La lucha contra la desconfianza
Una mañana, Bendaoud el Khamlichi se encontró con su foto en una revista francesa. Su cabeza, gris, inmóvil, irreal, sobresaliendo en un mar de chatarra. La lleva siempre en su cartera. Es el recuerdo de aquella jornada en que volvió a nacer. A Bendaoud, de 30 años, natural de Oued Zem, al sureste de Marruecos, el 11 de marzo de 2004 le sorprendió en un andén de Atocha. "Vi un fogonazo y pensé: 'Eso es un problema eléctrico'. Luego, todo se volvió negro". Tenía los pulmones destrozados. Estuvo internado 40 días. Sobrevivió. Arrastrará secuelas de por vida. No ha vuelto a la estación de Atocha. No ha vuelto a montar en un tren. Sus noches son un infierno.
Bendaoud es un musulmán devoto. De los que rezan sin excusa cinco veces al día. También es un buen ciudadano. Un tipo sensato y trabajador. Es electricista, seguidor del Real Madrid, y espera formar algún día una familia. Mientras pasea por la inmensa mezquita de la M-30 de Madrid, con paso lento para no fatigarse, pero sin perder la sonrisa, asegura que este país es un buen país para vivir y para practicar el islam. "No hay países impuros. Los impuros, los locos, los ciegos, son ellos".
Se calcula que hay más de 700.000 musulmanes, de los que medio millón proceden de Marruecos, y un 20% no tienen papeles
El atentado no ha generado ningún movimiento organizado de carácter xenófobo, pero ha provocado desconfianza en la sociedad
Los saudíes, con más de 1.400 mezquitas en todo el mundo, han dejado de financiar las posiciones islamistas más intransigentes
Ocho musulmanes perdieron la vida en los atentados del 11-M. En España viven 700.000 más. La mayoría con permiso de residencia. Muchos han nacido aquí. Como la mayoría de esos 75.000 niños musulmanes que estudian en colegios españoles. Gente normal. Que llegó con ansias de libertad y un futuro mejor. Y están pagando un precio para conseguirlo. Este año ha sido un infierno para ellos. A los eternos problemas sociales del inmigrante se suma la sombra de la sospecha. Tras el 11-M se han tenido que justificar a diario. Se han cansado de condenar la violencia. Nunca parece suficiente.
100.000 sin papeles
Mustafá el Mrabet, presidente de la Asociación de Trabajadores Inmigrantes Marroquíes en España (ATIME), está triste. No lo oculta. Conoce mejor que nadie la situación en la que viven los más de 500.000 marroquíes afincados en nuestro país, de ellos, un 20% sin papeles. Olvidemos la religión por un momento, El Mrabet habla de sobrevivir. Con sólo echar un vistazo a la comarca de El Ejido, en la provincia de Almería, donde habitan 40.000 marroquíes dedicados a la agricultura, se comprende lo que es matarse en un invernadero por 30 euros al día. Las dificultades para conseguir un piso digno. La absoluta marginación de los jóvenes magrebíes en ruinosos cortijos donde son pasto del extremismo religioso. "Ser marroquí inmigrante se ha convertido en lo peor. Si ser marroquí en Marruecos es complicado por la falta de libertad y el paro, aquí supone arrastrar una carga aún más pesada. Siempre se nos ha marginado. Ahora se nos teme".
No todo es tan negro como lo pinta El Mrabet. Hay un lado positivo. Durante este año no ha habido en nuestro país persecuciones ni movimientos organizados en contra de los musulmanes. No se han repetido los sucesos xenófobos de El Ejido de 2000; de Premià de Mar (Barcelona) en 2002. La sociedad española ha dado una prueba de madurez. No ha habido represalias. Como en Holanda, donde el asesinato del director de cine Theo van Gogh a manos de un extremista islámico el pasado noviembre provocó ataques con cócteles mólotov contra las mezquitas. Lo confirman los musulmanes que viven en España: "Nos han podido mirar mal por la calle, señalarnos con el dedo; a algún niño le han insultado en el colegio, pero son hechos aislados", define un líder religioso del barrio de Lavapiés. Para un comerciante de nacionalidad bangladesí, tampoco todo ha sido tan civilizado: "Hay musulmanes que han perdido su trabajo y otros a los que no les han renovado el contrato del piso, pero es difícil probar que sean represalias, porque racismo siempre ha habido".
