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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Somos más, pero menos

La desaceleración del crecimiento de la población mundial que proyecta el último informe del Fondo de Población de Naciones Unidas puede resultar positiva, pero algunas de sus razones, como el sida, y de sus consecuencias son preocupantes. Somos 6.377 millones -cuando anteriores proyecciones sobrepasaban ampliamente esta cifra ya desde 2000-, y seremos 8.900 millones a mitad de siglo. Pero si esta prospectiva viene a desmentir en parte al malthusianismo, ello no significa que la miseria haya dejado de crecer. La población de los 50 países más pobres aumentará en un 22%, y hoy dos de cada cinco personas en el mundo viven con menos de dos euros al día.

A mediados de los noventa, la población mundial crecía a un ritmo de 82 millones de personas al año. Ahora son 76 millones. Los avances en la educación y los anticonceptivos utilizados hoy día por un 61% de las parejas, están, finalmente, teniendo un impacto. Pero, desgraciadamente, esta desaceleración se debe en gran medida a que los efectos del sida, sobre todo en África, son devastadores. En 2003 la enfermedad mató a tres millones de personas e infectó a cinco millones más.

En cuanto a las mujeres, la mortalidad por el embarazo o el parto es 11 veces mayor en el mundo subdesarrollado que en el rico. Pero no se trata sólo de esto. En India, según otros datos, la proporción de niñas frente a varones entre los menores de seis años ha caído de 945 por cada mil chicos en 1991 a 927 en la actualidad, independientemente de la cultura religiosa a la que pertenezcan. En el conjunto de Asia, las pautas demográficas vienen a indicar que faltan en las cuentas varias decenas de millones de mujeres, debido a que las parejas prefieren demasiadas veces tener hijos y abortan o matan a las hijas recién nacidas. Aunque los derechos de las mujeres hayan mejorado en 151 países, con razón advierte la ONU de que hacer el mundo más seguro para todos requiere hacerlo, sobre todo, para todas las madres y niñas.

Tampoco entre los mayores la situación es halagüeña. Si hace unos años se hablaba de la floridización del Primer Mundo, con una tercera edad numerosa pero con medios, entre 2000 y 2050, en la mayoría de los países en desarrollo se habrá duplicado la proporción de población de 65 y más años. El crecimiento de esta tercera edad está generando un problema planetario de ancianos en la pobreza, sin que se tomen medidas para paliarlo. Y en lo que constituye la mayor generación de jóvenes registrada en la historia, una de cada cinco personas en todo el mundo -1.300 millones en total- es adolescente (entre 10 y 19 años de edad), pero la mitad están infectados con el sida y sin perspectivas vitales, lo que provoca un fenómeno global de frustración juvenil.

En 1994 se aprobó en El Cairo un programa a 20 años vista para mejorar el estado de la población mundial. A medio recorrido, los países ricos sólo han aportado la mitad de los fondos a los que se habían comprometido para estos dos lustros. Somos más, aunque menos de los que se esperaba, pero igual o más insolidarios.

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