Srebrenica
Pocos días faltan ya para que se cumpla el décimo aniversario del comienzo de la matanza más terrible acaecida en Europa desde el final de la II Guerra Mundial. Más de 8.000 varones musulmanes fueron ejecutados en Srebrenica por las fuerzas serbias dirigidas por el general Ratko Mladic, según datos del Tribunal Internacional sobre Yugoslavia en La Haya.
Si ya casi nadie se atreve a discutir los hechos ante el cúmulo de pruebas y evidencias, si había hasta ahora dificultades para crear el nexo directo entre los asesinos y el dictador Slobodan Milosevic, encarcelado desde hace cuatro años en La Haya, nuevos datos logrados por las tropas de la OTAN y confesiones de generales y otros oficiales que se han entregado y ya se encuentran en La Haya despejan todas las dudas al respecto. En el inminente juicio contra nueve altos oficiales de Mladic podría quedar probado que las fuerzas responsables de la matanza de Srebrenica recibían las órdenes y el sueldo directamente del régimen de Milosevic. Las nuevas pruebas y el macrojuicio sobre Srebrenica, el mayor habido en el TPI sobre Yugoslavia desde su constitución, podrían dar un impulso al del propio Milosevic y acabar con la estrategia dilatoria del acusado.
Este tribunal está demostrando que si no es posible hacer justicia con todos los culpables, sí lo es juzgar a parte de ellos y alcanzar además a la mayoría de los máximos responsables. Los avances se deben en gran parte a la tenacidad y decisión de la fiscal Carla del Ponte. Que los principales culpables de aquella atrocidad sean juzgados paliará sólo en parte el terrible revés que supuso para la credibilidad de la comunidad internacional el hecho de que los asesinados fueran virtualmente entregados a sus verdugos por los cascos azules holandeses encargados en 1995 de proteger aquella ciudad.
Pero es un motivo de satisfacción para todos los demócratas, también para los serbios, que gracias a vídeos emitidos por su televisión últimamente se hayan visto las atrocidades que se cometieron en su nombre y terminen de persuadirse así de la verdad sobre la actuación de quienes vestían uniformes serbios. Quedan por llegar a La Haya aún dos hombres que, mientras sigan libres, impiden que cierre la terrible herida abierta en julio de 1995: Ratko Mladic y Radovan Karadzic, acusados de crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y genocidio. Cuando ellos estén en prisión, serbios y bosnios podrán comenzar a ver aquel terrible suceso como historia.
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