Pan, amor y Opus Dei
Partamos de la base de que celebraremos el cincuentenario de TVE por todo lo alto. No tengo idea de lo que en Prado del Rey estarán tramando pero durante todo el año los españoles festejaremos este cumpleaños histórico. Como recordarán, cuando el reciente centenario del cine, hubo unanimidad clamorosa entre los consumidores globales de la pantalla de tela, toneladas de nostalgia por la sábana blanca de los hermanos Lumière y para uso de todas las edades, razas, frikis, generaciones y naciones. El problema del medio siglo de televisión española es que el aniversario no coincide con los otros festejos catódicos del tiempo globalizado. La nostalgia por las primeras imágenes de la tele es la misma en todo el planeta, sí, pero por ahí fuera las celebraciones ocurrieron antes que las nuestras, no eran producto audiovisual de una dictadura y además estaban sincronizadas con el resto de las pantallas del Occidente demócrata. La televisión es el único invento de la Humanidad en el que no se sabe con precisión quién fue su inventor, dónde ocurrió la primera emisión, de qué trataba su vídeo inaugural y cuánta gente había al otro lado de la pantalla. Muy al contrario de lo que ocurrió en París en las postrimerías del XIX, en aquella sala del Boulevard de los Capuccinos por la tarde, un poco antes del prime time y encima pagando. Con la tele, no hay nada parecido y por eso el próximo cincuentenario de TVE es teóricamente tan distinto de un país al otro porque lo importante en estas celebraciones es saber si allí había o no había dictadura, si la televisión era la reinona del libre mercado y dónde estaban los partidos políticos el día de la inauguración.
Ahora me explico por qué tengo una nostalgia tan italianizante en el cincuentenario de la tele
Pues bien, por razones que no vienen al caso, yo celebré en Italia, hace unos años, el medio siglo de su televisión y quedé estupefacto. Resulta que los italianos tienen nostalgia de la cincuentenaria mamma RAI por los mismos productos audiovisuales que en su día, pero en diferido, emitió el padre Ente de nuestra dictadura. Estábamos igual de influidos en las dos penínsulas de Europa por Renato Carosone, Domenico Modugno, Rafaella Carra, Alberto Sordi, los escotes y muslos de las napolitanas estilo Loren o Lollobrigida, a pesar de que allí, en ese mismo tiempo, había democracia (cristiana) y partidos políticos, incluido el alcalde don Pepone del partido comunista en su trifulca con don Camilo. La extraña simetría de nostalgias españolas e italianas, con la misma pasión absurda por el Festival de San Remo, me hizo reflexionar. Y descubrí lo siguiente. Aquellos dos modelos de televisión, el italiano demócrata de la RAI y el español fascista de RTVE, siempre estuvieron íntimamente conectados por lo bajini y online, y aquí dentro nunca tuvimos la menor noticia de esa red subterránea a pesar del PCE, el Felipe, la Fude y otros sincronizadores. Hasta que un día, en plena celebración del cincuentenario de la RAI, me explicaron el enigma de aquellas dos nostalgias simétricas, tan idénticas pero políticamente opuestas. "Mira, piccolo, me dijo mi mentor. El padre de la RAI fue el dottore Ettore Bernabei, el discípulo más querido de vuestro Escrivá de Balaguer, y por el mismo precio espiritual montó la RAI y TVE, aunque se trataba de dos entes audiovisuales muy distintos: fascista uno, ex fascista el otro. Pero había que ahorrar".
Yo puedo ser un progre idiota, vale, pero sigo siendo sensible a las explicaciones materialistas, vengan de donde vengan. En este caso, de la más materialista de las explicaciones espirituales de nuestra reciente historia española, concretamente del Opus Dei. Y aquello que me contaron en Milán tenía su lógica aunque los historiadores serios de este país muy pocas veces mencionen esa lógica conexión en red con el Vaticano.
Verifiqué la tiranía vaticana del dottore Bernabei en la RAI (1961-1974), la comparé con la edad de oro de los tecnócratas Opus de nuestra dictadura y dije bingo. Ahora me explico por qué yo, a estas alturas seniles, tengo una nostalgia tan italianizante, tan poco californiana, en el cincuentenario de la tele. O por qué todavía me río con Sordi, me empalmo con los muslos y escotes napolitanos, tarareo los éxitos de San Remo o me acuerdo de Topo Gigio y Rafaella Carra. Algo intolerable en esta globalización.
Por lo tanto, en este cincuentenario, el Ente debería hacerle un homenaje al dottore Bernabei, que fue el que parió e italianizó nuestras nostalgias. Lo malo es que se ha adelantado el claustro de la Universidad de Navarra del Opus Dei, que el año pasado le concedió el premio Brajnovic (sic) a la Comunicación.
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