2003, una odisea del espacio
Cómo está el espacio. Antaño fue el lugar de las odiseas con sus naves rutilantes, donde a veces no faltaba un comandante llamado Spock muy popular por estos lares, sus planetas cargados de simios para enrojecer las pretensiones exclusivistas de los seres humanos respecto al comportarse mal con los diferentes (o los iguales), sus galaxias en guerra para que se enfrentasen un tipo de negro contra el bolsillo de Lucas, y sus extraños repliegues temporales donde acechaban torvos depredadores con boca de morena peligrosa (la del mar) y cuerpo baboso que lo mismo taladraban los cuerpos humanos que se reproducían en seis películas o secuelas. Hoy el espacio es una escombrera surcada por transbordadores que debían estar en la chatarra y vuelan sólo gracias a la racanería de la NASA, para que siete seres humanos se conviertan en fuegos artificiales a fin de estremecer al mundo, pero sobre todo a ciertos chapistas que se preocupan ahora de lo que hubieran debido preocuparse antes.
El espacio también es el lugar donde habitan ciertos satélites espía diseñados exclusivamente para obtener unas fotos que no se pueden considerar probatorias ni aun con toda la rabia teológica de Bush. Porque Bush ya no sólo cree que el mundo está dividido por Dios entre buenos y malos para poder colocarse detrás de los buenos y darle un empujoncito de ánimo a él, no; Bush está convencido, con la santa ira de los iluminados, de que el mismo Dios le ha construido el camino que sigue tal vez para demostrar que Dios y Bush son la misma cosa. Se acabaron, pues, aquellos malhadados tiempos del silencio de Dios. A nada que los satélites espía volvieran sus objetivos hacia el cosmos, en vez de enfocarlos contra un pobre pueblo que más padece que apoya a otro iluminado, igual encontraba a Dios. Aunque también es fácil que encontrara a la Trinidad ya que junto al propio Dios seguro que aparecían Aznar y Blair ayudándole a rasgar los sellos del Apocalipsis.
Más vale que hay espacio para mucho. Sin ir más lejos, ahora mismo están saliendo del armario, del armario cósmico, ciertos artefactos que hasta hace nada podían considerarse unos auténticos ovnis. Se trata de los astros y las estrellas de cine que se han puesto a brillar con luz propia para apartar del cielo, del cielo protector, a esos pistoleros galácticos de serie B que lo están desintegrando. No, el cielo no puede esperar porque en cuanto uno se descuida se lo llenan de misiles Patriot, o sea patrióticos, y de bombarderos fantasma que tienen de intangible todo excepto las bombas. Tampoco se puede permitir que al este del edén vuelvan a proliferar los cadáveres, las viudas, los huérfanos y los hambrientos irradiados con uranio empobrecido, porque el enriquecido se reserva para otras categorías de ciudadanos. Más vale que al fin llegaron ellos, los astros y estrellas, para devolverle al firmamento no sólo el brillo sino para ponerle los pies en la tierra. En adelante cabe esperar que así como se ocupan del mundo perdido se ocupen de combatir también lacras más cercanas como la muerte de Mikel, o de Miguel Angel.
Pero no son las únicas epopeyas que nos depara el espacio. Resulta que un comité de científicos ha decidido dedicar un cráter de Marte no se sabe si a Galdácano o Galdakao, tal vez a los dos por aquello de que el bilingüismo también debería imperar en el Planeta Rojo. Creíamos que la suerte del pueblo vizcaíno en materia de cuerpos celestes había quedado más que cumplida con el ascenso de Ainhoa al estrellato, pues no, ahora Galdakao o Galdácano va a tener un cráter de Marte y sospecho que esta conquista vasca de un planeta va a traer cola. Ya veo a los marcianos apoyando el Plan Spock, digo Ibarretxe, e interesándose por la astucia del señor Lado Oscuro y sus muchachos, que lo mismo impulsan un cambio de leyes en la galaxia alavesa que acusan a la desagradecida IU de haberse favorecido de un cambio similar, cuando lo promovieron sólo para verse favorecidos ellos, porque así el satélite IU lograba unos diputados que podían darle a la Confederación la mayoría por canija que fuera. Como los marcianos aprendan tanto, ¡que Bush nos coja confesados!
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