La conjunción copulativa
El hambre no es sólo no comer cuando todo el cuerpo es como un estómago a la deriva, sino la suma de los esfuerzos necesarios para masticar entre los dientes algo distinto de los restos de una dignidad perdida
Señores y putas
El tipo del chalado machista no abunda más entre los políticos que en otros gremios, sólo que sus tonterías no siempre alcanzan la gloria maltrecha de los titulares de prensa. Un bobo institucional dice que de ser mujer sería muy puta, y a las feministas ávidas de agravios se les hace la boca agua ante lo que consideran otra barbarie de género. Lo que el infeliz quiere decir es que las tías en general se lo pasarían tan bien follando con él que no entiende por qué eso no ocurre como desea, de modo que, caso de ser mujer, no vacilaría en meterse en la cama a cada instante con tipos como él, a fin de obtener el disfrute que se le niega. No es un insulto, sino esa clase de confesión insatisfecha que lleva a fantasías de violador pasivo. Las feministas tienen razón, aunque abusen de razonamientos, y el infeliz en este caso es un tipo que desearía ser mujer porque así, en efecto, según su fantasía, se acostaría con quien le viniera en gana. Otra cosa es el insulto implícito hacia las putas de profesión, que no se dejarían follar por ese tipo sin pago previo. Con Visa.
Putos y señoras
Más aburrido que seguir una vuelta ciclista de tres semanas en sus etapas llanas es ver las películas porno de fin de semana que echan en algunas cadenas muy educadas en horas de audiencia más diversificada. Incluso en sus mejores versiones, esas clases de gimnasia destinadas a fortalecer la función de un par de órganos vitales sólo incitan al tedio de un gemido comparativo en el que siempre saldrá perdiendo el espectador. Digo el espectador, y digo bien. Que se sepa, no hay obsesión alguna digna de ser notada acerca de la profundidad de la vagina o de su entorno y de su capacidad de dilatación. Sí la hay, en cambio, sobre el tamaño natural de aquello que se introduce en la vagina o en sus aledaños. El espectador entusiasta de esa basura es masculino de preferencia porque establece comparaciones de tamaño respecto de lo que toma por su órgano vital. El resto, con algunas variaciones, ya lo conoce. O así lo cree.
Humillación y hambre
No es muy creíble que un puñadito de grandes potencias se propongan terminar con el hambre en el mundo de una vez por todas, es decir, con el hambre endémica de mil millones de personas que pasan el día con un euro en el bolsillo. Y no lo es porque, de lo contrario, no se habría permitido que la situación llegara hasta ese extremo. Cualquiera que haya pasado hambre sabe que no hay indefensión mayor en este mundo, salvo quizás la del loco, porque el intento mismo de pispar algo que llevarse a la boca liquida cualquier noción de dignidad humana. Los ideólogos de la mafia liberal atribuyen esa barbarie a la corrupción instalada en los gobiernos de las regiones del mundo más desfavorecidas, como si la corrupción no fuera más activa y mucho más rentable en los países más desarrollados. Comer algo cada día sigue siendo una experiencia inédita para centenares de miles de personas de este mundo.
Gobierno y menudeo
De entre la multitud de consellers, carteristas o no, de que se rodea Francisco Camps para frenar la que se le viene encima, cabe destacar la desenvoltura de uno de ellos, del que no recuerdo el nombre, que se ocupa, me parece, de Justicia. Que tenga un aspecto algo funerario no hay que tenerlo en cuenta, porque se trata sin duda de una indeseada coalición entre factores genéticos y opciones ambientales. Pero llama la atención su fúnebre interés por despotricar contra el gobierno de Rodríguez Zapatero a cuenta de la desatención de la que seríamos víctimas los valencianos. Pero tampoco es eso. Lo que clama al cielo es que lo dice como si no quisiera decirlo del todo, como aquel que ha pillado a un amigo en falta y le cuesta retortijones intestinales no tener más remedio que manifestarlo. Se le augura algún futuro como actor secundario de La Cubana.
Premios y premiados
Es tal la cantidad innumerable de premios que se disciernen cada año en el terreno de las artes, cualesquiera que éstas sean, que muy pronto serán más abundantes las instituciones resueltas a otorgar su premio que la nómina de los premiables. Ahora el IVAM va y premia a Rauschenberg, un avanzado, junto a Pistoletto, del pop anterior a Warhol, de manera que no sabe bien quién se prestigia más con un galardón de esa clase. Llegados a este punto, y cuando por fin le den el Nobel a Mario Vargas Llosa, que tanto lo merece, podría declararse el Año Mundial sin Premios. El Año o el Decenio, como en esas moratorias que tanto fastidian a los pescadores, a fin de que los aspirantes maduren y lleguen a la edad y condición que en rigor requiere ser premiada.
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