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Los sindicatos descartan negligencia en la muerte de un bebé en el metro

"Lo extraño es que nadie accionara el freno de emergencia", dicen los sindicatos

La fatalidad se ensañó el miércoles en la estación de Empalme y acabó con la vida de Estefanía, un bebé de cuatro meses que se cayó a la vía. La madre, Norma Susana Visuete, de 33 años, iba a salir del vagón cuando las puertas se cerraron, dejándola a ella dentro y al cochecito con el niño fuera (en el andén). Arrancó el metro y la mujer vio horrorizada que la manga de una cazadora, que llevaba colgada en el carricoche, quedaba aprisionada entre las puertas. El metro, al avanzar, arrastró el carrito. El conductor obró correctamente y el accidente se debió a la mala fortuna, según los sindicatos.

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Minutos antes de la tragedia, la niña lloró de hambre y su madre la amamantó en el mismo vagón envolviéndose ambas en su cazadora. Al llegar a Empalme, se levantó, sentó a la niña en la sillita de paseo y colgó la cazadora en el manillar. Una manga quedó suelta. Eran las dos de la tarde. En el metro había bastantes viajeros que regresaban a sus casas a comer. Al ir a salir del vagón, alguien empujó a Norma Susana lo suficiente como para hacerla bascular, haciédole soltar el carrito de la niña en el preciso momento en que las puertas se cerraban.

La sillita de paseo infantil quedó en el andén; la madre, dentro del metro. La manga de la cazadora que pendía del manillar del cochecito quedó aprisionada entre las puertas. Si las puertas se hubieran cerrado sobre un brazo o una mano, o un libro grueso, se habrían bloqueado automáticamente, y el convoy no habría arrancado. Habría bastado que el cierre hermético de las puertas hubiera sido obstaculizado por algo de 2,5 centímetros de grosor, ya que el circuito de seguridad detecta objetos de tienen al menos ese grosor. Pero la tela de la manga de la cazadora no medía lo suficiente, y el conductor observó en su tablero el piloto verde que indica que las puertas están correctamente cerradas... Y arrancó.

La madre contempló a través del cristal de la puerta cómo el metro arrastraba tras de sí al carrito con la niña. Más allá de la desesperación, tiró de la manga, gritó, chilló, golpeó la puerta, la pateó.... En vano. El metro adquiría poco a poco velocidad y el carrito seguía unido al vagón por la manga de la cazadora, con la niña sentada, mirando para atrás.

A cielo abierto

La madre viajaba en el quinto vagón de un convoy de seis, de forma que el carrito rodó cerca de 70 metros. Traducido en tiempo, unos ocho segundos. El andén de la estación de Empalme, construida a cielo abierto, no desemboca en un túnel. Discurre a un metro de altura y se interrumpe abruptamente, dando paso a un ensanchamiento del terreno. Por eso, al llegar al final del andén, el carrito voló y la pequeña Estefanía acabó estrellándose contra el suelo, muriendo en el acto. Mientras, la madre se alejaba con la cara pegada al cristal de la puerta del vagón rumbo a la estación de Campamento. Regresó en el metro de vuelta para enterarse del trágico final de su hija.

Tanto Ignacio Arriba, antiguo conductor de metro, actual inspector de mando y miembro de CC OO-Metro, como Fernando Chinarro, de UGT-Metro, consideran que el conductor obró correctamente, y que el accidente se debió a la mala fortuna.

"El conductor llega a la estación, se abren las puertas, mira por el espejo que hay en el arranque de la estación; puede que vea un carricoche, pero a 70 metros no puede distinguir si la madre está dentro o fuera. Puede que tal vez le tapen la visión los viajeros que salen de otros vagones. Lo importante es que el sistema de cierre automático no bloquea las puertas, y el conductor se fía de eso. Y arranca. Lo extraño es que nadie, no ya la madre, que estaría traumatizada, sino del resto de los pasajeros, tuviera en ocho segundos los reflejos suficientes como para activar el freno de emergencia. A no ser que alguien lo activara y no funcionase", explica Chinarro. "Lo realmente asombroso es que nadie accionara el freno", añade Arriba.

El consejero de Transportes, Francisco Granados, del PP, señaló también que los sistemas de seguridad funcionaron correctamente y que Metro ha abierto una investigación. El tren se halla ahora en el fondo de saco de Canillejas, a la espera de que los técnicos comprueben que todo funcionaba en él correctamente.

"No podemos ni hablar"

Los padres de la niña fallecida, Fabricio Simba y Norma Susana Visuete, pasaron la tarde de ayer en su domicilio de la calle de Valmojado, en el barrio de Aluche, tan sólo acompañados por la madre de Fabricio y por la hermana, María José. Ésta salió al atardecer a comprar a la farmacia una caja de tila para Norma Susana. Apenas recibieron visitas.

"Está muy mal la pobre; es un manojo de nervios. Ni ella ni mi hermano están para nadie después de lo que ha sucedido. No podemos ni hablar", explicó María José, con la voz entrecortada y los ojos enrojecidos. La otra hija que tiene Norma Susana, fruto de una relación anterior, no estaba en el domicilio y se encontraba con otros familiares. María José relató que su hermano y su cuñada están muy traumatizados por lo sucedido. "Aún no han podido pararse a pensar si tienen que hablar con alguien o si van a poner una denuncia", dijo la mujer.

El defensor del Menor, Pedro Núñez Morgades, habló ayer con la familia y se puso a su disposición para todo lo que necesitasen. Fabricio, el padre, le dijo que, de momento, los familiares sólo quieren guardar el luto por la pequeña.

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