Ventura Pons recupera la memoria rumbera de Gato Pérez
El director catalán retoma el género del documental con 'El Gran Gato'
Un documental, un musical, una fiesta y muchos recuerdos. Sobre estos pilares se asienta El Gran Gato, la película que hoy estrena el cineasta Ventura Pons y que sirve como testimonio de los legados dejados por un músico, Javier Patricio Gato Pérez, y por una ciudad, la Barcelona de la década de 1980. Nuevas versiones de las rumbas catalanas ideadas por Gato Pérez, un barcelonés nacido en Buenos Aires, y el testimonio de sus amigos ayudan a Ventura Pons a reencontrarse con el género del documental justo cuando celebra el 25º aniversario de su estreno en la dirección con Ocaña, retrato intermitente. "Si aquel era el retrato de un personaje omnipresente en toda la película, aquí se trata de reflejar a la persona ausente", dijo el realizador en la presentación del documental en Barcelona. Ventura Pons recupera el género del documental como la crónica de su ciudad y recurre nuevamente a un personaje llegado de fuera como el cicerone que conduce al espectador a través de ella.
"Gato fue un hombre con una capacidad poética tremenda. Éste es un retrato de la lucha por realizarse y también sobre la capacidad de integración dentro de un contexto urbano en ebullición", explicó Pons. Gato Pérez (Buenos Aires, 1950-Caldes de Montbui, 1990) desembarcó en Barcelona en 1966, y entre las calles del barrio de Gràcia, este "rockero reciclado" descubrió a los gitanos y a la rumba catalana, en ella halló la música perfecta para expresarse y llegó a convertirse en uno de sus mejores representantes junto a El Pescaílla y Peret.
Ventura Pons utiliza dos elementos, la memoria y el legado, que se van intercalando entre sí para construir este "musical documentado". El director rehúye cualquier imagen de archivo sobre Gato Pérez, y son las palabras de la familia de éste (su madre, sus dos esposas, sus hijos), de sus músicos y de amigos como Jaume Sisa, Javier Mariscal, Àngel Casas, Manel Joseph, Marcos Ordóñez y Carles Flavià, entre otros, las que ayudan a conocer a un Gato con ganas de buscar lo auténtico, algo que, en parte, encontró en la música popular.
Los recuerdos se construyen a partir del diálogo entre estas personas y se ordenan de forma cronológica, desde la infancia en Buenos Aires, pasando al contacto con la rumba catalana y los últimos años de dificultades económicas, cuando no consiguió publicar su último disco. Las palabras desvelan a un personaje complejo, lleno de contrastes y que acabó siendo símbolo "de una ciudad en la que la gente y las ideas circulaban", considera el realizador para el que Gato Pérez compuso la banda sonora de su película La rubia del bar (1986).
Ahora, la banda sonora también es de Gato, pero la interpretan Moncho, Lucrecia, Luis Eduardo Aute, Tonino Carotone, Maria del Mar Bonet, Kiko Veneno, Sisa, Martirio, Ojos de Brujo, Los Chichos, Benjamín Escoriza, Manel Joseph, Los Manolos, Clara Montes, y Sabor de Gràcia. Ellos construyen el legado con un gran concierto que puede recordar a Buenavista Social Club o Calle 54. Los artistas presentan versiones de 15 de los más de 70 temas compuestos por Gato Pérez en un recital ambientado en una reconstruida sala Zeleste, el corazón mítico de la juerga barcelonesa de la transición. "Quería que la selección de los artistas resultara una ventana amplia desde la cual contemplar la influencia de este músico", comentó el director, que rechaza que el documental tenga un acento exclusivamente barcelonés. "Cuando las cosas son de verdad, funcionan en todas partes, y estoy convencido de que la verdad de esta película superará las fronteras".
Babelia
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