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Reportaje:VIAJE DE CERCANÍAS

Cine en Alfàs del Pi

José Pérez Iborra, de 51 años, es el hombre-orquesta del cine, o lo que es lo mismo, una especie de cinéfilo en trance de extinción. El hombre-orquesta del cine toca el bombo, los platillos y la flauta, a la vez y sin ayuda de nadie, pero además lo hace por cuatro perras.

Pepe Pérez es soltero de cuna, cinéfilo por herencia y enemigo mortal de las películas del Oeste. Vende él mismo las entradas sentado en un taburete en el interior de una habitación con taquilla. Luego sale de la taquilla y se pone a las puertas de la sala (200 butacas) y corta las entradas. Después sube corriendo a la cabina y pone en funcionamiento la máquina Hispania y proyecta la película que previamente ha alquilado y anunciado. Y a continuación despacha bebidas o prepara bocadillos en la barra del bar del cine Roma cuando los clientes lo piden. Por si todo esto fuera poco, Pepe Pérez y sus hermanos Miguel y Juan Luis (este último director de Valentín, una película basada en un libro de Juan Gil-Albert) organizan un Festival Internacional de Cortos cada verano. Y todo lo expuesto lo hacen en un pueblo de la Marina Baixa, no lejos de Benidorm, que se llama Alfàs del Pi.

"Ésta fue la herencia de nuestro padre, así que a menos que las cosas se pongan muy mal, no vamos a decepcionarle cerrando el Roma", añade Pepe

Los hermanos Pérez, hijos del panadero del pueblo, ya fallecido, son como siameses unidos por un cordón umbilical de celuloide.

"El oficio de nuestro padre era panadero, pero lo que le apasionaba de verdad era el cine", recuerda Pepe, "así que un buen día decidió traerlo a nuestro pueblo no tanto para enriquecerse como para hacer felices a sus vecinos".

Pepe Pérez debe aclararnos, antes que nada, por qué le tiene tanta ojeriza a las películas de vaqueros, un género popular en todo el mundo. "Es muy sencillo. Cuando en tiempos de Franco existía la censura y no podíamos ver nada interesante en España, lo único que te dejaban proyectar sin problemas eran las películas de vaqueros, y tenías que tragártelas unas detrás de otras, fueran buenas, malas o pésimas, hasta que al final las aborrecías".

La historia de esta familia de cinéfilos arranca en 1955. Entonces Alfas del Pi era un pueblo muy pobre que se llamaba Alfàs de Polop, y vivía mitad del trigo, mitad del aire. El mismo nombre de Alfàs, según asegura Pérez, significa campos sembrados. Los vecinos decidieron quitarle el añadido Polop y sustiuirlo por cualquier otra palabra. No sabían cuál hasta que uno de ellos, pensando a la sombra de un pino, propuso precisamente esta palabra, pino, y de este modo se apropiaron de un significante autonómico.

A mediados de los cincuenta Alfàs tenía 900 habitantes. Muchos se aburrían como ostras y entonces la Divina Providencia encomendó al panadero que amasara alguna diversión: "Mi padre era un visionario y compró una vieja camioneta, le puso unos bancos de madera y por tres pesetas montó el negocio de llevar a los vecinos de Alfàs al cine que había en Benidorm, y luego los devolvía al pueblo", explica Pepe.

Esto era sólo el principio. Más tarde, el panadero decidió que en en lugar de un camión para ir al cine era mejor tener un cine y prescindir del camión. Lo hizo así, y todos se lo agradecieron.

"A mi padre le gustaba tanto el cine que contagió no sólo a la familia sino también al pueblo entero. Un hermano mío, Juan Luis, es director de cine. Y el otro, Miguel, es tan cinéfilo o más que yo, lo cual es una suerte porque así nos turnamos en la sala Roma", añade Pepe.

El padre de Pepe, o sea el panadero de Alfàs, no ambicionaba hacer negocios fuera del pueblo. Montó una sala de fiestas en los años difíciles. Contrató una orquesta. Su ilusión era que los vecinos no tuvieran que ir a Benidorm a divertirse. Pero, según recuerda Pepe, el cura movió Roma con Santiago y hasta que no cerró la sala de fiestas, no se dio pausa.

Pero mientras el cura rociaba las calles de Alfàs con agua bendita, el panadero echó más leña al fuego de su horno, y alguien vio ese fuego desde la distancia y en el año 1956 el director Luis Gamboa vino a este pueblo a rodar la película La estatua, cuyos protagonistas fueron Alicia Altabella y Félix Defauce. Lo mejor de la película era su argumento, sin duda imperecedero: un alcalde trae por fin agua a su sediento pueblo pero, en reconocimiento de esta gesta, exige que los vecinos sufraguen una estatua en su honor y la pongan en la plaza.

Muchos vecinos aparecían en la película. Así que todavía hoy, transcurrido casi medio siglo del rodaje, hay quienes le piden a Pérez que se exhiba por enésima vez La estatua, aunque esto le cuesta Dios y ayuda porque sólo queda una copia y no es fácil alquilarla.

"En La estatua no sólo se contaba la historia del agua y del alcalde, sino que también había una historia de amor entre María y Pedro", recuerda Pérez.

Ahora las cosas no son demasiado fáciles para el cine Roma: la competencia de las televisiones, los multicines en centros comerciales como el cercano Carrefour, y la existencia de un automóvil en cada hogar, alejan a los vecinos del cine que tienen al doblar la esquina. Y como la mitad de la población de Alfàs del Pi (en torno a los 15.000 habitantes) son residentes extranjeros de la tercera edad, en su mayoría escandinavos, todavía peor.

Pese a todo, los hermanos Pérez están dispuestos a continuar con el negocio contra viento y marea. "Ésta fue la herencia de nuestro padre, el cine y aún más que el cine la vocación que despertó en nosotros, así que a menos que las cosas se pongan muy mal, no vamos a decepcionarle cerrando el Roma", añade Pepe. Sin duda existe un notable paralelismo entre el argumento de estas vidas y el que desarrolla la inolvidable película Cinema Paradis. "Cuando vi esa película me emocioné mucho, es como un calco de nuestras experiencias", afirma Pepe.

Falta media hora para proyectar Soñadores, de Bertolucci, y ya debe rebobinar la película y empezar a vender las entradas en la taquilla, ante la que no se forma cola sino un modesto goteo de doce espectadores. ¿Proyectaría la película programada aunque sólo tuviera cino o seis?, le pregunto.

"Por supuesto que sí. Yo aplico el principio de una pareja más uno, es decir con tres me conformo. Aunque debo confesar que algunas veces he pasado la película ante un sólo espectador, me daba vergüenza decirle que por uno sólo, rodeado de 199 butacas vacías, no merecía la pena".

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