Capital humano, plan e ineptitud enemiga
A pesar de que el secretario de Defensa, Donald H. Rumsfeld, ha avisado de que la guerra en Irak no ha terminado, el Ejército de EE UU ya ha logrado alcanzar algunos de sus objetivos primordiales, en tan solo 21 días: una fuerza relativamente pequeña ha tomado casi dos tercios de un país del tamaño de California, incluyendo su capital, sufriendo tan sólo la muerte de alrededor de 100 de los suyos en combates y accidentes.
Expertos militares atribuyen el éxito a tres elementos clave: un Ejército bien equipado, una respuesta sorprendentemente inepta de la parte iraquí y la decisión de Washington a finales de marzo, cuando el ataque británico-estadounidense parecía estancarse en el sur de Irak, de mantener a la Armada y a los marines concentrados en la toma de Bagdad.
La lucha no ha terminado todavía. Acciones de pequeña escala seguramente continuarán durante una semana o dos, y todavía pueden producirse fuertes enfrentamientos en el norte. En realidad, miembros de la Administración se muestran precavidos a la hora de declarar la guerra terminada. "Lo más probable es que aún no haya acabado", declaró Rumsfeld el miércoles en una conferencia de prensa en el Pentágono. "Todavía va a haber algún día muy duro".
Algunas ciudades del norte de Irak aún están bajo el mando del Gobierno de Sadam y la batalla por Tikrit, lugar de nacimiento del presidente iraquí que se encuentra a unos 140 kilómetros al norte de Bagdad, puede resultar particularmente encarnizada.
Militares retirados y expertos en defensa han destacado dos detalles bélicos que han jugado a favor de EE UU en la guerra. Uno ha sido la tropa y su equipamiento, y el otro ha sido el plan trazado.
"Hemos ganado tan fácilmente porque contamos con un Ejército muy profesional, bien entrenado, bien equipado, bien dirigido, con un correcto adoctrinamiento, una sólida organización y, lo más importante, excelentes personas", afirmó el coronel James McDonough.
Con algún refuerzo llegado en los últimos días, la fuerza de invasión de EE UU totaliza tan sólo 125.000 personas de servicio, una fracción del medio millón de tropas reclutadas para la guerra del golfo Pérsico en 1991.
En particular, en esta guerra, más que en ninguna otra antes, las operaciones aéreas y terrestres parecían concienzudamente calculadas, con una información sobre los objetivos compartida por las fuerzas especiales de EE UU y los pilotos que se movían sincronizadamente.
La desventaja implícita a las bombas de precisión es que para ser bien utilizadas requieren información precisa. En las tres últimas semanas las tropas han operado de manera tal que han contado con datos. Operadores especiales divisaban los objetivos y rápidamente transmitían la información a un sistema orbitante. Reconocimientos teledirigidos merodearon el campo de batalla, mostrando los movimientos enemigos en tiempo real.
Cuando el miércoles pasado se formuló la pregunta sobre por qué el Ejército de EE UU se movía con más agilidad en los combates de lo que había hecho durante la guerra del golfo Pérsico de 1991, un miembro del Pentágono manifestó que "todo lo que tenga un sensor está conectado".
El siguiente elemento ha sido el plan de guerra diseñado por los altos mandos. "Ha sido un plan audaz, incluso arriesgado", dijo el coronel Rick Francona. Lanzó a las fuerzas de EE UU a las profundidades de Irak sin una segura línea de suministro, lo que se tradujo en repetidos ataques y emboscadas. No estaba cubierta la retaguardia. Y, en un grado sin precedentes, se confió en el poder aéreo para prestar socorro a las unidades terrestres en dificultades.
Era un plan exigente, un plan que no podía ser ejecutado por comandos de movimientos lentos ni por tropas con escasa preparación. Oficiales del Pentágono calificaron el plan como "flexible", lo que amenazaba con convertirse en un cliché. Pero la palabra en realidad tiene mucho sentido en la jerga militar. Sólo fuerzas bien entrenadas pueden rápidamente cambiar de planes, acelerando sus movimientos para sacar ventaja de oportunidades recién descubiertas..
Tales cambios de última hora sucedieron varias veces durante las primeras tres semanas de guerra, sobre todo cuando se emprendió el ataque terrestre 24 horas antes de lo previsto.
Uno de los aspectos más importantes en la ejecución del plan fue la determinación de la Administración de Bush. Randy Scheuneman, presidente del Comité para la Liberación de Irak, dijo: "Yo creo que la clave de esta guerra fue la decisión de ignorar toda la cacofonía de críticas y seguir adelante con el agresivo plan basado en tomar Bagdad, en lugar de ir liberando Irak secuencialmente".
"Fue un mal trago para las fuerzas terrestres tener que moverse con los flancos sin asegurar y con una tenue línea de apoyo logístico. Pero la velocidad fue lo que descolocó a las fuerzas iraquíes", dijo el general Charles Horner, el comandante de la campaña aérea de la guerra contra Irak en 1991.
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