Sinfonía patética
Alumnos y profesores del Conservatorio Superior exigen una solución a sus problemas de espacio
La queja es unánime y la ponen sobre la mesa tanto los profesores como los alumnos del Conservatorio Superior de Música del País Vasco, Musikene: todos saldrán perdiendo, los estudiantes porque se resentirá su educación, y el centro, porque verá seriamente dañada su imagen, si no se solucionan de una vez los graves problemas de espacio que acusan a diario en la sede provisional del centro, en el Palacio Miramar de San Sebastián. O, dicho de otra forma, si Educación no cumple su compromiso de construir un edificio propio.
"Musikene es como un recién nacido con una soga alrededor del cuello", resume el responsable del departamento de Jazz, Iñaki Salvador. "Tiene muchas potencialidades, no se repara en gastos en cuestiones educativas para ser competitivos y, sin embargo, no se soluciona la falta de espacio que hace que estemos ya en una situación insostenible".
La radiografía que hacen de la situación -la dirección del centro no quiere pronunciarse- no resulta nada halagüeña. "Físicamente no hay espacio", dice Salvador, "y varias veces hemos tenido que dar clase en despachos".
Los alumnos no disponen de aulas suficientes para ensayar y se ven obligados a peregrinar por la Escuela de Música y Danza con la esperanza de encontrar un lugar en el que poder practicar. Los profesores carecen de un aula fija donde dejar sus instrumentos y se ven obligados a montar y desmontar diariamente las infraestructuras para dar clase. Los horarios lectivos no son todo lo racionales que podrían ser. "Todo esto genera una gran pérdida de tiempo y de energía que podríamos estar invirtiendo en cuestiones mucho más productivas", sentencia Eli Etxeberria, directora del departamento de Pedagogía e Historia de Musikene.
¿Se está perjudicando a los alumnos? "Me atrevo a decir que sí", responde Salvador. Ellos lo saben, lo comentan en los pasillos y lo debaten en las asambleas, la última vez el pasado jueves. "Estamos en una situación precaria", indica Iñigo Coto, representante de los estudiantes. "No puedo decir que esto sea una mierda, porque el proyecto de Musikene es buenísimo, pero no podemos estar así". Desde la dirección se les ha comunicado que se ha aprobado la construcción de cabinas en los sótanos del palacio para dar una solución momentanea al asunto y esperan la salida de los trabajadores de Eusko Ikaskuntza del edificio.
El Conservario se inauguró en 2001 con 53 alumnos y otros tantos profesores en el Palacio Miramar, tras una pugna feroz de las tres capitales, con el compromiso de Educación de levantar para 2005 un edificio específico en una parcela cedida por el Ayuntamiento donostiarra junto al campus de la UPV. Hoy el centro, que en sólo tres años se ha hecho un nombre, tiene 235 alumnos y 150 profesores y un futuro incierto en este sentido.
De momento, la consejería de Anjeles Iztueta, que no comenta las quejas de profesores y alumnos -"no tenemos nada que decir", señala su departamento-, ni ha establecido plazos, que se sepa, ni tan siquiera ha encargado la redacción del proyecto, cuestión que esta misma semana le ha exigido el Ayuntamiento. "Entendemos que urge que se encauce el proyecto", explica el concejal de Educación, el socialista Ramón Etxezarreta. El tiempo apremia, pues una vez implantados todos los cursos Musikene acogerá en sus aulas a unos 450 alumnos.
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