"¿Sabe si nos darán papeles?"
"¿Es cierto que nos van a dar papeles? ¿Sabe usted algo?", pregunta al despedirse Rita Ávila. Esta mujer ecuatoriana ha abandonado por un momento la cabecera de su hija herida, Tania Lourdes Torres, de 17 años, y asistenta tres horas al día hasta el jueves. En una sala cercana a la habitación del hospital Clínico donde la chica dormita sedada, la madre aventa su angustia.
"Tania tiene un pulmón dañado, heridas en la cara, ha perdido un diente. El jueves se le pegaron las sábanas y salió tarde para ir al trabajo. Tomó el tren para ir a limpiar un bar en Nuevos Ministerios. Cuando nos enteramos de lo que había pasado, la llamamos a su móvil. Lo descolgó un señor que nos dijo que ella estaba viva pero quemadita", relata la madre, también asistenta.
Tras recibir atención en el hospital de campaña, Tania llegó al Clínico, donde permanece en estado grave. "Venía con las piernas tapadas con una manta porque la bomba le había destrozado el pantalón ligero que llevaba. Nos ha contado que oyó explosiones, que vio humo y se abrazó a un chico. Quería abrir la puerta. No se acuerda de más, pero dice que en el tren ya nunca monta", relata la madre.
Tania lleva tres años en España y tiene sus papeles en regla, pero parte de su familia, no. Su madre relata la historia de los Torres Ávila. "Mi marido y yo nos vinimos a España en 1999 porque en Loja [zona de la que procede gran parte de los inmigrantes ecuatorianos] estaba muy difícil con la dolarización. Veníamos a buscar una vida mejor y encontramos un país muy acogedor. Yo logré muy pronto trabajo en una casa. En 2000 conseguimos los papeles y mi marido empezó a trabajar de peón de albañil. Cuando pagamos la deuda de nuestro viaje, empezamos a traer uno por uno a nuestros cinco hijos y hasta nos hemos comprado piso en Vallecas. Pero mi hija mayor, de 23 años y con dos niños, y mi pequeño, de cinco, aún no tienen papeles". "Parece que Aznar ha dicho algo. ¿Sabe si nos van a dar papeles después de esto? Sería un alivio", plantea Rita.
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