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Tribuna:GUERRA EN IRAK | La aportación española
Tribuna
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Aznar y la narrativa de la mentira

Dijo el presidente José María Aznar en su discurso justificatorio del 20 de marzo que España participa en esta operación porque Sadam Husein no aprovechó la última oportunidad que se le dio. Es falso. La última oportunidad era cumplir con la resolución 1.441 y lo estaba haciendo, según el jefe de los inspectores de la ONU, Hans Blix. Otro tipo de "última oportunidad" se la dieron EE UU, Gran Bretaña y España desde las islas Azores, una que estaba fuera de la legalidad. Y fue una oportunidad curiosa, mientras atacaban el sur y el norte de Irak y le conminaban a renunciar (¿era "cambiar el régimen" el mandato de la 1.441?) y a mostrar armas que Blix no encontró y que ni Londres, Madrid o Washington demostraron que tenía.

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Sugirió el presidente que España está en esta guerra por su responsabilidad en luchar contra el terrorismo. No hay pruebas de vínculos entre Al Qaeda, ETA y Bagdad.

Indicó el presidente que España no manda tropas a acciones agresivas, sino que sólo da apoyo humanitario. TVE no cesa de recordarnos, y otros periodistas negligentes en repetirlo, que uno de esos buques lleva un hospital en su interior. Un poco de lógica: ¿humanitario para quién? ¿Van a ayudar estos buques y su bendito hospital a las familias bombardeadas en Bagdad o Basora? ¿Cómo van a llegar esas familias hasta los buques? Si no es así, ¿son para ayudar humanitariamente a los soldados estadounidenses y británicos? Entonces no es una misión humanitaria, sino una parte de la infraestructura bélica: unos delante y otros detrás; unos con armas atacando y otros, también armados, atendiendo a las víctimas de las propias filas.

Una misión humanitaria es neutral, imparcial, independiente y no armada. La misión de los buques españoles no es ninguna de las cuatro cosas. Querer confundir a las Fuerzas Armadas españolas con la Cruz Roja o con Médicos sin Fronteras es una operación indigna.

El Gobierno quiere, además, ocultar la participación de tropas. Es una política cínica: si tan empeñado está en participar debe mandar tropas, todas las posibles, incluso abrir una oficina de alistamiento para los analistas y estrategas entusiastas de la guerra. Debe poner en riesgo la vida de españoles y españolas y también afrontar las consecuencias de las eventuales víctimas. Abogar por la guerra para que la hagan soldados de Bristol, Wisconsin y Melbourne es una actitud cínica.

Explica el presidente que España tiene un papel que cumplir en la reconstrucción de Irak y de Oriente Próximo. El papel lo ha perdido. Todo lo ganado desde el inicio de las conversaciones palestino-israelíes en 1991 en Madrid y lo que hicieron funcionarios españoles como Miguel Ángel Moratinos en Oriente Próximo, Aznar y su equipo lo han liquidado en pocos meses. Así como George Bush padre abrió unas negociaciones que su hijo ha enterrado, Aznar ha hecho lo mismo.

Nos pide el presidente que los que nos oponemos a la guerra dejemos "el espacio para la aproximación y acuerdo de futuro". Hace meses que su Gobierno tuvo el espacio que le dieron la oposición, los movimientos sociales y la actitud de países vecinos y aliados, como Francia, Alemania y Bélgica, o más recientemente México y Chile. El espacio lo acortó Aznar al alinearse con la posición belicista de EE UU y Gran Bretaña. Ahora no hay acuerdo posible, y menos cuando hay vidas inocentes que pagan sus errores y negligencias en esta guerra injusta e ilegítima. El presidente y su Gobierno se han quedado de un lado, el 90% de la sociedad española del otro.

Mariano Aguirre es director del Centro de Investigación para la Paz-FUHEM. Coautor de La ideología neoimperial y la crisis de EE UU con Irak (Icaria, 2003).

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