Inventario de la biodiversidad española
Una base de datos con 700.000 registros y la distribución de 601 vertebrados
El resultado del Inventario Nacional de Biodiversidad es una base de datos con 700.000 registros y una cartografía con la distribución de 601 vertebrados, publicada en seis voluminosos tomos y en discos compactos. Más de 3.000 personas de universidades, asociaciones científicas, centros de investigación y técnicos y guardas de todas las Comunidades Autónomas españolas han participado en este trabajo. Un alarde de coordinación que demuestra que la labor de equipo es posible en España, debido en gran parte a que el promotor de esta idea, Cosme Morillo, delegó en las asociaciones científicas independientes, como la Sociedad Española de Ornitología, la Asociación de Herpetología, la Asociación de Mamíferos y otras, la tarea de coordinación de la recopilación de los datos.
El futuro va ligado a la gestión del territorio en el mundo rural
No está garantizada la actualización de los datos ni su traducción en acciones
Tras la finalización de este inventario conocemos mejor la distribución de nuestra fauna y flora. Sabemos que la vida silvestre depende mucho de los usos ganaderos en la mitad norte de la península Ibérica, tierra de osos, urogallos y quebrantahuesos, y de los cinegéticos en la mitad sur, territorio de linces, águilas imperiales y buitres negros. El futuro de la naturaleza va ligado a la gestión del territorio en el mundo rural.
Las especies emblemáticas son indicadores de sus ecosistemas. Su ausencia o presencia señala la calidad ambiental de un territorio. Al oso pardo le va bien en Asturias y mal en Pirineos, Cantabria, León, Palencia y Lugo, donde sobreviven pocos ejemplares. En la cordillera cantábrica se pensaba que quedaban menos de 70 ejemplares; ahora se cuentan más de 110. Pero, como en el resto de las especies, dado que lo que ha mejorado con certeza son los censos, no se sabe qué pensar.
En el caso del quebrantahuesos el aumento se constata de año en año. De las cuarenta parejas que se conocían hace dos décadas, se ha pasado a 106. El problema es que están todas en Pirineos. No acaban de recolonizar otras zonas donde fueron exterminados hace décadas.
El lobo también está en expansión y se calcula que supera los 2.000 ejemplares en Castilla y León, Galicia, Asturias, Cantabria y zonas colindantes a esos territorios. Podría pensarse que en las zonas ganaderas del norte la fauna va bien. Pero hay especies, como el urogallo, que comparte hábitat con el oso, que van fatal. La población del urogallo se ha reducido a la mitad en una década. De 1.000 ejemplares a 500. Su tasa de reproducción es tan baja que los científicos estiman que la especie desaparecerá de la cordillera cantábrica en 20 años si no se frena su declive.
En la mitad sur de España, especies como el lince ibérico están también en estado crítico. De los 1.000 ejemplares que se estimaban hace 20 años, se cree que quedan unos 100. Sin embargo, la otra especie emblemática también exclusiva de España, el águila imperial, está aumentando. Ha pasado en 20 años de menos de 100 parejas a 195. El lince y el águila imperial tienen el mismo problema: la reducción drástica de la población de conejo, su principal alimento, por enfermedades que han diezmado esta presa principal de la fauna ibérica mediterránea. Pero el índice de mortandad del águila imperial se logró reducir corrigiendo los postes de los tendidos eléctricos en los que se electrocutaba, y al lince se le ha aumentado al asfaltar y ensanchar pistas y carreteras comarcales donde a poco que los vehículos aumentan su velocidad, los linces mueren atropellados.
El buitre negro también prospera. Su población es de 1.400 ejemplares. Sin embargo, las aves carroñeras sufren el acoso de los cebos envenenados para eliminar a los zorros, por comer perdices (aunque cacen muchos otros animales, como roedores). En los últimos 10 años se ha encontrado envenenado medio millar de buitres negros, del orden de 800 buitres leonados; dos centenares de alimoches y 75 águilas imperiales. En total se han recogido 6.500 animales muertos por veneno, cifra que se estima representa sólo un 10% de los animales que deben de morir envenenados, que en su mayoría no se encuentran.
El conocimiento preciso de las especies de la fauna y la flora que habitan en cada una de las 5.600 cuadrículas de 10 por 10 kilómetros que componen el territorio de España es una información básica para acometer correctamente políticas de conservación de la naturaleza, desarrollo rural, infraestructuras y demás decisiones que deben tomar los gestores y los políticos de las administraciones públicas. También lo es para comparar con otras bases de datos y averiguar los factores que pueden incidir de forma negativa o positiva en la biodiversidad y lograr la recuperación de la misma.
Para que la información tenga utilidad tiene que estar actualizada y, sobre todo, debe ser procesada y aprovechada para diseñar acciones concretas. Es el reto que se plantea ahora, porque tras la primera inversión de casi nueve millones de euros que costó el primer inventario nacional, no está garantizada la actualización de los datos ni su transformación en acciones de conservación.
El modelo en el que se inspiró el Inventario de la Biodiversidad fue el Mapa Forestal de España, que realizan desde hace décadas los ingenieros de Montes, y que tiene un presupuesto anual de cuatro millones de euros para su actualización. Pero, además del mapa, los asuntos forestales tienen en el Ministerio de Medio Ambiente un presupuesto de más de 100 millones de euros anuales para ejecutar acciones. El censo y la protección de la biodiversidad tienen apenas 15. Una desproporción que el nuevo Gobierno no ha equilibrado en los presupuestos recientemente aprobados.
El equipo de la empresa Tragsa, encargado de procesar y editar la información sobre la biodiversidad junto con los técnicos del Ministerio de Medio Ambiente, está actualizando la base de datos de vertebrados, gracias a la buena predisposición de los 3.000 colaboradores del inventario. Éstos confían que en años futuros un proyecto de esta trascendencia tenga el presupuesto adecuado para mantenerlo y, sobre todo, para analizar sus datos, cruzarlos con los del ministerio de Agricultura y obtener información para saber dónde y cómo se debe intervenir para que la convergencia entre naturaleza y mundo rural tenga efectos positivos para ambos mundos.
Una de las primeras aplicaciones del inventario de la biodiversidad ha sido la actualización del Libro Rojo, que establece el grado de amenaza de cada especie. Pero aún no hay un presupuesto específico para financiar las estrategias de conservación de las especies, aprobadas por la Comisión Nacional de Protección de la Naturaleza de las Comunidades Autónomas y el Ministerio de Medio Ambiente. Sabemos ya mucho de lo que hay que conservar pero se hace poco por conservarlo. El análisis de la información del inventario de la biodiversidad y, sobre todo, la puesta en práctica de las estrategias para la conservación de las especies serán piezas claves para evitar la pérdida de la riqueza biológica.
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