Fernando Meirelles: "Mi ideal es el modelo de cine de Almodóvar"

El director brasileño Fernando Meirelles tiene claro a qué espejo mirar para cumplir su modelo cinematográfico. "Mi ideal es Pedro Almodóvar, un director que hace películas en español y que se ven e interesan en el mundo entero. Es algo que consiguen muy pocos realizadores. A eso aspiro con mi cine". Pero antes de cumplir ese deseo, Meirelles ha viajado a África para llevar al cine la obra de John Le Carré El jardinero fiel, que ayer presentó en Madrid. Una adaptación, mezcla de amor y thriller existencial, en la que se ha identificado más con la tragedia de Kenia que con la diplomacia británica.

Su largometraje Ciudad de Dios, en el que retrataba con toda crudeza el mundo de las favelas que rodean Río de Janeiro, le abrió las puertas al mundo. En él, confesó ayer Meirelles (São Paulo, 1955), un arquitecto que sólo ha realizado el proyecto de su vivienda, invirtió todo su dinero -"fue una estupidez, que afortunadamente salió bien"-, pero consiguió no sólo denunciar la miseria y violencia en la que viven miles brasileños, sino también recuperar toda la inversión y ocupar un lugar en la industria cinematográfica internacional. Fue gracias a Ciudad de Dios, con la que estuvo nominado como mejor director y mejor guionista a los Oscar de Hollywood, por la que le llegó el proyecto de El jardinero fiel, el filme protagonizado por Ralph Fiennes y Rachel Weisz, que se estrena en las pantallas españolas el próximo 4 de noviembre.

Adaptación de la obra del mismo título de Le Carré, El jardinero fiel arranca con el asesinato de una activista, mujer de un diplomático británico en Kenia, aficionado a las plantas y las flores. Esta pérdida le lleva a investigar en las causas de la muerte de su mujer y a entrar en la trama de un poderoso grupo farmacéutico que utiliza a la paupérrima población keniana para probar un medicamento con consentimiento del Gobierno británico, a descubrir la inmoralidad de la diplomacia de su país y también a recordar la bella historia de amor vivida con esa mujer tan alejada de su mundo.

Meirelles reconoce que ha cambiado muchas cosas de la obra de Le Carré -"no su espíritu"- para primar la visión de las víctimas de Kenia sobre la del mundo occidental. "El primer guión transcurría casi en su totalidad en oficinas y gabinetes, pero finalmente decidí sacar la historia a las calles y hospitales de Kenia". Todo con cámara en mano, "porque la realidad es siempre mejor de lo que creemos, porque no quería interrumpir la vida diaria de todos los kenianos que aparecen en la película".

El filme ha contado desde el primer momento con el visto bueno de Le Carré, quien estuvo en contacto permanente con Meirelles desde el primer momento -"aportando comentarios esclarecedores y positivos"-. El escritor, que ha confesado públicamente su satisfacción por la película de Meirelles, tenía, por contrato, control sobre la elección de los actores, el guión, el director e, incluso, el montaje definitivo del filme.

Meirelles no cree que su filme tenga un sesgo antiimperialista, pero sí de denuncia del lado más oscuro de los poderosos grupos farmacéuticos. "Sospecho que las farmacéuticas y los Gobiernos trabajan juntos", denunció el realizador brasileño, para quien el filme puede servir para que la opinión pública mundial -en Estados Unidos la película ya ha recaudado 33 millones de dólares desde su estreno, hace siete semanas- conozca algunas de las atrocidades cometidas por estos grupos poderosos. "Esto es básico, porque la gran industria farmacéutica necesita del apoyo de la opinión pública y si ésta se moviliza tendrán que empezar a andar con más cuidado".

El director ha sido invitado en dos ocasiones a trabajar en Hollywood pero las ha rechazado. Su próximo filme, bajo el título de Intolerancia 2, hablará de la felicidad a través de siete historias en siete paises diferentes del mundo y en siete idiomas distintos. Intolerancia 2 comenzará a rodarse en julio por Estados Unidos, Filipinas, Kenia, Emiratos Árabes, China, Italia y Brasil. Será un filme que se apartará de alguna manera de las historias de denuncia social para centrarse en la felicidad como filosofía.