Gonzalo Nárdiz, último superviviente del primer Gobierno vasco
SANTIAGO DE PABLO
El sábado 25 de octubre falleció en Bilbao, a los 97 años de edad, Gonzalo Nárdiz Bengoetxea, el último superviviente del primer Gobierno vasco de la historia, presidido por José Antonio Aguirre. El hecho de ser el consejero más joven de un Ejecutivo caracterizado precisamente por la juventud de sus miembros permitió a Nárdiz ser protagonista de toda la evolución histórica del Gobierno de Euskadi, desde su constitución en octubre de 1936, en plena Guerra Civil, hasta la transición y el traspaso de poderes al nuevo Ejecutivo vasco de Carlos Garaikoetxea.
Nárdiz había nacido en Bermeo (Vizcaya) el 25 de noviembre de 1905. Tras realizar los estudios de Náutica, muy pronto se dedicó a la política, ingresando en 1930 en la recién fundada Acción Nacionalista Vasca (ANV), de la que llegó a ser miembro de su Comité Nacional. En las elecciones municipales de abril de 1931, que trajeron consigo la proclamación de la II República, fue elegido concejal del Ayuntamiento de Bermeo. En 1933 fue nombrado miembro de la Gestora de la Diputación de Vizcaya y formó parte de la comisión encargada de preparar el referéndum del Estatuto vasco.
Iniciada la Guerra Civil, en el verano de 1936 fue designado comisario de Abastecimientos, Armamento y Alojamiento de tropa de Vizcaya. En octubre del mismo año, al constituirse el Gobierno vasco, de coalición entre el PNV y el Frente Popular, fue nombrado consejero de Agricultura, cargo que desempeñó con eficacia, aunque se trataba de un departamento con atribuciones muy limitadas y de escasa trascendencia política, dada la situación bélica. Tras la caída de Euskadi, marchó al exilio, viviendo en París, en México y, desde 1946, en San Juan de Luz, donde contrajo matrimonio con Mercedes Iriondo. Fruto del matrimonio fue su hijo José Luis. Nárdiz se mantuvo en el Gobierno de Aguirre -presidido, desde la muerte del primer lehendakari en 1960, por Jesús María Leizaola-, aunque la operatividad política del Ejecutivo vasco en el exilio fue diluyéndose con el paso del tiempo, lo mismo que sucedió con ANV, convertida en un partido fantasma, estrechamente identificado con la estrategia del PNV. Muerto Franco, Nárdiz regresó al País Vasco, mientras los escasos miembros de ANV se dividían entre los partidarios del consejero y los que controlaban las siglas del viejo partido, que terminarían integrando Herri Batasuna en 1978. Después de la disolución del Gobierno vasco en el exilio, al aprobarse el Estatuto de Gernika, Gonzalo Nárdiz se mantuvo alejado de toda actividad política.
El fallecimiento de Nárdiz cierra una etapa histórica, en su doble vertiente de dirigente de Acción Nacionalista Vasca y de consejero del Gobierno de Euskadi. Por un lado, ANV fue un partido minoritario en los años treinta, pues no logró resquebrajar la hegemonía del PNV, en una sociedad vasca mayoritariamente católica y conservadora. Sin embargo, tuvo una gran trascendencia histórica, al ser la primera escisión por la izquierda con cierta fuerza en la historia del nacionalismo vasco, dado su carácter aconfesional, republicano y liberal, que le llevó a formar parte del Frente Popular en 1936. Además, ANV -que preconizaba la autodeterminación y no, como el PNV, la reintegración foral, como base del autogobierno vasco- se adelantó a la estrategia que más tarde adoptaría el PNV, al optar por la aceptación de la democracia republicana y por la consecución de un Estatuto de autonomía para el País Vasco, en el marco de una España democrática.
Por otra parte, no deja de ser significativo que el fallecimiento de Nárdiz haya coincidido con el día de la presentación del plan soberanista del lehendakari Juan José Ibarretxe, que supone enterrar los 24 años de autogobierno del Estatuto de Gernika. Pues el primer Gobierno vasco, del que Nárdiz formó parte a lo largo de toda su trayectoria, fue -a pesar de las lógicas dificultades propias de la guerra y el exilio- un ejemplo de unidad democrática entre nacionalistas y no nacionalistas, y un hito trascendental en la historia del autogobierno vasco, cuyos logros y lecciones no cabe echar en saco roto.-
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