Calumnia
Hay momentos en que una literatura alcanza su máximo esplendor y hay momentos en que evacua su mínima expresión. En La Razón, Alfonso Ussía llama a Fernando Delgado "mierda" e "hijo de puta". Un esteta. Al igual que en francés teníamos el momento histórico de "le mot de Cambronne", ahora ya tenemos en el ruedo ibérico "la palabra de Ussía". Habría que registrar ese momento, esa iluminación, esa epifanía de toilette. Imagino al gran vate desnudo ante el espejo, mas con chacó de pluma de gala en la cabeza, o tal vez sentado en la ocurrencia de Marcel Duchamp, concentrado en lo que George Bataille llamaba "desgarramientos viscerales volantes", muy pensativo en la gran cuestión. No la de quién soy, sino contra quién soy. Y ahí le tocó a Fernando Delgado, escritor, periodista, buen tipo, de la madera noble de la raíz del drago canario. Parece que el vejaminista se inspiró en el manual de bajos fondos de Alfredo Urdaci, a quien nunca nadie le compraría una máquina de escribir usada, excepto Ussía, claro. Y así le salió una calumnia en vez de una columna. Una calumnia histórica. Un desgarramiento visceral volante. Estos textos hay que leerlos como hacía Leopoldo Bloom en el Ulises de Joyce. Hay que leerlos en el mismo lugar del crimen. En el retrete.
Dominique Laporte escribió en 1978 una Historia de la mierda, pero era una versión muy afrancesada. Le faltaba un toque español. En la magna obra se cuenta la antigua costumbre de lanzar las heces a la calle, antes de observarlas como un autorretrato, pues en ellas estaba escrito el genio, el estilo del autor. Ahora ya tenemos a nuestro príncipe del arte. El marqués del minimalismo sucio. Yo creía que el rapsoda era adepto al ultraísmo, que algunos cultivaron como una vanguardia reaccionaria, pero simpática, es decir, la repanocha. De esa escuela era el gran Adriano del Valle, autor de un inolvidable poema: "Como soy un poeta muy modernista y nuevo, / ahora me agacho y pongo un huevo". Hoy en día, el huevo de Adriano sería considerado una sublime deposición minimalista. Desde que Mies van der Rohe lanzó su "menos es más", el minimalismo ha ido ocupando todos los campos, para gloria de la arquitectura y desgracia de la política, la gastronomía y el periodismo. Se agachó Ussía y le salió la nada. Lo que tenía dentro.
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