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Marcus Welby (revisado)

En la pasada primavera sugería la imprescindible pervivencia del sistema nacional de salud en el marco constitucional autonómico. Recientemente, la presidenta de la Comunidad de Madrid ha reincidido en este tema, proponiendo al presidente del Gobierno de la nación un "pacto nacional por la sanidad" que garantizase una oferta sanitaria de calidad en todo el Estado. Presumo que esta propuesta incluirá, además de aspectos financieros, elementos asistenciales inéditos cuando, a mediados de los setenta, se emitía la popular serie televisiva sobre el médico que da título a este artículo.

Mi propuesta de abril sobre la creación de una Fundación para la Sanidad Electrónica que, desde un ámbito nacional público-privado, desarrollase en España los proyectos de historial médico electrónico y receta electrónica, basados ambos en estándares de interoperabilidad y seguridad, se fundaba en las experiencias desarrolladas en EE UU. Los esfuerzos de la Markle Foundation, mediante la eHealth Initiative, han sido decisivos para catalizar avances en la gestión electrónica que, a buen seguro, propiciarán una sanidad más segura y eficiente. El lanzamiento de la Connecting for Health supone el nacimiento de un importante consorcio, integrado por los actores más importantes de la sanidad y la tecnología, cuya misión es demostrar cómo el uso de estándares comunes de interoperabilidad puede salvar vidas. Los trabajos de investigación sobre estandarización de la trasmisión de la información sanitaria del Health Level Seven, permiten abordar técnicamente un auténtico, y único, sistema nacional de salud electrónico con visión federal. La base de datos que contiene el nomenclator médico más importante del mundo, el SNOMED CT, puede ser descargada gratuitamente a través de la National Library of Medicine.

Políticos como los senadores demócratas Edward Kennedy y Hillary Clinton, o como el antiguo líder republicano Newt Gingrich y su Center for Health Transformation, han servido de conciencia para provocar la reacción de la Casa Blanca frente a la e-sanidad. El ministro de Sanidad, Tommy Thomson, ha nombrado recientemente a David Brailer como coordinador de las TIC en Sanidad y acaba de lanzar un plan estratégico (The Decade of Health IT) para crear una red sanitaria perfectamente interoperativa y para acelerar los trabajos encaminados a conseguir historiales médicos electrónicos. El gobierno federal utilizará el enorme potencial de compra que le proporciona los programas de Medicare y el Medicaid para allanar previsibles resistencias. Todos estos significativos avances acontecen en un sistema sanitario como el estadounidense que mantiene enormes desequilibrios, a pesar de absorber el 15% de su PIB. Cien mil muertos anuales por errores médicos, costes crecientes en las primas de los seguros que satisfacen los empresarios, 43 millones de ciudadanos carentes de cobertura sanitaria, con un gasto per cápita que duplica al de Suiza y que, aún así, le lleva a ocupar el lugar 47 en cuanto a esperanza de vida y el 43 respecto a mortalidad infantil. El trasfondo es deficiente y la acción necesaria.

Fuera de los EE UU, y a modo de referencia sucinta, en el Reino Unido, el Wanless Report señalaba a comienzos de 2002 que el gasto de la sanidad británica en tecnologías de la información debía duplicarse para conseguir un nivel electrónico conveniente (cita previa, receta electrónica, historial médico electrónico, etc.). Como consecuencia, el NHS contará con un presupuesto anual de 3,9 billones de dólares para tecnologías de la información y comunicación (TIC) y se ha nombrado a Richard Granger como director responsable de los proyectos.

Sin duda el punto de partida no es halagüeño. Recientes estudios demuestran la escasa relevancia de la inversión de los sistemas sanitarios internacionales en TIC (hardware, software, servicios). En EE UU supone 3.000 dólares por empleado, mientras que la media en otros sectores es de 7.000 y en la banca 15.000. Seguramente un sistema basado en el papel tiene grandes posibilidades de ser un sistema ignorante en el siglo XXI.

Probablemente, este tipo de argumentos no habrán estado presentes en la reunión de la Moncloa a la que me he referido al comienzo. Sin embargo, deberían tratarse en un plano político menos relevante pero con fuerte delegación en la toma de decisiones. El amplio consenso parlamentario que obtuvo la Ley de Cohesión y Calidad, los casi 20 años que contemplan la Ley General de Sanidad y los 25 de nuestra Constitución constituyen un arsenal legislativo suficiente para afrontar nuevos retos en materia de gestión y prestación sanitaria.

El fenómeno de la globalización en un país como España, cuyo principal sector económico es el turismo, supone una creciente presión en el presupuesto de las autonomías pero, también, en la prestación que ejercen nuestros sanitarios. Mientras que nuestros visitantes utilizan sus propias tarjetas de crédito y sus datos son transmitidos y verificados electrónicamente de forma instantánea, los expedientes médicos son guardados celosamente por cada servicio hospitalario, fuera de nuestra tutela personal produciendo un apagón informativo para el resto de la comunidad médica planetaria. La movilidad ciudadana puede implicar que muchos ciudadanos dispongan de tres o cuatro expedientes médicos, tantos como lugares de residencia haya tenido en España o en la UE. La diversidad lingüística supone una barrera para cualquier facultativo que interrogue a un paciente trasladado. La imposibilidad de disponer de datos homogéneos que comparen las prácticas interhospitalarias condena al paciente a depender de la suerte que le reporte su empadronamiento. La conexión entre sanidad y seguridad pública impide maximizar las actuaciones conjuntas ante catástrofes, más allá del heroísmo. La interpretación de la sanidad en un sentido amplio (factores socioeconómicos, medioambientales, geopolíticos) sólo es posible desde la integración de múltiples factores interdependientes. Todos estos problemas, que implican enormes costes operativos, tienen solución. El tiempo perdido en rehacer las historias clínicas, el contraste de incompatibilidades y contraindicaciones, la consulta de pruebas complementarias, la formulación de prescripciones, los problemas de legibilidad, la actualización de expedientes, etc. Todo ello puede realizarse desde un PC minutos antes de la visita médica, complementado con un portátil con Wi-Fi, con un PDA o un BlackBerry, durante la misma.

Los síntomas del SNS, y aún las terapias técnicas para su modernización, son bien conocidas en España. Sobra tecnología, quizás falten enormes dosis de voluntad política en el marco del Consejo Interterritorial para alcanzar consensos sobre la dirección, la financiación, los plazos. de todo un proceso de reafirmación del sistema nacional de salud a través de la tecnología. Por ello, la idea de posibilitar un pacto nacional por la sanidad debe ser bien acogida, si además de corregir desequilibrios financieros, racionalizar el catálogo de prestaciones, modificar la estructura del fondo de cohesión..., establece una concepción única de la sanidad electrónica. De lo contrario, el Consejo de Política Fiscal y Financiera puede remendar el roto.

jecervera@mixmail.com

José Emilio Cervera es economista

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