¿Qué dice la gente?
La gente parece que dice que el debate del Estatut no le interesa. También dice la gente que Cataluña no está bien financiada y que debería corregirse el sistema de financiación autonómica. Otra gente, o la misma, no queda muy claro, opina que lo realmente preocupante es la precariedad laboral, la vivienda o la inmigración. Mucha gente votó en las elecciones catalanas a favor de partidos que preconizaban el refuerzo de la autonomía. Pero, asimismo, gentes opinan que todo ello es una pérdida de tiempo mayúscula. En fin, tenemos gente para todo. Y puestos en ello, me gustaría explicar a la gente lo que pienso del debate del Estatut para ver si contribuyo o no a que la gente se aclare, y si no es así, que la gente lo diga para irnos enterando.
1. Me gustaría decir a la gente que es cierto que eso de la precariedad laboral no lo arreglará por sí solo el cambio de Estatut. Pero que quizá, si conseguimos recuperar y mantener una significativa capacidad de autogobierno, podríamos lograr (siempre que el Gobierno del país estuviera dispuesto a ello) atemperar o reducir los efectos perversos que el proceso de globalización genera. El presidente de la patronal catalana, el señor Rosell, le decía a la gente el otro día que "el delirio político" en que estábamos podía afectar a la economía, y se mostró muy preocupado por "la desigualdad de derechos de los trabajadores". Lo que no sabemos es si la preocupación de los trabajadores va en el mismo sentido que la del señor Rosell o en otro distinto. La gente tiene que saber que con más capacidades de gobierno y más recursos, se pueden hacer políticas que logren flexibilizar sin precarizar, y tenemos ejemplos de ello en algunos países europeos.
2. En el asunto de la vivienda anda la gente muy preocupada. Nos decía el nuevo director de Cáritas de Barcelona, Jordi Roglà, que cuando a la gente le suben los alquileres, primero dejan de comprar comida, y después simplemente dejan la casa. Y así, afirmaba, cada día hay una persona más viviendo en la calle. La gente joven lo tiene complicado para lo de emanciparse. Y en ese asunto, el acceso a la vivienda es relevante. ¿Lo va a arreglar el nuevo Estatut? No será coser y cantar. Pero, una vez más, si se logran más recursos y una capacidad de gastarlos de acuerdo con lo que son las necesidades específicas de la gente de aquí, las cosas pueden mejorar, aunque sólo sea un poco. Podría ser este un buen ejemplo de cómo las competencias específicas de las instituciones de gobierno de Cataluña pueden verse alteradas por actuaciones del Gobierno central, sea a través de leyes básicas, sea a través de planes de acción finalistas, que condicionan y determinan muy significativamente la autonomía, es decir, la capacidad de atender de manera más específica las necesidades de la gente de aquí. Y eso tiene que ver con el famoso blindaje de competencias.
3. La nueva gente de Cataluña, los inmigrantes, tiene también sus problemas. La gente de siempre asiste con más o menos desasosiego a las nuevas mezclas de colores, pieles, comidas y formas de divertirse o rezar. El nuevo Estatut recoge esa novedad y trata de afrontarla con la voluntad de que en unos años las gentes anden revueltas y convivan sin excesivos problemas. Se hizo así hace años, y se puede volver a hacer. La situación actual presenta demasiadas lagunas, demasiados espacios sin cubrir desde el punto de vista legal. El nuevo Estatut puede ayudar y reforzar el papel de la Generalitat y encauzar mejor políticas que ayuden a municipios y entidades a seguir haciendo una labor que ha sido y es esencial en una nueva transición vertiginosa hacia una Cataluña definitivamente mestiza.
4. No estaría mal que la gente analizara en directo y sin intermediarios más o menos interesados el texto del dictamen aprobado por la ponencia parlamentaria (www.parlament-cat.es), y se leyera con calma el apartado de derechos que incluye. Al margen del debate jurídico sobre su inclusión, lo cierto es que repasar los derechos de las mujeres, de las familias, de las personas mayores, de los niños, las referencias a la vivienda, a la autonomía individual, o las nuevas líneas de participación política, dibujan una concepción de la ciudadanía bastante más completa de la que hasta ahora teníamos. Alguna gente me dirá con razón que estamos hartos de declaraciones constitucionales y estatutarias que se incumplen diariamente. Pero, sin entrar en tecnicismos de mayores o menores garantías de cada derecho, lo cierto es que el Estatut puede ser un nuevo campo de juego en el que el terreno sea más amplio, las líneas estén mejor marcadas, y se pueda jugar el partido con mejores condiciones para hacerlo. Pero el partido debe jugarse, y el resultado no está garantizado. Será la gente con sus votos, con su presión y su fuerza la que acabará decantando ese partido hacia uno u otro terreno.
5. En definitiva, la gente tiene que saber que el nuevo Estatut no sólo es un poco más de "nación". Eso está bien para reforzar un camino propio en el establecimiento de una sociedad más justa, sobre todo si se sigue haciendo sin menoscabo del bien ganado pluralismo político y social. Un nuevo Estatut tampoco nos tiene que conducir forzosamente a que se multiplique hasta el infinito la Asinina catalana, o burro catalán, que el otro día celebró el nacimiento de "su ejemplar más puro" en Cardedeu. Para alguna gente este tipo de cosas son significativas. Para otra gente, entre los que me cuento, las vibraciones del terruño se centran más en conseguir que Cataluña, España, Europa y el mundo mundial sean un poco más justos e igualitarios cada día que pasa. Y en eso no andamos tan finos como con lo de los burros. El nuevo Estatut puede contribuir a que afrontemos con mejores mimbres estos asuntos, tanto desde el punto de vista económico como desde el punto de vista político y social. Obteniendo, por ejemplo, un sistema de becas o de pensiones que tenga en cuenta los diferenciales territoriales. Es evidente que el nuevo Estatut es, desde mi punto de vista, condición necesaria pero no suficiente. Depende de quién gobierne con las reglas de juego y con los recursos que proporcione el nuevo Estatut y los nuevos acuerdos financieros a los que se llegue, puede ir en un sentido o en otro muy distinto. Simplemente, con un nuevo entramado de reglas, de competencias y recursos, las capacidades de gobierno se incrementan. Pero ello no define el rumbo que seguir a partir de ahí. Ahí empieza de nuevo la política.
Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona.
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