La ampliación, un año después
El presidente del Parlamento Europeo analiza el impacto de la ampliación de la UE hacia el Este y el valor de la nueva Constitución para los Estados y los ciudadanos.
El 1 de mayo de 2004, la Unión Europea se amplió con la adhesión de 10 nuevos países del este, del norte y del sur de Europa. La Unión celebraba así la reunificación de una gran parte del continente.
Quince años después de la caída del muro de Berlín, las cicatrices de la historia del siglo XX se han cerrado. No debemos olvidar nunca que durante cuatro decenios la palabra democracia no significaba más que una quimera para los ciudadanos de la mayor parte de aquellos países, cuando para nosotros era una realidad, aunque con demasiada frecuencia una realidad trivializada.
Con la adhesión a la Unión Europea, Chipre y Malta han puesto fin a su aislamiento insular y han acrecentado su dimensión mediterránea.
A menudo, el debate de los referendos no tiene nada que ver con la Constitución
El Europarlamento ha ganado peso político, en particular en la crisis de Ucrania
Por primera vez en su historia multisecular, nuestros ciudadanos viven en paz. La Unión puede enorgullecerse de haber establecido el Estado de Derecho, de garantizar el ejercicio de los derechos fundamentales y de ver a todos sus miembros compartir unos valores comunes. No puede decirse que sea un balance sin importancia.
Ahora nos hace falta aprender a vivir y trabajar juntos, a conocernos los unos a los otros, a poner nuestras culturas en contacto y a comprender nuestras diferencias. Si tomamos conciencia de nuestras complementariedades lograremos fortalecer la cohesión de la Unión. Se trata de una empresa que exigirá años de esfuerzo.
En el seno del Parlamento Europeo, nuestros colegas de los Diez se han sumergido de inmediato en una mecánica compleja: ya ocupan puestos muy importantes en los órganos de nuestra Institución y elaboran numerosos informes.
Trabajamos codo con codo. Intercambiamos experiencias. El Parlamento Europeo ha ganado peso político, en particular en la crisis de Ucrania, en la que nuestros parlamentarios polacos y lituanos han desempeñado un papel muy destacado.
Es cierto que nuestras culturas políticas son diferentes y que en ocasiones los puntos de vista divergen. Estamos esforzándonos por aproximarlos.
Hoy en día, los europeos son libres de vivir, viajar, trabajar y estudiar en este marco ampliado y todos ellos se benefician de las políticas comunitarias, como la de la protección del consumidor y del medio ambiente.
Hoy debemos responder juntos a los grandes desafíos de Europa.
En primer lugar, está el gran proyecto de la Constitución europea. El Parlamento Europeo le ha dado su apoyo con 500 votos de 732 diputados. El Parlamento sabe que la Unión ampliada no puede funcionar sobre la base del Tratado de Niza. Este tratado debería responder al desafío de la ampliación, pero establece un sistema de decisión que puede conducir a la Unión a la parálisis.
En cambio, la Constitución hace posible que 25 Estados puedan adoptar decisiones. Nos dota de unos derechos fundamentales que cada ciudadano podrá invocar. Democratiza las instituciones poniendo al Parlamento Europeo y al Consejo en pie de igualdad en la práctica totalidad de la legislación comunitaria. Crea una ciudadanía europea complementaria de la ciudadanía nacional. Son progresos que hace pocos años habrían resultado inimaginables.
La Constitución simplifica los Tratados existentes. Delimita de manera muy precisa las competencias respectivas de la Unión y de sus Estados miembros. En adelante, todas las políticas comunitarias deberán contener un plus social directamente inspirado en los derechos sociales de la Carta de los derechos fundamentales.
Sin embargo, en algunos Estados miembros que siguen la vía del referéndum para la ratificación, el resultado no está asegurado. A menudo, el debate no tiene nada que ver con la Constitución y las opciones presentadas a los electores están sesgadas. Debemos explicar a nuestros conciudadanos que la Constitución no tiene nada que ver con Turquía, ni con la Directiva sobre los servicios, ni con los calendarios políticos nacionales. Debemos explicar a los ciudadanos que son ellos los que tienen la última palabra.
También nos enfrentamos al desafío de las perspectivas financieras 2007-2013, es decir, el presupuesto de la UE para ese periodo. ¿Conseguirá la Unión, en el próximo Consejo Europeo de junio, dotarse de los medios financieros que le permitan responder a las exigencias de su nueva ampliación? No podemos pretender más Europa con menos dinero. No se puede hablar de solidaridad sin asegurar la cohesión territorial y social de la Unión. No se puede aspirar a ser la primera potencia económica mundial sin desarrollar la innovación tecnológica y favorecer el acceso al conocimiento.
El Parlamento Europeo establecerá su posición en junio. Estoy convencido de que responderá a las exigencias que acabo de mencionar. Los Estados miembros están negociando entre ellos. Confío en que sabrán responder a esas exigencias. A continuación, nuestras dos Instituciones abrirán una negociación. El Parlamento desea un acuerdo, pero no cualquier acuerdo.
Una vez dotada de una Constitución y provista de medios financieros adecuados, la Unión Europea encontrará el lugar que le corresponde en el mundo del siglo XXI.
Josep Borrell Fontelles es presidente del Parlamento Europeo
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