El Levante frena la euforia rojiblanca
Mal partido en el Ciutat de València del Atlético, que empezó sin nervio y sólo al final hizo algún mérito para empatar
Tras el subidón que le dio empatarle al superfavorito Barcelona, el Atlético llegó desinflado a la cita con el otro equipo azulgrana del campeonato. Este infinitamente más modesto, pero tan ilusionado si cabe después de 39 años ausente en la categoría. Pese a su notable arranque de Liga, el cuadro de Ferrando se dio ayer de bruces con la realidad. No anda sobrado de fútbol: se basa sobre todo en su voluntad. Y anoche, ni eso. Se dedicó a la vida contemplativa y acabó pagándolo. Nunca demostró su supuesta superioridad. Vivió a expensas del Levante y sólo al final, en un magistral disparo de falta de Jorge, arañó el empate. No hizo méritos suficientes.
El partido adquirió un tono monocorde, tristón, hasta que el lateral Pinillos colgó un balón al área en busca de un Manchev rodeado de defensas rojiblancos. Un centro trivial de no haber sido porque Velasco cargó levemente en el salto al delantero búlgaro Manchev. Y porque el árbitro vio un penalti que casi nadie vio. Rivera lo transformó con tranquilidad. El protagonismo del capitán del Levante es absoluto. Lanza los córners, las faltas, los penaltis, es el inicio del juego y también contribuye a deshacer el del contrario. Se siente el rey.
LEVANTE 1 - ATLÉTICO 0
Levante: Mora; Pinillos, Culebras, Jesule, Harte; Ettien, Celestini, Rivera (Camacho, m. 84), Nacho; Manchev (Jofre, m. 76) y Sergio García (Congo, m. 88).
Atlético: Leo Franco; Velasco, Perea, Pablo,Sergi; Aguilera (Jorge, m. 59), Luccin (Simeone, m. 86), Musampa; Ibagaza (Colsa, m. 56); Salva y Fernando Torres.
Goles: 1-0. M. 20. Rivera, de penalti.
Árbitro: Pérez Lasa. Amonestó a Luccin, Jesule y Perea.
18.537 espectadores en el Ciutat de València.
Lo que no consiguieron el pasado domingo las rutilantes estrellas del Barça -desestabilizar a la sólida pareja de centrales rojiblancos, Pablo y Perea- lo lograron anoche el pequeño y habilidoso Sergio García y el grandote y tenaz Manchev. Bien acompañados, eso sí, por sus dos interiores: la fuerza bruta de Ettien por la derecha y la dulzura de la zurda de Nacho por la izquierda. El volante procedente del Málaga B está siendo uno de las sorpresas agradables de este inicio de temporada.
Fernando Torres llegó renqueante al partido y una mala entrada por detrás de Jesule contribuyó a prolongar su ausencia del choque. Muy apagado Aguilera por la banda derecha, Musampa fue la única vía que pisó el Atético para alcanzar la línea de fondo. El crecimiento del congoleño es una de las pocas buenas noticias que recibió ayer Ferrando. Luccin no dio abasto ante el centro del campo levantinista mientras que Ibagaza, más atrasado de lo habitual, resultó intrascendente.
Ettien arrancó el segundo tiempo echando carbón en la locomotora que arrolló a Sergi. No estaba sobrado de energía el lateral rojiblanco y el interior derecho marfileño encontró una autopista. Despertó fugazmente Ibagaza con un pase interior a Salva. El delantero se retorció en el área en busca de espacio, cedió muy bien a Aguilera, pero éste, solo ante Mora, cruzó demasiado.
Ferrando buscó algún tipo de reacción al retirar al eclipsado Ibagaza por uno de los damnificados ante el Barça: Colsa. Fue el Levante, sin embargo, el que mantuvo el control del partido. Y lo hubiera resuelto definitivamente de no ser por la rapidez de gacela del central colombiano Perea, casi siempre puntual al corte. Porque es más veloz que todos los demás. Bueno, que casi todos. Había un tal Ettien en el Levante que se la jugó con Perea en una carrera. Y le ganó: le sacó una tarjeta amarilla.
El conjunto de Schuster cedió terreno a su adversario y advirtió que éste no sabía qué hacer con él. No tuvo ninguna profundidad el Atlético, ni con Ibagaza ni sin él. Le falta calidad. Para encontrarla, Ferrando miró al banquillo y dio paso a Jorge por Aguilera. Y sí, apareció Jorge y lanzó una fabulosa falta a la escuadra de Mora. Claro que el portero madrileño, uno de los héroes del ascenso, se estiró hasta la esquina y desvió el balón ante el entusiasmo de la grada. Al rechace acudió Salva, pero disparó muy defectuoso. El público se alzó para ovacionar a su querido guardameta. Cerraba así un triunfo muy merecido.
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