Que aproveche
¿Por qué hay hambre en el mundo? El domingo pasado EL PAÍS SEMANAL lanzaba esta pregunta en su portada. El artículo, excelente, elaborado por John Carlin, ofrecía ocho razones. Yo me atrevo a ofrecer una más: hay hambre en el mundo porque no nos importa demasiado que haya hambre en el mundo. Este es el desfase moral denunciado por David Held en estas mismas páginas (El PAÍS, 8-7-02): a) por una parte nos encontramos ante un mundo en el que 1.200 millones de personas viven con menos de un dólar diario, el 46% de la población mundial vive con menos de 2 dólares diarios y el 20% de la población mundial disfruta del 80% de sus rentas; b) mientras que por otra constatamos una evidente indiferencia pasiva hacia esta situación, como demuestran las cifras siguientes referidas a Estados Unidos: un gasto anual de 27.000 millones de dólares en confitería, de 70.000 millones en alcohol y de más de 550.000 millones en coches.
Un mes antes de la celebración de las elecciones generales del 13 de marzo de 2004, dramáticamente marcadas por el horrendo atentado terrorista del 11-M en Madrid, los responsables en España de tres prestigiosas ONGs (Amnistía Internacional, Greenpeace e Intermón Oxfam) publicaban en este diario un artículo reclamando un mayor compromiso de España en la defensa de los derechos humanos, el desarrollo sostenible y la conservación del planeta. El incremento de la Ayuda Oficial al Desarrollo, el apoyo a un Tratado Internacional para el Control de Armas Ligeras, la defensa de la Corte Penal Internacional, el apoyo a las misiones de la ONU o el cumplimiento del Protocolo de Kioto sobre Cambio Climático eran algunas de las actuaciones que los firmantes reclamaban del Gobierno español. El artículo finalizaba con estas palabras: "Decenas de miles de personas, socios y colaboradores de nuestras organizaciones aspiran a que España pueda ser algún día un referente ético en el mundo global. ¿A qué esperan nuestros partidos políticos? La sociedad civil espera sus respuestas".
¿De verdad espera la sociedad civil las respuestas de los partidos políticos a los graves problemas de la injusticia global? Y, en todo caso, ¿en una democracia basta con que la sociedad espere estas respuestas o es imprescindible una movilización de la misma para exigirlas? Esta es la cuestión. Hoy por hoy, más allá de unas reducidas e inarticuladas minorías, las opiniones públicas de occidente no expresan ningún tipo de demanda política que tenga que ver con la problemática de la justicia global. Por el contrario, todo indica que la inclusión de tal problemática en el programa electoral de un partido tendría un efecto desmovilizador sobre su electorado. Por eso la cuestión de la justicia global queda fuera de las agendas políticas o, todo lo más, cuando se incluye es reducida al terreno de las buenas intenciones o al de las medidas locales y meramente asistenciales.
¿Cuál es la razón de fondo de esta irrelevancia práctica del problema del hambre? Lo diremos recurriendo a un concepto ampliamente extendido: el capitalismo globalista es insostenible. Se trata de un sistema de canibalismo global. El discurso desarrollista oculta un detalle fundamental, cual es el hecho de que Occidente se enriqueció gracias a la explotación de los territorios y de los pueblos a los que ahora anima a seguir sus pasos. El desarrollo del norte ha sido posible sólo en un escenario de colonialismo y se ha basado en un proyecto de extracción. Dado que los países más pobres carecen de colonias de las que extraer riqueza, deben ejercer una presión intolerable sobre su propia población y entorno. Este es el gran problema: que competimos, desde una posición de fuerza, por recursos escasos. No hay para todos. No si seguimos basando nuestro desarrollo en un proyecto colonial de extracción.
Pero, como señalan Gargarella y Ovejero: "Resulta difícil ganar unas elecciones exigiendo a unos votantes educados en el consumo y en el mito de que siempre es posible para uno mismo llegar arriba que modifiquen sus modos de vida a favor de comportamientos más austeros y que estén preparados para repartir la escasez". Mientras esto no cambie, nada cambiará. ¿Quién le pone el cascabel al gato?
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