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SAN FERMÍN
Columna
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Encierro 'Extreme'

En la mañana de ayer volvió a nacer el histórico corredor de los encierro Julen Madina. El renacimiento del atleta hernaniarra se verificó en el curso aterrador de una carrera en la que, los proverbiales capotazos del santo milagrero, brillaron notoriamente por su ausencia. Del terror que surcó la carrera pamplonesa dan una vaga idea las imágenes de la televisión. Pero la verdadera dimensión del terror vivido en la carrera escapa a las imágenes.

Hay que estar en el recorrido del encierro para ver cómo el pánico general va por delante de los lances dramáticos de la jornada. Hay que haber oído el ruido seco de los cuerpos volteados contra la piedra para convencerse de que la carrera es algo más peligroso que un deporte de riesgo. Por desgracia, la televisión demuestra un potencial escaso para trasmitir ese tipo de percepciones y convicciones. Por fortuna, no se teme por la vida del histórico corredor.

Para deporte de riesgo asequible a las masas ya tenemos la Extreme Bardenas

El de Hernani pertenece al distinguido grupo de corredores, adictos a la carrera, conocido como los divinos. El hecho es que la carrera crea adicción y hasta profesionales de la misma.

Los profesionales de la carrera, como cualquier gremio especializado, especulan durante todo el año sobre la misma, sientan cátedra sobre el arte de conducir a la manada y abogan por la instauración de una pedagogía del bien correr. Sin embargo, encierros tan dramáticos como el de ayer hacen pensar que, como mucho, el arte de conducir a la manada no puede ir en los actuales encierros más allá del hábil despliegue de algunas mañas, ninguna de las cuales salva a nadie del azar. Como botón de muestra, el corredor de Hernani.

Julen Madina, licenciado en Educación Física, es un atleta que tiene en su haber los títulos de Entrenador Nacional de Judo y de Jiu-jitsu; ha practicado deportes de riesgo -modalidad en la que incluye a los encierros- como el rafting, el hidro-speed, el barranquismo, el submarinismo, el paracaidismo (caída libre) y el vuelo sin motor (parapente)-. Además, cuenta con una experiencia de más de tres decenios en el arte de correr encierros, no sólo en Pamplona, sino en Tafalla, San Sebastián de los Reyes, Cuéllar, Deba y un largo etcétera. En todos esos lugares, sea dicho de paso, hay profesionales de los encierros que no faltan a la cita de Pamplona. Pues bien: ni la profusión de saberes, ni su aquilatada experiencia ayudaron ayer al histórico corredor.

Los profesionales del encierro temen que éste pueda morir de éxito. Probablemente ya murió. Da igual si por culpa del best-seller más leído en los años cuarenta del pasado siglo -Fiesta-, o si por culpa de la televisión, que da una visión deficiente del auténtico terror de la carrera, y que la presenta como otro excitante deporte de riesgo. Los encierros son hoy, en su mayor parte, cosa de unos cuantos adictos al riesgo, algunos profesionalizados, y de una turba informe que padece las deficiencias de la televisión.

Una cosa sí que podía hacer la televisión en materia de pedagogía festiva: trasmitir que, para deporte de riesgo asequible a las masas, en vísperas sanfermineras tenemos la Extreme Bardenas: una travesía ciclista del desierto, multitudinaria, a cuarenta grados a la sombra.

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