Un disparate

Película hecha con indudables ambiciones éticas, ante todo para denunciar las redes mafiosas de tráfico ilegal de inmigrantes, pero también para dejar en el aire el siempre necesario debate sobre la responsabilidad social de los periodistas que investigan sobre tales asuntos, Ilegales, la primera realización comercial del gallego Ignacio Vilar, resulta punto menos que incomprensible.

No la ayuda, desde luego, un guión absurdo, más propio de un tebeo de persecuciones que de una película responsable y denunciadora; lleno de lugares comunes y, lo que es peor, de una trasnochada trascendencia que provoca una no deseada hilaridad -lo que atenta directamente, dicho sea de paso, contra la gravedad y la justicia de lo que plantea-. Tampoco le echa una mano la impericia de su director, que le lleva a rodar para la gran pantalla como si de un telefilme se tratara. Y no llega para salvarlo de la quema con todo el talento, que no es poco, de Lucía Jiménez, del siempre impecable Chete Lera y de una, por fortuna, recuperada Vicenta N'Dongo, el único reencuentro saludable de esta equivocada peripecia.