Aroma de torero caro
Fernando Cepeda es un torero que no arrebata, pero seduce, porque su toreo despide un aroma de arte excelso. No es un torero vulgar, tampoco una figura de masas, pero sí un lujo para la torería andante. Es hombre y torero maduro, ha conocido la gloria y el silencio y, al cabo de los años, aflora en él su más íntimo sentido del arte, su elegancia, su empaque, su naturalidad...
Porque Cepeda torea como si ensayara de salón; se gusta en cada detalle, en cada lance, y emociona su temple y la suavidad con la que maneja los engaños.
Ayer no triunfó a lo grande, pero dejó sobre el albero de la Maestranza pinceladas de toreo hondo, de arte para paladares exigentes. Lo intentó en ambos toros a la verónica; la esbozó en su primero, trazó tres templadas y lentas en el otro y realizó un quite de una y media en el tercero que supieron a gloria.
Flores / Cepeda, Ponce, Dávila
Toros de Samuel Flores -el 6º, devuelto-, bien presentados, inválidos, sosos y descastados. Sobrero de Parladé, mal presentado y descastado. Fernando Cepeda: estocada baja (vuelta); pinchazo y media perpendicular (palmas). Enrique Ponce: tres pinchazos y media trasera y tendida (silencio); tres pinchazos -aviso- y casi entera (ovación). Dávila Miura: casi entera tendida (silencio); dos pinchazos y estocada (silencio). Plaza de la Maestranza, 12 de abril. 12ª corrida de feria. Lleno.
Lo mejor fue su faena al primero. Con humildad y timidez, Cepeda dijo lo que puede ser el toreo. Dibujó dos redondos de enorme grandeza, tres bellos naturales, después; de nuevo, derechazos profundos, un trincherazo de categoría y el convencimiento de que es un torero en sazón, nada pasional, pero artista por nacimiento, al que sólo le ha fallado el ánimo para ser reconocido como figura. Su segundo, asfixiado y moribundo, no le permitió redondear la tarde.
Tampoco tuvieron opciones sus compañeros. Ponce lo intentó con toda su alma en el quinto y demostró su poderío y depurada técnica con un toro imposible, no mejor que su primero, soso hasta decir basta. Tampoco tuvo suerte Dávila Miura ni en su primero ni en el sobrero de Parladé, descastado y parado, que decepcionó a todos. Muy decidido en todo momento, sólo pudo mostrar voluntad.
Y un apunte final: lo de Samuel Flores, para el matadero. Fachada, sí, pero toros enfermos o borrachos. ¡Ojo al parche...!
Babelia
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