"No se ha linchado a nadie, pero se ha generalizado el miedo al musulmán y hay que desterrar esa idea", describe Teresa Losada, arabista, franciscana y fundadora del Centro Byat al Taqafa, que lleva 30 años trabajando con inmigrantes en Cataluña. "Hoy, cualquier magrebí es un presunto. Los atentados han echado leña en la caldera del imaginario popular, en el que entran la Reconquista, el desastre de Anual, el 11-S, Perejil, y ahora, los atentados de Madrid. Hay miedo al moro. Y el moro está cogiendo miedo a esta sociedad. Vamos a una multiculturalidad para la que no hemos sido educados".
-¿Es difícil ser musulmán en España?
-Es difícil ser musulmán pobre. Es difícil ser musulmán sin papeles. El problema es económico, entre ricos y pobres. Y la única solución es la integración. El encuentro.
Estamos a tiempo. Los musulmanes apenas son un 2% de la población en nuestro país. Nuestra inmigración magrebí es reciente, aunque se ha triplicado en una década. No hay que olvidar que somos la puerta trasera de la Unión Europea. "Una isla de bienestar en un océano de pobreza", según Teresa Losada. Yussuf Fernández, el musulmán que dirige Webislam, con más de un millón de visitas diarias, recurre a las cifras: "España tiene el mismo PIB que la suma de 23 Estados árabes. Y mientras se siga reclamando mano de obra, va a seguir llegando gente. Y no puedes pedirles que vengan y luego tratarles como delincuentes".
No, aún no hemos llegado a la crisis social que se vive en Francia o Alemania, con segundas generaciones de musulmanes ya nacidas en su territorio, pero totalmente desarraigadas. Ni de esta orilla ni de la otra. Que desprecian su herencia paterna y, al mismo tiempo, abuchean a la selección francesa de fútbol cuando juega contra Argelia. "La integración es un proceso, no un carné de identidad", analiza Mustafá el Mrabet. Si no se nos ayuda, lograremos la coexistencia, pero nunca la convivencia. Los inmigrantes marroquíes queremos una convivencia responsable y democrática. Hacer algo por este país. Pero necesitamos una tregua. Está llegando a España gente de las zonas rurales más profundas de Marruecos. Y se ven sumergidos de golpe en una sociedad occidental. Necesitamos tiempo para mirarnos en el espejo. Hasta ahora, la prioridad ha sido conseguir papeles, y esa obsesión nos ha impedido otro tipo de debate. Saber, por ejemplo, el papel que debe ocupar la religión en nuestra vida".
La integración no es fácil, pero todos los consultados sobre el futuro del islam en España coinciden en que vivimos un momento de esperanza. La oportunidad histórica de que se normalice su práctica en nuestro país. De que comencemos a hablar de ciudadanos-españoles-musulmanes. Ha llegado el momento de que salgan del gueto y recen en mezquitas dignas a cargo de imanes profesionales, y no en locales destartalados dirigidos por el más piadoso de los albañiles del barrio. De que sus hijos estudien religión en los colegios públicos, y no en oscuros oratorios sin ningún control. De que en las cárceles, imanes de carácter democrático satisfagan las necesidades espirituales de los presos musulmanes evitando que el más extremista de los internos se arrogue esa función. El extremismo islámico puede haber sido la mejor vacuna contra el extremismo islámico en nuestro país.
Y en todo el mundo. Y a la cabeza, en Arabia Saudí, inspiradora durante décadas del islam más intransigente. Y fuente de su propagación a través de 1.400 mezquitas repartidas por todo el planeta. Entre ellas, la más significativa de las españolas, la de la M-30. "A partir del 11 de septiembre y de los atentados integristas de Ryad, en 2003, que se cobraron más de 50 muertos, los saudíes han frenado en seco en su postura de prestar medios económicos a las posturas islamistas más intransigentes", opina un líder religioso que exige el anonimato. Una fuente de la Administración de Justicia confirma el cambio de los saudíes: "Están muy tranquilitos, han dejado de dar dinero a gente extraña".
