Serendipidad
La contemplación insistente de la televisión produce a veces serendipidad. En los informativos se suceden imágenes sin relación y producen un hallazgo inesperado. La somnolienta mañana del domingo veo en CNN+ noticias vagas: el Papa en Croacia repitiendo la escena de siempre; Castro repitiendo su discurso: el hallazgo es el de un mundo caduco que se agarra sin razón. Hicieron algún bien: el Papa, desembarazando a los suyos de los restos del comunismo, uniéndose a la CIA por acabar a su favor la guerra fría, recargando conciencias; rehaciendo los integrismos cristianos; Castro, salvándoles de la dictadura infinitamente peor del sargento Batista, repartiendo las riquezas y las pobrezas, sacándoles de la colonización durísima de Estados Unidos. Pero están fuera de juego. No por viejos, aunque se note, sino por obsoletos. El mundo en torno es otro: no valen. La cerrazón del Papa ante las costumbres es un lastre para la Iglesia: hasta los Gobiernos a los que administran ceden en temas de homosexualidad, aborto, hijos extramatrimoniales -hasta a Moragas le han reconocido el derecho a ser alteza real; es el décimo en la sucesión a la Corona-; la de Castro en una pobreza que no ha causado, sino que el anticastrismo ha producido con bloqueos y amenazas y algún que otro desembarco fallido, alguna conspiración; en la misma URSS esa conspiración adulteró el sentido del marxismo y la sustitución de la política por el crimen. Pienso que el Papa debía irse a un convento, como recomendaba Hamlet a Ofelia; y Castro no sé dónde, porque Fraga ya no le puede llevar a Galicia a jugar al dominó y a tomar queimada. La serendipidad en la dulce mañana madrileña me hace imaginar que en alguna residencia de ancianos de esta sierra Simancas podría llevar a Wojtyla, Fraga, Castro. Charlarían: "Yo le dije una vez a Franco..."; "Vosotros aún podéis salvaros..."; "El pobre Che, qué buena persona era: cómo os hubiese gustado...".
(Serendipidad: me enseñó la palabra mi hijo Eduardo. Sólo está en el diccionario de Seco (Aguilar): ...hacer un descubrimiento, un hallazgo afortunado de manera accidental". Del inglés: Serendip fue el nombre de Ceilán, hoy Sri Lanka, y el cuento Los tres príncipes de Serendip, de sir Horacio Walpole, s. XVIII).
(Convento: Hamlet dice a Ofelia "go to a nunnery"; algunos traductores críticos dicen que convento, en este caso (como en algún argot del español), quiere decir burdel; en los diccionarios ingleses no está esa acepción).
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