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Entrevista:PETER MULLAN | Actor y director

"Como cineastas debemos recordar a los europeos el valor de toda vida humana"

Rocío García

No es fácil que Peter Mullan abandone su lucha y su militancia. Ni en su profesión ni en su vida. Y menos con los vientos belicistas que corren. En su cine, este actor y director escocés de 48 años ya ha dado buenos y estimulantes ejemplos. El último, con Las hermanas de la Magdalena, su segundo largometraje como realizador, con el que consiguió el León de Oro en el pasado Festival de Venecia, y en el que abre las viejas cárceles de la Iglesia católica en Irlanda en un apasionado y valiente homenaje a las 30.000 mujeres que vivieron en ellas una auténtica pesadilla durante años. En la vida, lo hace a menudo. La semana pasada acudió a los premios Bafta del cine británico -en los que Las hermanas de la Magdalena optaba en dos categorías- con una bolsa llena de pegatinas con el lema "No atacar Irak" y en el bolsillo llevaba un discurso antibélico que finalmente no tuvo ocasión de pronunciar. "En esa ceremonia, el único que alzó su voz contra la guerra fue Pedro Almodóvar", se lamentaba ayer Mullan en Madrid. Se enciende y apasiona cuando habla de la escalada belicista y no tiene ninguna duda del papel que los cineastas deben jugar en esta situación. "Tenemos la obligación de intentar descubrir y enseñar a la gente dónde está la raíz de todo esto y desde ahí recordar al público el valor de la vida humana, mostrar que la esencia absoluta de todo es el valor de la vida humana. Hemos llegado a un estado en el que la vida de un europeo o un americano vale mucho más que la de cualquier otro ciudadano. De alguna manera, los cineastas debemos recordar a los europeos, especialmente a los europeos, que cada vida humana es importante", aseguró ayer Mullan.

"Todas las supervivientes me han dicho que la realidad era muchísimo peor"
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Conmoción en Irlanda

Como las vidas de las 30.000 mujeres que vivieron recluidas en los conventos de la Magdalena en Irlanda, gestionados por monjas católicas. Allí, las muchachas enviadas por sus familias o por los orfanatos quedaban encerradas, muchas de ellas de por vida, y obligadas a trabajar en condiciones deplorables y sin remuneración en las lavanderías para expiar sus pecados: desde ser madres solteras hasta haber sido violadas o ser demasiado femeninas. El filme, que se estrena mañana en España, se adentra a través del relato de cuatro muchachas en el terror, la humillación y la violencia que padecieron en estos conventos, el último de ellos cerrado en el año 1996. "Esto no es nada. Todas las supervivientes con las que he hablado después del estreno de la película, todas sin excepción, me han dicho lo mismo: gracias por haber hecho esta película, pero la realidad era muchísimo peor".

Mullan ha relacionado en su interior estas trágicas vidas de chicas irlandesas con la situación que vivían las mujeres afganas bajo el régimen talibán. "La escritura del guión de Las hermanas de la Magdalena coincidió con una campaña de protesta que realizamos una serie de colegas y amigos enviando cartas a los diputados británicos contra lo que entonces apenas se conocía a nivel mundial y que era una pequeña organización, los talibanes, que sometían a sus mujeres en Afganistán. Es una situación perfectamente comparable", añade el director.

Todos los acontecimientos narrados en Las hermanas de la Magdalena, con guión del propio Mullan, son verdaderos, no así los personajes, que son ficticios. "Sólo llegué a encontrarme personalmente con mujeres supervivientes de las hermanas de la Magdalena una vez escrito el guión. Conocí a tres, una monja y dos internas, y les hice una promesa: 'Leed el guión y si algo de lo que cuento ahí no es cierto o es una mentira no hago la película'. Las tres me dijeron que adelante. Una vez hecha la película, he conocido a centenares de supervivientes y a centenares de hijos arrebatados a sus madres que ahora tienen entre 40 y 50 años".

La reacción de la Iglesia católica ante la película ha variado completamente, según su director. "En Venecia la condenó. Luego, cuando se estrenó en Irlanda, hubo un silencio total, y ahora, en Escocia, la Iglesia la está recomendando a los católicos. Desconozco las razones del cambio, no sé si es algo táctico o realmente es un acto de humildad auténtico".

En el filme, Mullan se ha reservado un pequeño aunque duro papel como el padre de una de las muchachas, a la que obliga al encierro en el convento. "En muchos sentidos, el peor opresor de todos es uno mismo. Creo que estos lugares no hubieran podido existir sin la complicidad de las víctimas. La auténtica cárcel estaba en sus mentes. Era una opresión que la Iglesia en Irlanda consiguió imponer a las familias, que se autorreprimían. Si no, ¿qué tipo de padre llevaría a un sitio así a su hija?".

A la hora de dirigir, su experiencia como actor -ganó en 1998 el premio a la mejor interpretación masculina en Cannes por Mi nombre es Joe (Ken Loach)- le sirve para que los intérpretes se sientan ante todo cómodos y seguros. "Para mí es lo más importante. Necesito que los actores estén lo suficientemente seguros de sí mismos como para intentar algo que a lo mejor no funciona y lo suficientemente cómodos como para decir en un momento dado: 'Esto no funciona".

Él ha rectificado muchas veces y ahí está.

Peter Mullan, ayer en Madrid.
Peter Mullan, ayer en Madrid.LUIS MAGÁN

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