"Espero que Argentina no necesite de nuevo un bombero de presidente"
Eduardo Duhalde ha elegido Madrid para su último viaje como presidente de Argentina, un país que recibió el 1 de enero de 2002, en plena debacle económica y al borde del caos social. "He venido a agradecer que en los momentos más difíciles de la historia contemporánea de Argentina, cuando muchos países nos daban la espalda, España siempre nos ayudó", afirma Duhalde en una entrevista con EL PAÍS.
Máximo exponente del peronismo tradicional y de una clase política a la que culpa del desastre, Duhalde ha sido alcalde, diputado, senador, gobernador, vicepresidente y presidente. Se dispone a abandonar la Casa Rosada ahora que su gestión da sus primeros frutos y Argentina comienza a ver luz al final del túnel. Crecen la producción industrial y las exportaciones, el peso se aprecia frente al dólar, la inflación frena su marcha desbocada y la cosecha agrícola es una de las mejores de la historia. Los efectos de la crisis, sin embargo, siguen castigando a los argentinos, la mitad de los cuales viven todavía bajo el umbral de la pobreza.
"No tengo duda alguna de que el próximo presidente será un peronista"
"Necesitamos dos o tres gobiernos para enderezar definitivamente el país"
"Yo soy parte del pasado, un pasado que para los argentinos es, en general, una especie de pesadilla, de vía crucis", afirma Duhalde, de 61 años, a punto de entregar el bastón de mando a uno de los cinco aspirantes a la presidencia que se batirán en las elecciones del próximo día 27, entre ellos uno de sus grandes rivales políticos, el ex presidente Carlos Menem.
Pregunta. ¿Cómo pudo un país rico y culto como Argentina caer en una crisis tan profunda?
Respuesta. Los motivos son internos, propios. Somos los líderes argentinos de los últimos 30 años quienes fuimos llevando al país a esta situación. Hubo errores gravísimos de nuestra dirigencia, de la que yo no me excluyo, naturalmente, porque he ocupado cargos de primera línea desde muy joven. Adoptamos un modelo económico que provocó una recesión, que luego concluyó en una depresión económica, la más grande que país alguno en tiempos modernos ha tenido, lo que nos llevó al borde de la disgregación social. Estamos tratando de reconstruir el país y ya hemos sentado sus cimientos: este año creceremos un 5% en el primer semestre. Pero la recuperación será lenta, ya que el próximo Gobierno tendrá que continuar resolviendo los enormes problemas que aún tiene el país. El próximo Gobierno será el de transición, el mío es el Gobierno de la emergencia.
P. ¿Cómo es posible que su partido, el justicialista (peronista), presente tres candidatos distintos?
R. La crisis argentina ha sido también la crisis de los partidos políticos, de las dos grandes fuerzas políticas históricas (el peronismo y el radicalismo). Yo decidí que no haya una elección interna en el peronismo, porque el desgaste iba a ser tremendo. Esto le conviene al justicialismo, porque dos de sus tres candidatos disputarán la segunda vuelta. No tengo duda alguna de que el próximo presidente será un peronista.
P. Usted apoya claramente a uno de los candidatos...
R. Yo he planteado la necesidad de la renovación del peronismo y he optado internamente por los nuevos, los que no han tenido funciones a nivel nacional. Aquí participan dos candidatos que han sido presidentes, Carlos Menem por 10 años y Adolfo Rodríguez Saá por una semana, y yo he hecho el planteo de la renovación, representada por Néstor Kirchner.
P. ¿Qué pasará si Menem gana?
R. Más allá de lo que se diga en campaña, cualquier peronista que sea elegido va a tratar de consolidar esta incipiente recuperación de nuestro país. Si la democracia elige a un candidato que no sea de mi gusto tendré que aceptarlo y convencerme de que el equivocado soy yo. De todas maneras, la bandera de la renovación es una bandera a la cual no voy a renunciar en el futuro, porque creo que la aparición de políticos jóvenes le da vida a la democracia. Yo entiendo eso y por eso no me presenté como candidato.
