_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Jaimitadas

Hace algo así como 7.000 años, el humor era de otra clase. Para empezar, no había monologuistas, esas gentes que se creen que por ser actores pueden subirse a un escenario a contar chistes. El humor es demasiado serio como para dejarlo en manos de arribistas. Hace 7.000 años los chistes no es que fueran precisamente neolíticos, eran de Jaimito. Mejor dicho, eran de Quevedo y de Jaimito. También de franceses. Se juntan un francés, un inglés, un alemán y un español y siempre era más listo el español. En efecto, corrían otros tiempos. Hoy ponerse a contar chistes de Jaimito -¿quién se acuerda del pobre Quevedo y sus escatologías?- no creo que tuviera ninguna gracia. Pongamos que va Jaimito levanta la mano en clase y dice que tiene un flan. Un flan de huevo y no de sobre porque cuenta, manda huevos, con la voluntad popular. Es más, la voluntad popular es la que le ha obligado a cocinar su flan sólo para que al final sea la voluntad popular la que lo refrende. Entonces Jaimito coge y se autopregunta, quiero decir, se autoconsulta: ¿que por qué necesito de la voluntad popular si ya la tenía antes del flan? Para comerme a Caperucita, porque la muy tuna podría decir que si la voluntad popular estaba expresada antes del flan, también podría aducir ella que contaba con mucha voluntad de ésa y dejarle a la abuelita sin su flan.

O igual era al lobo. Qué tiempos. Coge Jaimito y por cambiar un poco de aires se acerca a un club. Con el flan. Es más, planta el flan allí en medio y le deja que hable solo. En el club. No en un club de alterne sino en uno con número futurista o veintiuno, el aceituno. Entonces el flan se larga un monólogo y, qué cosas, consigue que toda la gente se desternille. Que si es el último flan o luego será la independencia, que si es el auténtico cuento chino, digo, flan chino, porque proporciona convivencia y no separa ni persigue hacerlo. Vamos, que se mueren de risa. Claro que se trata de un público muy entregado. Muy entregado desde antes.

Pongamos que había un antes; pues bien, el flan lo dejaría en después. ¿En qué se parece un flan a un destino? En que los dos empiezan por "i". O por cojones, que es una forma muy pero que muy grosera de denominar al huevo. Es decir al flan, que ya está alcanzando el paroxismo. Bueno, y Jaimito. Jaimito y el flan alcanzan el paroxismo cuando hablan de ciertos polvos que han traído estos flanes y otros lodos y que no eran racistas. La gente del club se tira por el suelo. ¿Maketo? Ese señor por aquí no pasó. Es más muchos hubieran querido que ni pasara. Pero de racismo nada, oiga, ¿qué palabrotas son ésas?

Lo dicho, los chistes de Jaimito no tienen ningún futuro. Es como cuando se le ocurre hacerse un decreto. ¿Que no lo saben? Pues va un día Jaimito y decide hacer un decreto. Entonces la señorita le pone en un brete (los chistes de Jaimito versaban mucho sobre escuelas, señoritas y pobres alumnos como Jaimito). ¿De dónde vienes, Jaimito? Le pregunta la señorita. De la inmigración le responde Jaimito, que es un chaval muy educado e instruido y que, si no, se llamaría Iagoba. Muy bien, le felicita la señorita. ¿Hay alguien más que venga de España? A ver, Fernández, escríbame cien veces en la pizarra soy emigrante. No, soy minero, no. No, tampoco soy rebelde porque el mundo me hizo así. ¿Que le han robado el carro? Pero qué poropopero pero es éste? Se están mereciendo no ya un decreto sino un decretazo, brama la señorita con cara de ángel, o de anjel, porque ahora la ortografía está muy rara.

Y en un visto y no visto se refrenda y consigue que le ampare el director de la escuela. ¿Inmigrante? Un término técnico, aséptico. ¿Maketos? Una licencia poética que empleó cierto señor muy bueno para referirse a realidades que ya no existen. A ver, Jaimito, ¿qué es una metáfora? Exacto, decir una cosa por otra. Pertenece al mundo de la poesía, estupendo. Hace 7.000 años los hombres eran muy poetas. Y hace 108 también. Entonces no había monologuistas. Sino gentes con un gran sentido del humor: "Un bizkaino hace en igual tiempo tanto como tres maketos juntos". Bah, cosas de risa. Jaimitadas. Y el que no se ría se queda sin flan.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_