Gérard Deledalle, semiólogo
Joëlle Réthoré, director del Research Institute in Semiotics, Communication and Education (IRSCE) me comunica el fallecimiento de Gérard Deledalle el pasado día 12 de junio. Deledalle había nacido el 17 de octubre de 1921 y había sido director del IRSCE desde 1974 hasta su jubilación. Su vida ilustra una página imprescindible de la cultura europea de la segunda mitad del siglo XX, la de la semiótica como punto de vista que se añade a las ciencias humanas en general, subrayando el fundamental componente de comunicación que existe en todo hecho de cultura.
Deledalle se había formado en la filosofía americana, concretamente en el pragmatismo, en los años cincuenta. Siempre confesó su admiración por John Dewey, el pensador de la democracia al que llamaba "el filósofo de la calle". Su libro Le Pragmatisme (Bordas, 1971) recoge esta inspiración.
Era ya un reputado filósofo francés durante los años que ejerció cargos culturales anejos a la Embajada de Francia en Túnez y Japón, donde fue director del Instituto Franco-Japonés entre 1972 y 1974. Ha sido, no obstante, su dedicación a la semiótica lo que lo ha hecho acreedor a un lugar muy importante en el panteón de los pensadores de las últimas décadas de la cultura francesa, junto con Jacques Lacan, Gilles Deleuze o Roland Barthes.
Cuando Deledalle se incorpora a la Universidad de Perpiñán en 1974, el panorama entonces en ebullición de la semiótica se dividía grosso modo en dos bandos irreconciliables: los europeos greimasianos que tenían como referencia visible al irascible Greimas, cabeza de la Escuela de París y, si acaso, heredero de una intuición de De Saussure, y los americanos que no reconocían más profeta de la semiótica que a Peirce. También estaba Eco, que iba por libre... Deledalle se propone rescatar a Peirce para el debate europeo.
Así, a la vez que Pepe Romera y otros creábamos en España la Asociación Española de Semiótica en 1984, Deledalle tiene una participación fundamental en la creación de la francesa, presidida por Greimas, sin abandonar en el IRSCE su ambicioso programa de traducción, estudio y difusión de la obra de Peirce. El encuentro y debate entre las dos escuelas ha sido posible gracias sobre todo a su labor personal. Ahí está, por ejemplo, la publicación de los textos traducidos de Peirce (Seuil, 1978), Théorie et pratique du signe (Payot, 1979), Charles S. Peirce, phénoménologue et sémioticien. Une biographie intellectuelle (J. Benjamin, 1987), Lire Peirce, aujourd'hui (De Boeck, 1990).
En los tres lustros que estuve como representante español en la directiva de la International Association for Semiotic Studies, vi siempre a Deledalle allí. Y seguía. Primero fue representante de Francia; a partir de 1989, secretario general, y, luego y hasta hoy, vicepresidente. Yo no había tenido relación últimamente con él, porque se había jubilado y yo dejé de asistir a reuniones directivas de la IASS, ya que, tras 15 años allí, me pareció hora de dejar paso a otros. Sin embargo, pude seguirlo a través de la obra que continuaba publicando: la colección de artículos de Peirce titulados À la recherche d'une méthode (U. de Perpignan, 1993) o Charles S. Peirce's Philosophy of Signs (2000), editado en la magna colección de la Universidad de Indiana que inspiró otro clásico de la semiótica, Thomas A. Sebeok, de cuyo fallecimiento tuve también el penoso deber de dar cuenta aquí hace año y medio.
Siempre que se repase la historia intelectual del siglo XX habrá que evocar la significación que en ella tiene la semiótica. Y entonces será necesario recordar el papel que en su desarrollo ha desempeñado Gérard Deledalle, ese hombre sencillo, ejemplo de bonhomía, cuyos funerales sin pompas se han celebrado en su pueblo de Montbazin, ayer, día 16 de junio de 2003.
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