P. Su sucesor tendrá que hacer frente a tremendos problemas...
R. El próximo presidente, el de la transición, deberá enfrentar el problema de nuestra deuda. Recién comenzamos a tomar contacto con nuestros acreedores, y naturalmente habrá que negociar con ellos una quita, una espera, un plazo de pago. Argentina debe afrontar sus deudas. Por otro lado, el próximo Gobierno deberá conectar la competitividad que hoy significa producir en Argentina con el crédito. Mientras eso no se haga, la recuperación seguirá a un ritmo cansino, lento.
P. ¿Existe el riesgo de descontrol político si se produce un triple empate entre los peronistas?
R. No, para nada, y por una razón muy sencilla: el sistema electoral de Argentina es uno de los más democráticos del mundo. Cada partido puede tener un fiscal en cada mesa en que se vota. En segundo lugar, he tomado la decisión de pagar muy bien al presidente y vicepresidente de mesa, que son seleccionados entre los maestros. Si actúan bien y las actas están bien hechas, mesa por mesa, después es sólo una cuestión de sumarlas. Es una elección muy fácil, porque la única boleta que hay es la presidencial.
P. ¿Cómo puede la clase política recuperar la confianza perdida?
R. Haciendo las cosas bien. ¡Es tan sencillo hacer las cosas bien! La gente no se ha enojado con los políticos porque sí. Si un país con una potencialidad tan grande como Argentina está como está hoy no es por culpa de los tenderos. La culpa fue de los políticos y la gente lo sabe. Hay muchos dirigentes en mi país capaces y deseosos de hacer las cosas bien, pero hay que abrirles las compuertas de los partidos, darles posibilidades de que se muestren y puedan actuar.
P. ¿Se siente el último de los dinosaurios de la política argentina?
R. Yo soy parte del pasado, un pasado que para los argentinos es, en general, una especie de pesadilla, de vía crucis. Lo que yo quiero es ser una bisagra que posibilite que las nuevas generaciones participen activamente en política. Creo que eso es lo que corresponde hacer, porque la clase política argentina no puede declararse inocente del drama argentino. Cuando la sociedad dice "que se vayan todos", lo que quiere decir no es que vengan a gobernar los bomberos voluntarios, sino que aparezca otra clase dirigente.
P. ¿A quién votaría en caso de que Kirchner quede fuera de la pugna y los dos candidatos finales fuesen Menem y un no peronista?
R. Ya a mi edad es muy difícil votar por otro partido, muy difícil. Le cuento algo: tengo un tío muy querido que es del otro partido, del radicalismo, y que toda su vida votó a su partido. Me hizo la promesa de que me iba a votar, cuando fui candidato, y al otro día vino compungido a decirme que no pudo votarme, que entró al cuarto oscuro y vio la boleta radical. Por eso le digo que para mí es muy difícil votar a otro partido político, cuando he ocupado todos los cargos desde el peronismo.
P. ¿Qué cree que le deja al país?
R. En primer lugar, el país está hoy en mucha mejores condiciones comparado a como yo lo recibí, esto es obvio. Dejo un país más pacificado, con todas las variables macroeconómicas estabilizadas y, básicamente, un Gobierno que en un año y medio no tuvo denuncias de corrupción ni de frivolidad, algo que pasó en gran medida con otros gobiernos. Ahora estamos nuevamente en una etapa de crecimiento, con una cantidad enorme de problemas que yo no resolví y no los podrá resolver el próximo Gobierno. Necesitamos por lo menos dos o tres gobiernos para poder enderezar definitivamente a Argentina.
P. ¿Le gustaría volver al poder después de esta experiencia?
R. No, esta etapa hay que dejarla para otros, y espero que nunca Argentina tenga que buscar un bombero en vez de un presidente.
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