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Reportaje:ATLETISMO | Campeonatos del Mundo de Helsinki

La mujer sin límites

La rusa Isinbayeva se impone en pértiga con 5,01 metros, su 18º récord mundial

Carlos Arribas

Yelena Isinbayeva no sólo corre más deprisa que las demás saltadoras de pértiga; no sólo tiene más fuerza para cargar con pértigas más largas, más pesadas; para doblar pértigas más duras; no sólo salta más, mucho más que ninguna otra. Isinbayeva (Volgogrado, Rusia; 1982) también duerme mucho más que cualquiera. Mientras las demás sufren, corren, calculan el viento, las ráfagas, la humedad, la carrera, el talonamiento..., se mentalizan para superar un fallo tonto sobre 4 metros, sobre 4,20, Isinbayeva, ajena, ronca.

Después, entre siesta y siesta, se levanta, desentumece un poco los músculos, hace un par de estiramientos, gira los tobillos y salta. Dos, tres saltos, espectaculares, sobrados, lo suficiente para ganar. Y luego, si se tercia, de propina, bate el récord mundial. Ésa es su rutina los dos últimos años. Ayer, primer día de la semana con sol en Helsinki, también. En dos horas y tres cuartos de competición, Isinbayeva estuvo de pie, activa, saltando, apenas medio minuto, 30 segundos, en los que superó a la primera 4,50 metros; 4,60; 4,70, altura que le dio ya el oro, y, a la segunda, 5,01, su nueva plusmarca. Cinco esfuerzos de una calidad enorme que le valieron una recompensa de 160.000 dólares: 100.000 por el récord, 60.000 por el título.

La primera vez que pasó 5 metros, entrenándose, dijo que no le parecía tan alto. Ayer sintió vértigo

A las 18.08, hora finlandesa, Isinbayeva, gimnasta frustrada por demasiado grande, se preparó para echarse la siesta. Primero, se puso el pijama, un pantaloncito corto, con el que salta; uno largo intramuscular, y otro más largo, suelto; la camiseta de tirantes, la de competición con el dorsal 632, una camiseta de manga corta y una camisa de chándal; unos calcetines finos, otros gordos y unos calentadores para los tobillos y las pantorrillas; unas zapatillas cómodas, de paseo, sin clavos. Después, con las piernas estiradas, casi en ángulo de 180 grados sobre el suelo, se dedicó más de cinco minutos, sin cambiar de posición, como si estuviera en un sofá, a desenredar y enrollar la cinta métrica que le había valido para marcar su talonamiento. Lo hizo con calma y paciencia, como una pescadora desenredando redes. A su alrededor, un tumulto considerable, voces, chillidos, palmadas, atletas compitiendo... Ella, ajena. Y, después de cambiar la cinta de la empuñadura de su pértiga favorita para terminar su rutina, se preparó la cama. Una colchoneta doblada, la mochila envuelta en un extremo como almohada, una toalla doblada sobre un banco para descansar gemelos y pies. Y así, con los pies en el banco, la espalda en el suelo, la visera sobre los ojos, los brazos cruzados sobre el pecho, se pasó casi una hora -se ponía de pie durante los himnos en las ceremonias del podio-, tranquila, porque había tenido la precaución de decirle al árbitro que la despertara cuando se fuera por los 4,50 metros.

A las 19.22, cuando ya tres competidoras habían sido eliminadas, se levantó para su primer salto. Unas miradas a su técnico, el terrible Eugueni Trofimov, que controlaba desde la grada, unas indicaciones, un pasito más, un viento que no para, 16 pasos, 30 metros... Lo más fácil del mundo. De vuelta a la piltra mientras se diezmaba el grupo de competidoras, los nulos se multiplicaban -en 4,50 cayeron Rogowska, Hingst, Boslak, Ellis y Naroa Agirre, para quien habrían supuesto récord de España y que terminó la novena- y el viento no cesaba. Una hora más tarde, ganaba con 4,70. Ya no se acostó.

Cruzó una mirada con Trofimov, que la tortura en el gimnasio de la antigua Stalingrado, junto al Volga, y un día le dijo: "Tú, para ser la mejor, para llegar más alto que nadie, hasta donde quieras, sólo tienes que hacer una cosa: fijarte en la técnica de [Sergéi] Bubka, imitarle en lo que puedas". "¿Y quién es esa Bubka? ¿Una nueva?", le respondió, analfabeta deportiva, Isinbayeva.

Después de ponerse de acuerdo con su entrenador, Isinbayeva se dirigió al juez con un dedo levantado, el 1 de 5,01, récord.

Bubka, el mejor de la historia, estaba en el estadio a las 20.36, cuando Isinbayeva hizo un primer intento fallido. Èl fue un ejemplo técnico para Isinbayeva -la única con capacidad para saltar como un hombre- y también es un ejemplo de comportamiento. Durante 10 años, entre 1984 y 1994, el primer hombre que pasó por encima de los 6 metros batió 35 veces el récord del mundo hasta dejarlo en unos inalcanzables 6,14.

Isinbayeva, que superó a la segunda, entre las 20 horas 43 minutos 10 segundos y las 20 horas 43 minutos 15 segundos, en una tarde imposible, cuando las cintas del pasillo volaban lanzadas de un lado a otro, cuando no había ninguna rival que la empujara, los 5,01 metros, lograba su 18º récord en tres años. No se conocen sus límites. Ella tampoco los conoce. La primera vez que pasó 5 metros en un entrenamiento dijo que no le parecía tan alto. Ayer se contradijo. Confesó que había sentido vértigo. "Pero seguro que pronto paso los 5,02 metros", prometió.

Yelena Isinbayeva dobla con fuerza su pértiga rumbo al éxito.
Yelena Isinbayeva dobla con fuerza su pértiga rumbo al éxito.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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