Las cosas han comenzado a cambiar. Esta mezquita saudí de Madrid, dirigida ahora por Ebraheem Alzaid, un joven ejecutivo saudí de formación occidental, se ha vuelto a abrir a los díscolos conversos españoles, esos que hablan de euroislam. Es cierto, su imán, Munir Mahmoud, sigue lanzando severos mensajes rigoristas. No hay que olvidar que a su lado trabajó Sarhane Ben Abdelmajid, El Tunecino, uno de los autores del 11-M. Y también es cierto que rompieron. Hoy, esos tiempos parecen superados. "Aquí todo se hace desde la legalidad y la transparencia. Aquí todo se graba", describe Mohamed el Afifi, un correoso diplomático egipcio portavoz de la mezquita.
En lo que están de acuerdo todos los líderes del islam en España, sea cual sea su orientación ideológica (españoles conversos de la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas, o españoles de origen árabe de la Unión de Comunidades Islámicas de España), es en que la llegada al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ha supuesto para la comunidad islámica "un soplo de aire fresco". "Nos sentimos más protegidos y comprendidos", dicen.
Dos ideas claras
Ya antes de pisar por primera vez las mullidas alfombras del palacio de Parcent como titular del Ministerio de Justicia, Juan Fernando López Aguilar tenía dos ideas claras en relación con el islam. Una, que el Estado debía tender a una mayor neutralidad religiosa. Dos, que había que conseguir que se llevaran a la práctica todos los derechos reconocidos en las leyes por parte de los miembros de cualquier confesión religiosa. "Los acuerdos con los musulmanes son parte del ordenamiento jurídico español, exactamente igual que lo son los acuerdos con la Santa Sede", confirma una fuente del Ministerio de Justicia.
En las semanas siguientes a la toma de posesión del nuevo Gabinete, los dos viejos líderes del islam en España, el converso Mansur Escudero y el español de origen sirio Riay Tatary, iban a ser tomados por fin en serio tras ocho años de ostracismo. "En mayo nos recibía el ministro del Interior, y en julio, el de Justicia. Y con ganas de colaborar. Y eso nos obliga a los musulmanes a reflexionar y a dar respuestas". Riay Tatary confirma esa buena sintonía: "Citas a la luz del día, no a escondidas, como con Acebes". Aún le quedaba una última sorpresa al viejo imán Tatary, ver aparecer en su desnudo despacho de la mezquita Abu Bakr de Madrid a la nueva directora general de Asuntos Religiosos, Mercedes Rico, una veterana de la diplomacia y los derechos humanos. Las primeras señales estaban lanzadas.
Para el Gabinete de Zapatero, el acercamiento al islam supone también una estrategia para frenar la extensión de su versión más radical. Integrar al colectivo musulmán es la mejor forma de arrebatárselo a los extremistas. "Si la gente no se ve rechazada, si se respeta su religión, si puede educar a sus hijos en la escuela como los católicos, ¿en nombre de qué se va a radicalizar?", reflexiona un líder religioso de Melilla.
De cerca, el islam de España no da miedo. Las mezquitas no tienen mayor misterio. Y una clase de religión en un colegio público de Ceuta o Melilla (las únicas dos ciudades donde se imparte por el momento) se diferencia bien poco de una clase de religión católica. Lo que sorprende realmente del islam español es su precariedad de medios. Los líderes musulmanes españoles viajan en metro y no tienen secretaria. Los oratorios suelen ser cochambrosas naves industriales. Las grandes mezquitas aparecen ajadas. Falta dinero. El culto musulmán nunca ha recibido ni un duro del Estado. Una penuria que ha desembocado en una carencia absoluta de liderazgo. "Sin dinero, ¿cómo íbamos a influir en los cientos de comunidades desperdigadas por todo el país? Muchas han preferido buscar el dinero de los saudíes, de Marruecos, Libia, Kuwait. Y ¿cómo podíamos rivalizar con ellos?", se lamenta un responsable religioso.
La crónica del islam en España relata siete siglos de esplendor y 500 años de exilio. Hasta aquel 10 de noviembre de 1992 en que Felipe González y la Comisión Islámica de España rubricaban los Acuerdos de Cooperación. Era la primera vez que un país europeo institucionalizaba la práctica del islam. Nunca se cumplieron.
Tras la firma de estos acuerdos, el PSOE se tomó un respiro. El trabajo había sido bueno. Muchos países europeos envidiaban la forma en que España había encarrilado el dossier islámico. Pero el desarrollo de los acuerdos no era urgente: la presión que ejercía una comunidad musulmana que contaba en aquella época con 200.000 personas, no parecía preocupar a nadie. En marzo de 1996, en tiempo de descuento tras la victoria electoral del Partido Popular, el Gobierno socialista aprobaba el convenio para la designación y régimen económico de las personas encargadas de la enseñanza islámica en los centros públicos. Ya era demasiado tarde.
