Corominas resuelve en Montjuïc

Si el Espanyol consiguió solventar el encuentro en la segunda mitad fue porque Lotina rectificó a tiempo después de dar entrada a Corominas por Fredson, al retomar el sistema habitual, al situar a De la Peña un poco más atrasado y colocar de mediapunta al canterano. Porque hasta ese momento el Espanyol no existió. El Numancia oponía una resistencia consecuente con su situación en la tabla, que asegura su descenso. Lotina corrigió sus errores, Corominas demostró la importancia que tienen los jugadores revulsivos en un equipo y el Espanyol, además de sentenciar al Numancia, dio un gran paso para disputar la UEFA y si se pone a tiro hasta la Champions.

Con y sin balón, el Espanyol acusó el cambio de sistema en la primera mitad. Brazos en jarra, cabeza gacha e insistentes gestos de desesperación, Lotina no encontraba solución alguna al cúmulo de despropósitos que realizaban reiterativamente sus futbolistas. Plantear un dibujo 4-1-4-1 en vez del habitual 4-2-3-1 fue una perdición. No porque el Numancia jugara mejor, que también, sino porque el equipo blanquiazul, con De la Peña liberado de sus tareas defensivas, se mostró descoordinado y desbarajustado en todo momento. Si se excluye de la contención a un jugador de las características como Lo Pelat, el resto de futbolistas debe dedicarse en pleno a las funciones defensivas. Pero Fredson, que es un portento físico pero que nunca se sintió cómodo jugando por delante del mediocentro, no supo reprimir sus impulsos a la hora de presionar. El brasileño era el fiel reflejo del estado anímico del Espanyol: prisa por robar la pelota, por llegar al marco rival, por seguir de lleno en la lucha europea. Y la presión, para que dé resultado, debe hacerse en conjunto, en bloque. Si Fredson adelantaba instintiva e irremediablemente su posición, permitía que los jugadores numantinos del centro del campo jugasen a sus anchas, removieran la pelota de lado a lado. Pero los centrales Lopo y Pochettino, para fortuna periquita, siempre guardaron la posición.

El mismo desbarajuste sufría el Espanyol cuando tenía el cuero controlado. Culpa, en este caso, de Iván de la Peña, que, empeñado en como estaba por bajar a buscar el balón a la defensa, dejaba la primera y última línea blanquiazul desconectada, sin enlace. Por eso, aunque Lo Pelat recibiera el balón en el primer cuarto del campo, no le quedaba otro remedio que buscar pases largos. Ineficaces porque la defensa numantina estaba bien organizada y no cedía la espalda. Enfocado el partido como si cada minuto fuera tiempo de descuento, el cuadro blanquiazul se repitió en las imprecisiones, pases a tierra de nadie y fallos a la hora de controlar el balón. Hasta que Corominas, gracias a su velocidad, sus ganas por ofrecerse y demostrar su valía, reajustó el sistema, el equipo. Con él sobre el campo, el Espanyol volvió a utilizar las bandas, a buscar los pases entre líneas, a jugar, en definitiva, como lo ha hecho durante toda la temporada. Dos acciones decisivas de Corominas abrieron la puerta de la victoria. Primera: tras un zigzag y posterior galopada, falló un mano a mano contra Juanma, pero Amavisca, atento al rechace, lo aprovechó para inaugurar el marcador. Segunda: recogió un pase de la muerte de Tamudo y sentenció.