La más bella del Lozoya
Iconos, 'picassos' y murallas adornan esta población serrana, que se mira en el espejo del embalse de Puentes Viejas
Paul-Louis Courier observó lúcidamente que los monumentos de Roma no habían sido destruidos por los bárbaros, sino por los propios romanos: "La industria, que lo renueva todo, les ha hecho una guerra continua". Tal vez sea ésta la razón de que Buitrago, donde nunca hubo otra ocupación que las vacas -ad alenda pecora, para el sustento del ganado, reza la leyenda de su escudo-, sea la única villa de nuestra muy industriosa región que conserva intacto su recinto fortificado: una muralla de más de 800 metros de longitud, nueve de altura y tres de espesor, que se erige imponente sobre una cerrada curva del Lozoya desde el siglo XII, si no antes.
Otra lúcida observación, ésta de Unamuno, es que nada conserva mejor las obras del pasado que su uso continuado. Bien que usaron ésta, y la hermosearon, los Mendoza, señaladamente el primer marqués de Santillana, que en el castillo de Buitrago gustaba de reunirse con su amigo Juan de Mena, quizá para contarle de las serranillas que había catado camino de Berzosa o de Lozoyuela. Y buen uso se le sigue dando hoy: el castillo alberga una plaza de toros, las parejas zurean en el adarve y los niños juegan en el parque que hay en el ángulo norte de la muralla, justo allí donde Buitrago corta con su afilada proa las aguas del embalse de Puentes Viejas.
Para los amigos de andar está el monte de las Gariñas, un hermoso bosque de pino resinero
El que sabe de ruinas, más que Courier y Unamuno juntos, es el párroco Francisco Ruiz, que lleva medio siglo al frente de la iglesia de Santa María del Castillo, la cual, a su vez, lleva seis levantada intramuros, junto a la Torre del Reloj. Levantada es un decir, pues fue arrasada durante la Guerra Civil y en 1975 volvió a venirse abajo.
Y allí fue que este buen cura, animoso donde los haya, acometió su reconstrucción con chicos desarraigados de 13 a 16 años, logrando tras dos décadas de pacienzudo trabajo un resultado espectacular -el artesonado neomudéjar habla por sí solo- y proporcionando de paso un futuro a unos chaveas que lo tenían negro. No contento con esta doble hazaña, don Francisco se propuso lo nunca visto, que en el renovado templo se sintieran igual de a gusto cristianos, judíos y mahometanos, de ahí los candelabros de siete brazos o los azulejos que repiten el nombre de Alá en la capilla del Santísimo.
Y, rizando ya el rizo de lo ecuménico, nuestro párroco se enamoró en 1989 de los iconos que pintaba la artista búlgara Silvia Borisova, afincada por aquel entonces en Buitrago, y le encargó las 26 tablas -particularmente bellas las que exornan la capilla de la Virgen de las Flores- que hoy dan a esta singular iglesia un aire muy ortodoxo. O muy poco ortodoxo, según se mire.
Pero el frotamiento de ojos no acaba aquí. Extramuros, en el sótano del Ayuntamiento, está el Museo Picasso, creado gracias a la donación de las valiosas obras que durante 26 años fue atesorando Eugenio Arias, natural de Buitrago, barbero y amigo del artista, al que conoció en la Costa Azul en 1946. Lo integran 60 piezas: cerámicas, carteles, aguadas como El picador o Plato de toritos fritos; la litografía El prisionero y la paloma, usada con frecuencia por Amnistía Internacional, e incluso una caja de instrumentos de peluquero, de madera pirograbada con escenas taurinas. Eugenio dice, con razón, que no es un museo dedicado al arte, sino a la amistad.
Para los amigos de andar, está el monte de las Gariñas, un hermoso bosque de pino resinero que se extiende al sur de la villa, orillando el embalse de Puentes Viejas.
No hay senda señalizada: basta seguir siempre la más próxima a las aguas. En cosa de un hora veremos, en la margen contraria, la Casa del Bosque, un palacete erigido en 1596 por los Mendoza para solazarse los días de caza.
Y, pues la jornada no da para más, volveremos por el mismo camino, comprendiendo aquel sentido dezir de Pero López de Mendoza, primer señor de Buitrago (1366): "Cómo dexaré la sierra / do ay ayre y truchas finas..." Cómo dejaremos Buitrago, donde hay tanta belleza.
Senderismo y paseos a caballo
- Cómo ir. Buitrago del Lozoya está en el kilómetro 75 de la autovía A-1. Hay autobuses de Continental Auto (Tel. 91 745 63 00).
- Visitas. Iglesia de Santa María del Castillo: abre todos los días, de 9 a 14 y de 16 a 20. Museo Picasso (Tel. 91 868 00 56): todos los días, excepto lunes y miércoles por la tarde. Adarve de la muralla (Tel. 91 868 16 15): visitas concertadas. Todas son gratuitas.
- Alrededores. Desde Buitrago puede hacerse una ruta en coche, de unos 90 kilómetros, por los pueblos de la sierra del Rincón: Horcajuelo, Montejo, La Hiruela, Prádena y Puebla de la Sierra.
- Comer. El Portachuelo (Tel. 91 868 11 35): cordero, cochinillo y pescados frescos; 25 euros. Las Murallas (Tel. 91 868 04 84): judiones, lechazo y carnes de la sierra a la parrrilla; 30 euros. J&J (Tel. 91 868 06 38): restaurante con cuatro ambientes, platos como el pastel de verduras y el salmón al cava, y cuidada bodega; 30 euros. El Arco (Villavieja; Tel. 91 868 09 11): rabo estofado, carrilladas de cerdo ecológico y torrijas caramelizadas; 30 euros. La Vaca Gandula (Piñuécar; Tel. 91 868 10 62): fuente de carne a la plancha con chorizo, morcilla, pimientos y patatas; 20-25 euros.
- Dormir. Los Canchos (Tel. 91 868 20 17): coqueto hotel familiar dentro del recinto amurallado; doble, 78 euros. J&J (Tel. 91 868 06 38): hostal económico, decorado con muebles de estilo provenzal; 50 euros. El Arco (Villavieja; Tel. 91 868 09 11): hotelito acogedor, presidido por un arco mudéjar del siglo XIII; doble, 50 euros. La Vaca Gandula (Piñuécar; Tel. 91 868 10 62): preciosa casa rural de piedra y madera con jardín y soleada terraza; 60 euros.
- Actividades. Hípica Buitrago (Tel. 91 868 11 39): paseos a caballo.
- Más información. Centro de Recursos Turísticos de Buitrago (Tahona, 11; Tel. 91 868 16 15): facilitan guías impresas de varias sendas ecológicas en el municipio. En Internet: www.buitrago.org
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.