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Tribuna:EL CONFLICTO DEL SÁHARA
Tribuna
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El Sáhara y los intelectuales marroquíes

Los autores defienden que no llegará la estabilidad al Magreb si se impide que los saharauis decidan si quieren integrarse en Marruecos o prefieren la independencia, y abogan por la libertad de manifestación y de elección.

"¿Qué clase de patriotismo es este que practica la política del avestruz e impulsa ciegamente a un país y a un pueblo directamente contra un muro, e incluso hacia un precipicio?". Abdellatif Laâbi,

escritor marroquí.

EL PAÍS, 4 de julio de 2005

El domingo 17 de julio, 240 intelectuales marroquíes publicaron un anuncio en las páginas de EL PAÍS bajo el título de 'Llamamiento a los intelectuales españoles', que reprocha nuestra posición sobre el Sáhara, expresada en la carta que enviamos 470 escritores, artistas, músicos, periodistas y cineastas al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Esta carta, respaldada por miles de ciudadanos de todas las tendencias políticas, pedía que nuestro Gobierno asumiera su responsabilidad legal en el Sáhara Occidental.

Los Acuerdos Tripartitos no fueron más que la expresión de pactos entre dictaduras
Marruecos no tendrá credibilidad si sigue sin acatar resoluciones internacionales
Se abandonó a los saharauis a su suerte, entregados a dos vecinos en disputa
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Cuando lo hacíamos no nos basábamos en nuestra desnuda opinión, sino en las resoluciones de Naciones Unidas, para las que España sigue siendo la potencia administradora. Creíamos representar, además, a buena parte de la ciudadanía española. Recientemente, la encuesta de la Fundación Elcano mostraba un 72% de españoles partidario, directamente, de la independencia.

Sorprende que el anuncio de los intelectuales marroquíes no cite la legalidad internacional. Ese cuarto de millar de firmas representa una corriente de opinión respetable, pero sólo eso. Nombrar el País Vasco, Ceuta, Melilla, Gibraltar y Olivença supone un pintoresco intento de establecer un paralelismo con el Sáhara Occidental, aunque no se parecen ni con mucho. Pero, dejando de lado lo ingenuo de esos argumentos, nos parece oportuno entrar en el fondo del asunto: el reproche a los firmantes españoles.

En su argumento se da por sentado, por ejemplo, que nosotros rechazamos el separatismo vasco y apoyamos el separatismo saharaui. Dos errores nacidos de uno solo: lo que apoyamos, en cualquier lugar del mundo, es la libertad. Libertad de pensamiento, de expresión, de manifestación y de elección. Derechos que estos días son conculcados en el Sáhara Occidental, como demuestran las condenas de hasta 20 años de cárcel a saharauis por participar en manifestaciones, las terribles condiciones de reclusión de Aminetu Haidar y la reciente detención de Alí Salem Tamek. La prueba de la falta de garantías para arrestados, golpeados y torturados, es el rechazo a las delegaciones de políticos españoles y extranjeros, y a organizaciones de derechos humanos. Los testimonios de periódicos confirman la realidad de las detenciones y los malos tratos. Ante todo ello no podemos por menos que exigir que, de una vez por todas, se ponga fin a tan brutal represión, permitiendo una investigación sobre el terreno, libre y sin cortapisas.

Nos habría gustado que los intelectuales marroquíes se pronunciaran sobre estos hechos, porque tenemos la seguridad de que deben de estar horrorizados. Visto lo que sucede, deben temer que mañana podrían sufrir penas semejantes si se manifestaran reclamando su libre expresión. Si eso sucediera, que no duden que sus colegas españoles manifestaríamos nuestra repulsa, como hicimos en el caso de Alí Lmrabet y otros escritores, periodistas y creadores de medio mundo.

No nos sentimos atacados por su carta. Al contrario, nos solidarizamos con ellos por su asfixiante falta de información sobre España y el problema saharaui. La historia es tergiversada en su país, como lo fue en el nuestro. Muchos saharauis que hoy padecen los campos de refugiados tuvieron nacionalidad española, y diputados saharauis estuvieron sentados en escaños de las Cortes franquistas, igual que diputados gallegos, canarios o extremeños. El Sáhara era una colonia española que no fue descolonizada con arreglo ni a la ética ni a la legalidad. Se abandonó a los saharauis a su suerte, entregados a dos vecinos en disputa. Los Acuerdos Tripartitos no fueron más que la expresión de pactos entre dictaduras, que la ONU declaró nulos.

Manifiestan los colegas marroquíes la curiosa opinión de que los españoles vivimos la Marcha Verde como una "humillación incurable", una "fuente de rencor" y un "traumatismo profundo". Se equivocan. Lo que es verdad es que, si consideramos los Acuerdos Tripartitos como ejemplo de la infamia de nuestro anterior régimen, también pensamos que la Marcha Verde lo fue de otra dictadura, la del régimen marroquí de 1975. Porque sobre la actual ocupación del territorio saharaui por Marruecos, la ONU (¡de nuevo!) dictamina que no es sino una invasión.

