"¿Usted es Blecua?"
Con motivo del centenario de Pedro Salinas, el primer número de la revista El Ojo de la Aguja, que editaba la Universidad de Barcelona bajo la asesoría del Departamento de Literatura Española, dedicó dos artículos a la figura del poeta: uno de José Manuel Blecua y otro de Luis Izquierdo. En el primero de ellos, Blecua repasaba sus recuerdos personales de Pedro Salinas, pero también los de otros miembros de la generación del 27, o próximos a ella. Blecua dijo haber conocido a Salinas en la Universidad de verano de Santander de los años de la República: "Imagínense ustedes a un grupo de cinco o seis becarios de Zaragoza que llegaban una tarde lluviosa al palacio de la Magdalena y que eran recibidos nada menos que por el propio Pedro Salinas". Al conocimiento de éste, le siguió el de Jorge Guillén y de Gerardo Diego; luego el de Federico García Lorca, que repartió un pliego suelto entre los asistentes a una de las representaciones de La Barraca, pliego del que Blecua conservó siempre un ejemplar firmado. Más tarde, siempre en este encuentro, conoció a Menéndez Pidal, a Tomás Navarro Tomás, a Karl Vossler y a Marcel Bataillon. Con la ironía y la gracia que le caracterizaban, Blecua escribe en el contexto citado: "Para mí fue decisivo comprobar que los provincianos no éramos menos inteligentes que los demás".
"Para mí fue decisivo comprobar que los provincianos no éramos menos inteligentes que los demás", escribe Blecua con ironía
Años más tarde, en 1950, Blecua fue invitado por Ángel del Río, entonces director de otros cursos de verano, los del Middlebury College, en Estados Unidos, y en esta ocasión reencontró a muchos de los ya citados, y conoció a Claudio Guillén, a Concha y Francisco García Lorca -por entonces éste ya profesaba, como exiliado, en Columbia University-, a Fernández Montesinos, a Solita Salinas y a Juan Marichal. De aquella estancia, Blecua guardaba una fotografía en la que se ve a la mujer de Pedro Salinas charlando con la madre de los García Lorca, que aparece en la foto haciendo ganchillo. Salinas ya no debía acordarse del Blecua jovencísimo que había conocido en Santander en 1933, de modo que le preguntó: "¿Usted es Blecua? Yo creía que era usted más viejo, calvo, regordete y con gafas". Blecua respondió enseguida: "Lo siento, don Pedro. Ese retrato corresponde a Dámaso Alonso".
También durante este viaje
americano, Blecua llegó a visitar a Juan Ramón Jiménez, que a la sazón se encontraba en un hospital de Maryland. Blecua le llevaba unas cartas de Rubén Darío que le habían confiado y unos flanes que Zenobia había cocinado para su marido: "Subimos a su cuarto, Juan Ramón se levantó del diván donde estaba acostado, vino a mi encuentro, se emocionó tanto que sólo me dijo '¿Qué tal, Blecua?', y se desmayó. Zenobia y yo le pusimos en el diván y ella llamó a una enfermera. Y se acabó la visita". El último día de la estancia de Blecua en Middlebury se celebró una fiesta de final de curso que se convirtió en una despedida entrañable y una juerga. Ésta fue la ocasión en la que Salinas leyó en alta voz unas aleluyas que había escrito en honor de Blecua, y que éste decía "guardar como oro en paño". Lo cierto es que, cuando yo mismo y otros amigos suyos se las pedíamos, decía unas veces que no quería divulgarlas, y otras que se le habían traspapelado; y a fe que nadie, o casi nadie, recuerda haberlas visto en el mecanoscrito o manuscrito, si existe, original.
Pero Blecua leyó algunos pasajes de las famosas aleluyas en ocasión del homenaje citado a Salinas, en noviembre de 1991, y las leyó siguiendo una fotocopia que parece incluirlas todas, o casi todas, seguidas del chotis que debieron de cantarle los asistentes al compás "del famoso Pichi de Las Leandras", escrito también por Pedro Salinas. Al acabar el acto, Blecua entregó esta fotocopia al profesor David Viñas, por entonces becario del Departamento de Literatura Española de nuestra universidad y apreciado compañero de despacho del profesor durante unos años; y es cierto que le pidió que no divulgara los versos, pues los consideraba "obra menor y jocosa" de un poeta al que admiraba enormemente -y al que dedicó, digamos de paso, el artículo 'El amor en la poesía de Pedro Salinas. Nota para un estudio', luego recogido en el libro Sobre el rigor poético en España, y otros ensayos (Ariel. Barcelona, 1977).
Los versos que acompañan esta
presentación, versos que hoy publico por gentileza del profesor Viñas, son, que yo sepa, el único documento que se ha divulgado con las famosas aleluyas de Salinas a Blecua; el original habrá quedado, supongo, entre sus papeles póstumos. En una muestra de perfeccionismo poético y de pasión filológica, Blecua modificó de su propia mano algunos versos; son añadidos o variaciones que transcribo entre claudátores. También es letra suya la firma "El juglar de Maryland" que se lee en la primera página, de las dos correspondientes a las aleluyas, y "El anónimo de Baltimore" que se lee en la tercera, que corresponde al chotis. La estrofa cuarta, por el final, de las aleluyas está en caligrafía de Blecua en la fotocopia; como la última, que de hecho aparece tachada por el hispanista. Siempre en la misma copia, aparecen dos notas a pie de página, que añado a esta transcripción para acabar de convertirla en curiosa y erudita. Añado entre paréntesis, como estrofa tercera, dos versos que él solía recitarme de memoria, y que atribuía a esta serie de aleluyas, aunque no figuren en la copia. Pongo los títulos Aleluyas y Chotis a las respectivas series de versos, pero no figuran en el documento. Pongo en letra cursiva palabras inventadas por Salinas a efectos de versificación. Por fin, siguiendo el ejemplo de Blecua, me permito añadir algún acento impropio en lengua castellana y algún signo de puntuación, todo para una lectura más eficaz y "jocosa" de estos versos.
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