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Huellas del pasado y nuevas exigencias

No podía la UIA haber dado con mejor título para este 22º congreso que celebra en Estambul que el de Ciudades: El gran bazar de las arquitecturas. La inmensa urbe turca, de cerca de 12 millones de habitantes, es una demostración precisa de la dificultad de armonizar lo viejo con lo nuevo, las huellas de la historia con las exigencias de una metrópolis moderna.

Estambul tiene notables dificultades para preservar su espectacular patrimonio monumental. La basílica de Santa Sofía constituye un ejemplo claro. Construida en el año 537, funcionó para el culto cristiano hasta la caída de la ciudad a manos del Imperio Otomano, que la convirtió en mezquita cubriendo sus ricos mosaicos bizantinos. El padre de la República, Mustafá Kemal Ataturk, la reinauguró en 1935 como museo, condición que conserva hoy. Estos días, un enorme andamio de mecanotubo ocupa la parte central del templo, ocultando parte de su extraordinaria cúpula. Da la sensación de que los trabajos de restauración están abandonados o avanzan con extrema lentitud.

Además, combinar los vestigios del pasado con la nueva arquitectura no resulta fácil. En la zona en la que se celebra el congreso surgen sin orden ni concierto rascacielos modernos de compañías o de hoteles. Por lo demás, el coche es el gran amo y señor de las calles. La circulación es caótica y el peatón se las ve y se las desea para cruzar la calzada. Pero los turcos parecen convivir con todo ello de manera pacífica. Y los ciudadanos tratan de sacar el mejor partido de lo que tienen: el domingo muchas familias se habían instalado en los parques bajo las antiguas murallas y asaban cordero en improvisadas barbacoas. Parece como si aceptaran que su ciudad es irremediablemente un gran bazar en el que uno puede encontrarse de todo. De ahí sus problemas, pero también su grandeza.

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