Durante sus dos legislaturas, entre 1996 y 2004, el PP no iba a mover un dedo para poner en marcha los acuerdos. Curso tras curso, los representantes de las federaciones iban a presentar las listas de profesores de religión islámica para que fueran aprobadas por la Administración. Siempre serían rechazadas. "En realidad", según recuerda Riay Tatary, "estuvimos a punto de cerrar el asunto de los profesores a comienzos de la segunda legislatura del PP, y, de pronto, el tema se paró desde Moncloa". Para una fuente del Ministerio de Justicia, "tras el atentado de las Torres Gemelas, la orden de Presidencia fue congelar los acuerdos. El presidente Aznar tenía miedo a todo lo que sonara a islam".
No exagera esta fuente. Con sólo acudir a la primera clase del profesor Aznar López en la Universidad de Georgetown, en Washington, el 21 de septiembre de 2004, centrada en el terrorismo actual, uno se encuentra estos párrafos en los que el ex presidente se extiende sobre la historia del islam en España. Su lectura despeja muchas dudas sobre su pensamiento: "El problema que tiene España con Al Qaeda y el terrorismo islámico no empezó con la crisis de Irak. No tiene nada que ver con las decisiones de mi Gobierno. Hay que ir hacia atrás, no menos de 1.300 años, al siglo VIII, cuando una España invadida por los moros rehusó convertirse en otra pieza del mundo islámico y comenzó una larga batalla para recobrar su identidad. El proceso de la Reconquista fue muy largo, extendiéndose durante 800 años. Terminó con éxito. Y hay muchos musulmanes radicales que continúan recordando esa derrota, muchos más de los que ninguna mente racional occidental pueda imaginar. Y Osama Bin Laden es uno de ellos".
Nueva fundación
Hasta ahora, la buena voluntad de los socialistas no ha pasado de las buenas palabras. Aseguran que en los próximos meses se iniciará la asistencia religiosa en las cárceles y que una veintena de profesores comenzarán a impartir en breve religión islámica en colegios públicos. Más interesante parece la creación de la Fundación Pluralismo y Convivencia, con una asignación inicial del Estado de tres millones de euros para subvencionar proyectos sociales y culturales de las minorías religiosas. Mientras, el Gobierno reflexiona de qué forma se financiará en el futuro el islam en España.
La fundación tiene otro objetivo estratégico para el Gobierno. Lo explica una fuente de la Administración: "Como sólo podrán recibir fondos de la fundación aquellas comunidades que estén apuntadas al registro del Ministerio de Justicia, nuestra intención es que de esa forma comiencen a aflorar los oratorios semiclandestinos, que se apunten para que financiemos sus proyectos". En el registro de Justicia hay en la actualidad 267 comunidades inscritas. Se calcula que otras 300 están fuera de todo control. "Y es básico que salgan a la luz. La invisibilidad es la principal arma del extremismo", concluye Jordi Moreras, antropólogo social y experto en el islam de Cataluña.
En esa región, donde vive el mayor número de musulmanes de España, la vertebración del islam se está llevando a cabo a través del Consell Islàmic i Cultural, que reúne 67 de los 172 oratorios inscritos en ese territorio. El Consell celebró en octubre de 2004 el Primer Congreso de Imanes de Cataluña, al que asistieron un centenar, a los que se pretende formar, profesionalizar y dar medios. Una iniciativa en la que también coinciden las dos grandes federaciones islámicas de ámbito nacional, que se debaten entre crear una Facultad de Teología en España dependiente de la Universidad Al Azhar de El Cairo (postura que promueven los españoles de origen árabe), o llegar a acuerdos con la UNED (los españoles conversos).
El islam vive un momento de calma chicha en España. Sólo perturbada por los problemas de integración de los inmigrantes. Los atentados del 11-M han sido una lección para los gobernantes y para las comunidades de musulmanes. La colaboración entre ambos puede ser el mejor remedio para combatir el extremismo religioso. Lo confirma un imán egipcio: "Ahora, todos estamos en el mismo barco". Lo que no impide que los fanáticos de Al Qaeda puedan volver a atacar.
Reportaje gráfico de ULY MARTÍN.
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