5.000 vidas fichadas
Las leyes de Vagos y Maleantes y de Peligrosidad Social se aplicaron a gays y transexuales hasta 1979
Al menos 5.000 personas fueron detenidas por actos o actitudes gays, lésbicas o transexuales durante el franquismo, según el recuento de Antoni Ruiz, presidente de la Asociación de Ex Presos Sociales. Pero este número es sólo una aproximación, porque los historiales están dispersos por las distintas cárceles, hubo quienes no llegaron a ser encarcelados, y en otros casos la condena alegaba en vez de homosexualidad delitos como prostitución, matiza el periodista Arturo Arnalte, autor del libro Redada de violetas.
Al principio se los encarcelaba por escándalo público, aunque el delito se hubiera cometido en el dormitorio de la vivienda propia. La figura delictiva de la homosexualidad aparece en 1954, con su inclusión en la Ley de Vagos y Maleantes. "A los homosexuales, rufianes y proxenetas, a los mendigos profesionales y a los que vivan de la mendicidad ajena, exploten menores de edad, enfermos mentales o lisiados, se les aplicarán para que cumplan todas sucesivamente, las medidas siguientes: a) Internado en un establecimiento de trabajo o colonia agrícola. Los homosexuales sometidos a esta medida de seguridad deberán ser internados en instituciones especiales, y en todo caso, con absoluta separación de los demás. b) Prohibición de residir en determinado lugar o territorio y obligación de declarar su domicilio. c) Sumisión a la vigilancia de los delegados", decía la ley.
La Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social de 1970 dio a la persecución un enfoque más humanista: dar tratamiento. Fue entonces cuando se establecieron dos penales, los de Badajoz y Huelva, para rehabilitar a los homosexuales masculinos (las lesbianas, que sufrieron una fuerte represión social, ni siquiera se consideran). Los presos se dividían según sus tendencias: los "pasivos", a Badajoz, y los "activos" a Huelva. "La supuesta rehabilitación empezaba y acababa en esta selección", dice Arnalte.
A partir de esta época es más fácil hacer un seguimiento de la represión. Las penas de prisión iban de tres meses -"que se aplicaba la mayoría de las veces", según Arnalte -a cuatro años. A esta condena se solía añadir una de destierro de hasta dos años. "Es cuando aparece la casilla de 'homosexual peligroso' en las fichas", apunta el escritor. Existe constancia de unas 30 o 40 condenas al año. Además de los centros de Badajoz y Huelva, "en todas las cárceles grandes había una galería de invertidos", señala Arnalte. En Carabanchel, era la última planta. En Ocaña, los homosexuales eran enviados a cocina o lavandería en vez de ir a picar piedra, señala Juan Soto en su autobiografía Un hombre llamado Kathy.
La persecución no fue sistemática. "Tenía un sesgo de justicia de clase. Los que pagaban eran siempre gente muy modesta: camareros, agricultores; los señoritos casi nunca", apunta el periodista. A veces el factor decisivo era el balance de cada comisaría. "Cuando un policía quería hacer méritos detenía a gays pobres", afirma Arnalte.
La Ley de Peligrosidad Social sobrevivió al franquismo. En 1978 todavía se aplicó oficialmente a tres personas. En total, unos 1.000 homosexuales fueron encarcelados por esta ley, que estuvo en vigor nueve años. "Somos los olvidados de la transición", se queja Ruiz.
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