parches, revisiones, actualizaciones del modelo de Pujol, ya se dispone de un candidato que perseverará en la misma línea ideológica: Mas. Maragall y el socialismo catalán tienen la obligación de presentarse con un nuevo proyecto que sirva para todos los catalanes, no para unos cuantos, lo cual, necesariamente, debe implicar otra forma de entender el catalanismo.
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