Admirable Strauss, serenado Mehta
Si el primer concierto de Zubin Mehta con la Bayerisches Staatsorchester dedicado a Gustav Mahler constituyó un éxito rotundo, el segundo y último, consagrado a Richard Strauss, se convirtió en apoteosis en honor del gran compositor muniqués y sus colaboradores individuales y colectivos. Y es que, pese a todo, el público sinfónico y operístico estima la grandeza de este genio del siglo XX. Llama la atención, por eso mismo, la parquedad de nuestras organizaciones musicales a la hora de programar Strauss, y -¡todavía!- se recuerdan las banalidades suscritas por Amadeo Vives y hasta por Felipe Pedrell en torno a Don Quijote, las variaciones caballerescas para violonchelo y orquesta que escuchamos esta vez junto a otro soberbio poema straussiano, Vida de héroe, que datan, respectivamente, de 1897 y 1898.
Ciclo Orquestas del Mundo
Bayerisches Staatsorchester. Director: Z. Mehta. Obras de R. Strauss. Auditorio Nacional, Madrid, 13 de septiembre.
El público musical demostró, una vez más, en el auditorio repleto y honrado por la presencia de la reina doña Sofía, que sabe calibrar su entusiasmo o, para ser más exacto, que conoce bien cuándo debe darle rienda suelta. Y es que las dos versiones de esta música sinfónica tan admirable alcanzaron cimas tan elevadas como las que podamos considerar históricamente de mayor medida. No cabe transmitir con mayor fidelidad la visión straussiana del caballero de La Mancha como encarnación de un ideal de validez universal o la referencia a una existencia propia como la del héroe, que no es otro que el propio Richard Strauss, capaz de transformar en hecho artístico de primera categoría sus más íntimas cavilaciones. Que Zubin Mehta posee auténtico genio musical lo sabemos desde la primera vez que le vimos dirigir Don Juan en el festival granadino de 1964, pero el tiempo ha sazonado su talento y el apasionado ejercicio de la profesión ha encendido y, a la vez, serenado ideas y conceptos.
Hoy, Mehta es un grande en el libro de historia de la dirección, más aún por su naturaleza estrictamente musical que por la práctica de un divismo que nunca le tentó ni sedujo. Así, al frente de la orquesta bávara, una de las más antiguas de Alemania, conmovió a la audiencia igualmente maravillada por esa admirable centuria orquestal cuya medida podría ser el hecho de no precisar invitación a solistas de fuera, pues los tiene en sus filas: el concertino, Yves Savary; el de viola, Dietrich Cramer, y el de violín, Markus Wolf, se comportaron como lo que son: estupendos concertistas.
Babelia
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