Atentado urbanístico
El atentado (que aún estamos a tiempo de evitar) previsto sobre El Cabanyal-Canyamelar-Cap de França no es sólo una agresión a un barrio. Por sus características (rompimiento traumático e innecesario de una zona urbana histórica para poder alcanzar antes la playa... desde el centro de la ciudad), es una agresión a toda Valencia, y es asimismo una agresión a cuantos entienden que la ciudad es tanto mejor cuando se construye desde el entendimiento, la generosidad y el respeto al patrimonio. Es la consecuencia de un urbanismo belicoso, casi militarista, que diseña y ejecuta pensando en los fines sin tener en cuenta las bajas que necesariamente se producirán. Un modo de entender la planificación urbana cuya idea base de progreso se plasma en una amalgama de nuevos edificios, anchas avenidas, confortables automóviles, modernos túneles, velocidad sin reparos, turismo inagotable...
Ahora parece que el aparato judicial se asocia a esa concepción y cierra así nuestro particular círculo de tiza valenciano, dejando muy pocas opciones a un final feliz.
El "no pasarán" madrileño, emulado de manera ejemplar por numerosos vecinos del distrito amenazado, ha sido aparentemente acallado por el "pasaremos" de una alcaldesa y su equipo municipal, incapaces de reaccionar con la sensibilidad que se le debería suponer a un gobierno respetuoso con las raíces históricas de su pueblo y, lo que es más importante, con las vidas que han arraigado allí durante tantos años que ya no podrán ser reconstruidas en ningún otro lugar. Deberíamos ahora poner todos los medios para que no se convierta en el "ya hemos pasao" con el que la Gámez se regodeó tras la derrota republicana.
En la misma línea que la destrucción de La Punta, esta actuación no deja de erizarnos los cabellos igualmente. ¿Habrá suficiente gente con coraje y sentimiento en esta ciudad adormecida como para dar la respuesta adecuada a esta incalificable agresión?
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