Un museo innecesario
En los tiempos que corren, la idea de construir un museo de arte contemporáneo en Alicante no parece muy oportuna. Sorprende por ello la pasividad con que se ha aceptado la propuesta municipal de crear este museo. Desde que se presentó la maqueta del edificio semanas atrás, no hemos oído una sola voz discutiendo el asunto. Ni los artistas, ni las personas que habitualmente opinan sobre estos temas, han dicho una palabra sobre el mismo. Ni siquiera los socialistas, metidos en campaña electoral, se han pronunciado sobre un negocio que nos costará varios millones de euros a los alicantinos. Sin embargo, estamos a tiempo de considerar si Alicante necesita un museo de arte contemporáneo.
En un momento en que cada capital de provincia se dispone a construir el suyo, o acaba de inaugurarlo, la cuestión no es baladí. En pocos años, el país dispondrá de cuarenta o cincuenta museos de arte contemporáneo, repartidos por toda su geografía. La profusión provocará, naturalmente, una merma del prestigio que hoy disfrutan estas instituciones, y que tan enorme atracción ejerce sobre los políticos. Llegados a ese punto, ¿qué haremos con unos edificios costosísimos de mantener? ¿Qué fin daremos a unas colecciones devaluadas?
Lo que jamás les dicen los políticos a los ciudadanos es que un museo es caro y debe pagarse con dinero público. No se trata únicamente de construir un edificio original, como el deslumbramiento del Guggenheim ha hecho suponer a tantas personas. A un museo hay que dotarlo de contenido creando una colección apropiada, para lo que se precisa un presupuesto abundante y la asesoría de personas competentes. En un terreno tan comprometido como el del arte contemporáneo, sujeto continuamente al vaivén de la moda, la cuestión es compleja. Viendo algunas de las esculturas instaladas en las calles de Alicante durante los últimos años, uno se echa a temblar imaginando el museo que aquí puede componerse.
Una dificultad añadida para este museo que se pretende en Alicante, es la presencia en sus salas de la colección Sempere. En esta colección existen obras relevantes, de artistas de prestigio, obras refrendadas por el paso de los años. ¿Qué piezas colocaremos a su lado que no las desmerezcan? El trabajo que aguarda a quienes deban formar la colección de este museo es extraordinario. No sólo precisarán un buen bagaje de conocimientos y una acreditada capacidad comercial; necesitarán, sobre todo, un cierto coraje para tomar decisiones cuyo éxito siempre será dudoso.
No discuto la oportunidad de construir un nuevo edificio. Me parece excelente que en una ciudad de mala arquitectura como Alicante, se construyan edificaciones de calidad. Pero, antes de iniciar la aventura de un museo de arte contemporáneo, deberían estudiarse con detenimiento las posibilidades de la colección Sempere. Bien expuesta, con el espacio y el respeto que precisa, la colección puede dar mucho de sí. En todo caso, si se quiere ampliar el número de obras, ¿por qué no hacerlo en la línea de trabajo que cultivó el propio artista? El arte cinético es ya historia, lo que evitaría cometer errores de bulto. ¿Que resulta caro adquirir obras de este movimiento? Puede que sí. Desde luego, no tanto como llenar un edificio con pinturas actuales, que Dios sabe cuál habrá de ser su valor en unos pocos años.
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