Política antiterrorista
Cuando la Policía francesa se apunta nuevos éxito contra ETA, es necesario mirar a nuestro Gobierno y demandar una explicación, porque algo no encaja en su proclamada política antiterrorista. Entre el afán por atribuir a este objetivo su subordinación a la política norteamericana, y a la vez distanciarse del país que detiene terroristas, desmantela aparatos, y poco a poco va consiguiendo que el final del terrorismo sea cada vez más verosímil, existe una contradicción que debe ser corregida.
Para José María Aznar, a tenor de sus afirmaciones, el combate contra el terrorismo es la piedra angular que justifica toda su política. Da igual que se trate de combatir a los etarras que tanta destrucción, división y dolor vienen ocasionando en esta tierra; descalificar cuanto se cuece en los órganos de representación y gobierno de la comunidad autónoma; tratar con desdén y desprecio a los socialistas que sufren en igual o mayor medida que los populares los efectos de los pistoleros y dinamiteros de ETA, o justificar su incondicional apoyo a Bush, tanto a la hora de apoyar su política imperial en Irak, como de dificultar -o impedir- el avance de Europa hacia una unidad efectiva. Todo lo que le interesa a Aznar lo envuelve en una política antiterrorista convertida en arma arrojadiza para mantener a raya a quien discrepa del Gobierno.
Pero esa piedra angular, lejos de ser sólido granito, hace tiempo que se convirtió en una informe mole de cartón-piedra. Por eso, si de los Estados Unidos sólo hemos obtenido vanas declaraciones, mientras que de la vecina Francia vienen los éxitos contantes y sonantes, es necesario que nuestro presidente reconozca que sus expectativas no se cumplen, y, en consecuencia, dé un giro de 180 grados a la política española, para que ésta, abandonando su servilismo pronorteamericano, se integre como socio leal en la política europea, y corrija situaciones lamentables como el reciente desencuentro de Bruselas.
De no hacerlo, en los ciudadanos tomará fuerza la opinión de que el no reconocimiento del error se antepone a la lucha antiterrorista, y que ésta es un simple recurso dialéctico para justificar aquello que para la mayoría del pueblo español no tiene justificación, a la vez que la utiliza como ardid para captar votos.
Nuestra prioridad no debe consistir en avalar la fracasada política norteamericana en Irak, cuyo terrorismo no hacemos más que engordar, sino en combatir el terrorismo que tenemos en casa, reconociendo el apoyo de nuestros socios europeos y buscando la complicidad de todos los ciudadanos que vivimos en esta piel de toro.
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