Pioneros desde Getaria
Txomin Etxaniz, impulsora de su denominación de origen, cuenta con una bodega envidiableTxomin Etxaniz, impulsora de su denominación de origen, cuenta con una bodega envidiable
La privilegiada ubicación de la bodega Txomin Etxaniz, en Getaria, predispone al aficionado a degustar sus vinos sin asomo de desconfianza. En esta ocasión, casi es innecesario hablar del terreno sobre el que están plantadas las cepas, del clima o de la variedad de uva, ya que el emplazamiento seduce por su cuenta. Desde el comienzo de la carretera de acceso a la finca ya se aprecia el edificio de la bodega, solitario sobre una pequeña colina, casi colgado sobre la villa de Getaria, con el mar al fondo, y rodeado de viñas emparradas plantadas en laderas que rondan el 30% de desnivel.
El paisaje recuerda a Oporto o al Priorato tarraconense, pero está muy cerca, en el corazón de una denominación de origen que surgió hace casi 15 años de la mano precisamente de los responsables de Txomin Etxaniz. Entonces, Iñaki y Ernesto Txueka apostaron por situar el famoso txakoli de Getaria a la altura de otros vinos que competían en el mercado nacional e internacional, por sacarle de las romerías populares. Un trabajo ímprobo porque, aunque no les faltaba tradición, apenas tenían reconocimiento en un País Vasco dominado por el Rioja.
De la vinculación de Getaria con la vid y el vino no hay dudas. Txomin Etxaniz cuenta con una buena porción de cepas centenarias en un terreno privilegiado donde hay plantados también madroños y alcornoques, una verdadera singularidad a orillas del Cantábrico. La primera bodega familiar está ubicada en un edificio del siglo XV contiguo a la iglesia, lo que ya sugiere veteranía en la elaboración de vino. El deseo de los Txueka es que este edificio se convierta en museo.
Quizá habría que hablar de microclima para explicar la vinculación centenaria (por lo menos, desde su constitución en 1204) de la localidad guipuzcoana con las viñas. Lo cierto es que cuando nace la denominación de origen, Getaria es la poseedora de la mayor parte del viñedo, por lo que asume la responsabilidad nominativa.
Pero hay más, Txomin Etxaniz es una de las escasísimas bodegas que no planta injertos sobre pie americano. La filoxera que llegó a toda España, procedente de Francia, obligó a este tipo de plantación, pero parece que en esta bodega de Getaria no funciona y se nutren de sus cepas centenarias de hondarribi zuri (75% de la propiedad) y hondarribi beltza para replantar directamente en las nuevas viñas en una propiedad de 33 hectáreas.
La producción es elevada, pero se compensa con una buena selección de la uva, y un coupage esmerado entre los frutos de viñas viejas y jóvenes. No hay trasiegas y el vino se mantiene a bajísimas temperaturas, explicación de que se mantenga el carbónico de la maceración. El resultado, unas 200.000 botellas al año, todas vendidas, y que llegan desde Getaria a Manhattan.
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