Trazos gruesos
Dos exposiciones de dibujos en dos galerías bilbaínas. En Epelde & Mardaras (Conde de Mirasol, 1) el artista Luis Candaudap (Bilbao, 1964) muestra dibujos junto a una tela pintada con acrílico y óleo, más algunos collages y una serigrafía, entre otras obras de técnica mixta.
Destaca la tela pintada, con sus masas superpuestas y los choques entre límites. Se evidencian desgarros y rupturas, además de un entrevero feliz de pinceladas abruptas al lado de superficies asépticamente planas. Siempre con esa sensación de estar frente a la extraña conformación de planos imposibles. Fuera de esa potente obra, todo lo demás, aun reconociendo que la mayoría de las piezas están trazadas con suma destreza, con notable pulcritud y gran limpieza, no pasa de adscribirse a un mero alarde exhibicionista o a un prescindente juego malabar. Son los dibujos relativamente fáciles que realiza Candaudap como desahogo ante la dificultad que supone la creación permanente de las peliagudas piezas mayores. Está en su derecho de ir al encuentro de los cómodos aplausos públicos, a condición de que no acabe por elogiar demasiado complacido su propio menú.
Llenan las paredes de la galería Michel Mejuto (Juan de Ajuriaguerra, 18) una veintena larga de dibujos de Ignacio Zuloaga (Eibar, 18970-Madrid, 1945), trazados con carboncillo y lápiz sobre papel, además de una tinta. Son los entibiados rescoldos dibujísticos de quien fuera en vida un artista de enorme éxito y predicamento. Juzgados hoy, los dibujos dejan al descubierto un montón de defectos, que el artista trata de ocultar con los trazos de línea gruesa aplicado a los límites exteriores. Al no tener capacidad ni gracia para dibujar mediante el trazo puro y simple de la línea o, dicho también, a línea, lo que hace es servirse de impositivos trazos gruesos, de tal modo que acaban por convertirse en espurias máscaras que ocultan esa carencia de gracia.
En muchos de los dibujos impera un trazo agresivamente duro que, incluso, a veces transforma los modelos en meras caricaturas. Pareciera como si esos trazos duros, de línea gruesa, estuvieran deseosos de encarcelar a los modelos. Frente al encanto dúctil y maleable de lo curvilíneo, opone Zuloaga el basto trazo de las líneas gruesas rectangulares y angulosas. Aunque ese artista pretendiera gritar con un vozarrón bronco, alguien debió decirle en su momento que al verdadero arte se le escucha mejor y más profundo cuando el sonido viene a través de la sugerencia del suave susurro. Diré para terminar que en estos dibujos hay más apariencia que auténtica valía. No habrá que olvidar que el tiempo es capaz de erosionar hasta los sótanos de las catedrales.
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