Unidos por los más indefensos
Asociaciones de los dos lados del Estrecho unen sus esfuerzos para poner freno a la inmigración de menores no acompañados
Tendrara es una población de 2.000 vecinos a la que se accede por una larga carretera bañada por la arena del desierto. El trazado es casi tan recto como la línea férrea heredada de la colonización francesa que transcurre paralela y que una vez a la semana recorre un tren de mercancías. En esta localidad del noreste de Marruecos, a unos 30 kilómetros de la frontera con Argelia y más de 200 al sur del Mediterráneo, no hay comercio, ni industria, ni servicios. La rutina diaria apenas se interrumpe los jueves, el día de mercado, cuando los 24.000 nómadas que viven en los alrededores -en unos parajes en los que resulta inverosímil que los rebaños se alimenten de un forraje compuesto por matorrales diseminados en un secarral de arena y piedra- acuden a Tendrara para intercambiar productos.
"Para estos chavales abandonar el país es un ejercicio de violencia extrema"
La sequía de las últimas décadas, en un paraje ya de por sí seco, ha endurecido aún más las condiciones de vida. Ante este escenario no sorprende que la emigración sea la salida más atractiva. "No hay casa de la que no haya salido una o varias personas hacia España o Europa", comenta Abdennabi El Yamani, de la Asociación de Emigrantes Marroquíes de Tendrara (Asimt) con sede en Ontinyent, ciudad que ha acogido a centenares de vecinos de esta localidad.
Abdennabi partió hace años. Otros muchos están dándole vueltas a la idea de hacerlo, como Hasan Jbari, que quiere emigrar a España, aunque aún no sabe ni cuándo ni cómo. Este adolescente de 18 años recién cumplidos vive en una espartana residencia para hijos de nómadas pobres y huérfanos de Tendrara. Estudia literatura, aunque está resignado a dedicarse a "lo que sea". No será el primero de su familia en abrirse camino hacia el norte. Tiene tíos en Murcia; familia en Cáceres, Málaga y Francia; y amigos en media España.
Jbari ha aguantado hasta los 18 años, pero muchos otros niños y adolescentes no tienen tanta paciencia. A finales del año pasado, las autoridades españolas devolvieron a sus familias en Tendrara los cadáveres de dos menores que murieron intentando cruzar el Estrecho. Y es que en los últimos años la edad de los que abandonan Marruecos es cada vez menor, hasta el punto de que, ante la falta de perspectivas económicas, son en muchos casos los propios padres quienes ven en el envío de sus hijos al otro lado del Estrecho la esperanza de progreso no ya de los menores, sino del suyo propio, y les presionan para que envíen dinero a la familia. Y de forma paralela, cada vez son más los chavales que se encuentran en las calles de las ciudades españolas. Desde 2001, la Consejería de Bienestar Social ha acogido en sus centros a unos 4.000 menores extranjeros sin padres a su cargo, de los que una cuarta parte eran marroquíes. "Los niños no están preparados para afrontar el coste personal que supone la emigración", apunta Javier Edo, responsable de la Asociación Valenciana de Ayuda al Refugiado (Avar), una organización dedicada a la atención de estos chicos y chicas, "y para estos chavales salir del país en estas condiciones es un ejercicio de violencia extrema".
Frente a esta situación, la respuesta que ofrece la Administración es "una legislación represiva" que sólo contempla "la repatriación o la institucionalización hasta los 18 años", como apunta Edo.
La idea que tiene tanto Avar como la asociación de inmigrantes marroquíes para hacer frente a la inmigración adolescente es muy distinta. Junto a asociaciones de Tendrara han puesto en marcha una iniciativa doblemente original. Por un lado, por su objetivo, que consiste en abordar el problema en origen mediante estrategias preventivas. Pero además, rompe con el esquema unidireccional, no sólo porque la iniciativa parte de un empuje conjunto entre marroquíes residentes en España y una entidad de ayuda a menores, sino porque está articulada con entramado social del punto de destino, es decir, la red de asociaciones de Tendrara.
Con la ayuda de Bancaixa y el Centro de Estudios para la Integración Social y Formación de Inmigrantes (Ceim), una fundación integrada por la Compañía de Jesús y la Generalitat, las entidades impulsoras celebraron recientemente un congreso en Oujda y Tendrara para evaluar las primeras acciones y determinar los pasos a seguir. Uno de los programas principales consiste en la puesta en marcha de microcréditos que se concederán a las familias que se comprometan a asegurar la educación de sus hijos a cambio de trabajos para la comunidad. Del encuentro también salió el compromiso de crear en Tendrara un consejo de asociaciones encargado de representar a la sociedad civil y de coordinar las ayudas no sólo con Avar o Asimt, sino con el resto de ONG interesadas en aportar proyectos de cooperación. "Se trata de trabajar desde la perspectiva de la prevención", apunta Edo, que espera que la Agencia Española de Cooperación Internacional dé respuesta a estas iniciativas, "que responden desde la sociedad civil a las necesidades detectadas en países emisores de emigración". No pretenden acabar con la emigración. "Yo no podría, entre otras cosas, me estaría traicionando como emigrante", apunta el presidente de Asimt, Boubkera El Yamani. El objetivo es mucho más realista: tratar de que los menores tengan la opción de formarse y quedarse en su entorno, con su familia, y si quieren salir, que lo hagan una vez cumplida la mayoría de edad. Pero en condiciones.
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