Nos gustaría aclararles que queremos lo mejor para el Magreb y que deseamos para ellos la misma prosperidad que para nosotros. Pero estamos convencidos de que no llegará la estabilidad a la zona si se impide que los saharauis, siguiendo la lógica de la descolonización y las resoluciones de la ONU, decidan si quieren integrarse en Marruecos o prefieren la independencia.

El Sáhara es una herida abierta para Marruecos. No lo afirmamos nosotros, sino el escritor marroquí Laâbi en el artículo que citamos al inicio. En él se dice que "el único asunto en el que la fosilización del pensamiento sigue siendo la norma es el del Sáhara". Ellos sabrán, mejor que nosotros, el porqué de esta opinión, que tanto contrasta, sin embargo, con lo que se dice en el anuncio y con la condena del marroquí Alí Lmrabet por viajar a los campamentos de refugiados y escribir que los saharauis no están prisioneros en Tinduf. Ni Laâbi ni Lmrabet firman el anuncio. ¿Lo firmarían? ¿Se les ha ofrecido la posibilidad?

En su artículo Marruecos, enfermo de Sáhara, Laâbi arguye que éste es el mayor problema para construir una democracia en su país, pero que "si Marruecos está enfermo del Sáhara, tal vez emprenda a través de éste su curación. (...) Para ello hay que alejar de la habitación a los aprendices de brujo y demás charlatanes y abrir las ventanas para dejar pasar el aire vivificador de la razón y la esperanza". Nos gustaría que fuera así. El problema, y queremos responder a Laâbi, es el ritmo. ¿Puede pedirse a los saharauis que esperen, unos en el desierto y otros privados de libertad en el Sáhara ocupado, a que Marruecos construya un Estado democrático? ¿Cuánto más? ¿Un año, o diez? ¿Tal vez otros treinta? Es obvio que no.

El problema del Sáhara impide el desarrollo político y económico de Marruecos. Marruecos no tendrá credibilidad ante la Unión Africana, Europa o Naciones Unidas si sigue sin acatar resoluciones internacionales. Y los inversores se lo piensan mucho a la hora de exponer su dinero en una zona objeto de litigio, como vimos hace poco con Noruega. Ello, por no hablar del mantenimiento del muro defensivo que aísla Marruecos del Sáhara, una sangría para las depauperadas arcas del Estado.

Si, como no dudamos, los intelectuales marroquíes quieren la democracia, que soliciten que su Gobierno acate las resoluciones de la ONU y convoque el referéndum de autodeterminación. Si, como dicen, los saharauis no quieren la independencia, ¿cuál es el problema? Si eligen la anexión, problema resuelto y a construir juntos ese Estado democrático. Pero si deciden ser independientes, dejen la puerta abierta a una posible integración en el futuro y que ellos decidan. ¿No es eso lo que todos queremos, decidir nuestro futuro?

Una penúltima reflexión para nuestros colegas marroquíes: muchos de nosotros hemos visitado los campamentos de Tinduf. Quien no haya estado allí no puede imaginar qué clima de libertad y dignidad se vive en ellos, y en parte se debe a la ayuda de miles de familias españolas. Que nadie ofenda su generosidad y su entrega; que nadie juegue con su apoyo a un pueblo determinado a decidir su futuro. Decir que nuestra posición "empeora la situación en los campos" es incalificable. Los saharauis agradecen la solidaridad de las diez mil familias que cada verano acogen en sus casas a sus hijos, pero sienten que históricamente se merecen esa solidaridad, como merecen su libertad, su mar, su suelo, su nombre y su futuro.

Quienes firmamos la carta al señor Rodríguez Zapatero seguimos convencidos de que la reclamación de los derechos del pueblo saharaui es un acto de justicia. Nuestra posición no es cómoda para el Gobierno, pero la defendemos por coherencia y amor a la libertad. En ella no se hablaba de Ceuta, Melilla o Gibraltar, pero si nos preguntaran muchos diríamos lo obvio: es la propia población la que debe decidir sobre su futuro, dentro de la legalidad internacional. ¡Lo mismo que en el caso del Sáhara!

Nos gustaría que la carta de los intelectuales marroquíes, aun publicada como anuncio, fuese reflejo de la libertad del vecino pueblo. Queremos acabar invitando a una mesa de diálogo a nuestros colegas marroquíes. Una mesa en la que también estén presentes intelectuales saharauis. Una mesa para hablar de cultura, de historia y de futuro común. Que no puede ser otro que la libertad.

Gonzalo Moure, Suso de Toro, Ana Rossetti y Ricardo Gómez son escritores.

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