Los abonos que volaron
Cientos de sevillanos que hicieron cola toda la noche protestan por quedarse sin entradas para la final de la Copa Davis
Más de 12 horas de cola para sentirse "estafado". Nadie sabía por quién, pero éste fue el adjetivo que más utilizaron ayer los cientos de personas, la mayoría jóvenes, que tras pasar la noche a las puertas de alguno de los centros de El Corte Inglés de Sevilla se quedaron sin entradas para la final de la Copa Davis de Tenis que se disputará en la capital andaluza del 3 al 5 de diciembre. En los cinco puntos de venta que la cadena habilitó en Sevilla se iban a vender 3.000 abonos, pero el papel se agotó en menos de dos horas (en algún centro duró apenas 10 minutos) y a nadie le salen las cuentas.
En la tienda del barrio de Nervión pasaron por la taquilla 96 personas. La gran mayoría, si no todos, compró cuatro entradas, por lo que como máximo se vendieron 384. Roberto Espada, un estudiante de 21 años, era el número 97 y tuvo el infeliz honor de ver cerrarse la taquilla en sus narices. Cuando le tocaba comprar aún quedaban algunas, pero con tan mala suerte que se rompió la impresora y cuando la consiguieron arreglar, al cabo de un par de minutos, ya las habían comprado desde otro centro.
Roberto había llegado a la cola a las once de la noche del miércoles. A esa hora algunos llevaban ya siete horas puestos en fila y acababan de decidir hacer una lista y repartir números. Eran 102. Acordaron darse un respiro y volver cada dos horas. Hicieron recuento a la 1.00, a las 3.00 y a las 5.00, cuando ya había 160 personas y optaron por dejar de pasar lista y no moverse del sitio.
"Nos hemos organizado perfectamente. No ha habido ningún problema, ni peleas, ni nada. Los que lo han hecho mal son los que las venden", sostiene Alberto Luque, el número 12. Él y sus cuatro amigos llegaron a las 17.45 del miércoles y se pasaron la noche haciendo botellón, escuchando la radio y jugando a las cartas. Alberto consiguió sus cuatro abonos y se definía como "el más feliz del mundo", sobre todo después de aguantar 30 minutos cada a cara con la vendedora sin poder hacerse con sus entradas por culpa de un problema informático. Según el jefe de relaciones externas del centro comercial, Fernando Murube, este parón se debió a la alta demanda y afectó a todas las taquillas.
La media hora de caída del sistema, le sirvió a Joaquín Pérez-Tinao y su primo Antonio para ir a tomar un chocolate con churros para celebrar su hazaña: habían llegado a la cola los primeros, a las 16.00 del miércoles, y tenían los números 1 y 2. "Como llegue a mi casa sin entrada, mi familia me mata", decía Antonio antes de que se abriera la taquilla y después de pasar la noche cantando "de todo un poco".
Cuando se agotaron las últimas, a las 11.50, las caras de alegría dejaron paso a la indignación. "Esto es una estafa. Aquí no se han vendido ni 400 y es imposible que entre las demás taquillas hayan vendido el resto", decía Mario Fuentes, uno de los que se quedó fuera. Ante los que se arremolinaban para protestar, alguno de los que guardaban su entrada en el bolsillo intentaba hacer negocio: "Por 200 euros te lo llevas", susurraba un tipo que llevaba un rato paseándose entre los últimos de la cola. Apenas 20 minutos después, ya habían subido a 240.
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