Todos inválidos
Tres eran tres, los tres jóvenes. Tres seleccionados para ser las esperanzas de la fiesta. El no va más de la gloria que está por venir. Un festejo, pues, para contemplar la tan necesaria competencia entre jóvenes espadas rivalizando entre sí por ocupar el trono del toreo. Pero de la teoría a la práctica media la frustración. Para dotar la cita de autenticidad y de emoción se trajeron a seis acochinados borregos escasos de pitones y descastados. El que no salía inválido padecía de asma o de artritis.
Queda por reflejar antes de hacer inventario que dado que los escogidos sólo actúan de artistas, la lidia se convirtió en una capea mal organizada. Por un momento, entre unos y otros más monosabios, hubo 15 personas en el ruedo. Todos fuera de juego, es decir, todos mal colocados.
Martelilla / Jiménez, Marcos, Tejela
Cinco toros de Martelilla, justos de presencia, descastados y sin fuerza. 1º y 3º inválidos. Y uno de Casa de los Toreros, manso. César Jiménez: silencio y oreja. Leandro Marcos: saludos y silencio. Matías Tejela: silencio y palmas. Plaza de Zaragoza, 11 de octubre. 4º de feria. Tres cuartos de entrada.
A César Jiménez le salió el primero con la lengua fuera. Se sugirió lo del aire acondicionado en los chiqueros. No era el calor la causa del sofoco. Sencillamente, el animalito no podía con su alma. Percatado el maestro, le dio distancia. A 25 metros le presentó la pañosa. A la tercera carrera el toro se quería morir. En el otro, un carretón dócil, no intentó el toreo. Tiró de galería cursi, por lo que le aplaudieron y le premiaron.
Serie emotiva
El marmolillo segundo sacó a Leandro Marco de la vulgaridad del pegapases estético al engancharle y tenerle entre las astas siete interminables y dramáticos segundos, saliendo ileso milagrosamente del trance. Repuesto, dejó una serie por redondos muy emotiva. Su segundo se dejó hacer de todo. El vallisoletano lo intentó con más voluntad que acierto. Quizás mermado de facultades terminó desdibujado. No obstante, le ovacionaron la voluntad.
Otro inválido resultó el tercero. Matías Tejela se puso pesado pegando trapazos de todas marcas y modelos al moribundo animal, por lo que pidieron música, le ovacionaron y le llamaron guapo. En el otro, no mejoró actuación. Lo intentó por ambos pitones no acertando ni con el sitio ni la distancia, por lo que los pases salían sueltos, deshilvanados, sin gobierno. Recurrió a la siempre eficaz galería para robar aplausos.
El presidente del festejo, una vez más, hizo oídos sordos ante las peticiones del aficionado y mantuvo en el ruedo toros que debieron ser devueltos.
A la salida, en los mentideros a los que acuden los aficionados quedaba una pregunta en el aire. Si el mal que aqueja a la fiesta es por falta de toros o de toreros. Si los de ayer son el futuro de la misma, adiós Madrid.
Babelia
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