Monumento
En una cala de Carboneras, al noreste de Almería, han levantado una torre escalonada de veinte peldaños, pirámide decapitada, zigurat, torre-templo o templo-montaña, como de la Mesopotamia primitiva. Son 20 plantas y 400 habitaciones en un lugar de peregrinación, o de paso, como todos los templos: un hotel internacional, la torre de Babel, aunque muchos vean el artefacto una blasfemia horrorosa contra el Parque Natural del Cabo de Gata-Níjar. Los ecologistas quieren demolerlo. Greenpeace pide firmas para solicitar el derribo a las autoridades.
El zigurat de Carboneras está dentro del Parque, o no lo está. Ocupa la playa, pública, o no la ocupa. Según unos y otros, queda a 20 metros del agua, o a 30, 50 o 100. Invade el dominio marítimo, o se aparta drásticamente del Mediterráneo, porque las playas se mueven, y la rompiente retrocede y avanza. ¿Hay que demoler el hotel-zigurat? Dentro de mucho tiempo se convertirá en una estupenda ruina espantosa, pero hoy es un hotel grandioso en la soledad de la playa, cerro nuevo en la aspereza vegetal y orográfica de la zona, africana, con su blancura de arcos californiano-orientaloides.
Yo no lo derribaría. Lo convertiría en monumento. Los tratadistas de arte dicen que los edificios reflejan el estilo de vida de sus creadores, y la pirámide truncada de Carboneras es un templo a la humanización de las costas en los últimos 40 o 50 años. Resume perfectamente la historia de la propiedad privada de la primera línea de playa en todo el litoral andaluz, un caso de osadía piratesca y alianza entre poderes impunes. A partir de este templo hotelero podríamos remontarnos al origen de las posesiones playeras de los prohombres del franquismo y el posfranquismo. Todo ese mundo inmobiliario, histórico, podría reunirse museísticamente en el hotel-templo de Carboneras.
Sería un museo útil, implicado en el entorno, divertido, un foco de atracción turística, adaptado a las necesidades de los tiempos y anticipándose al futuro, como quiere la nueva Ley de Museos que tramita estos días el Consejo de Gobierno de la Junta. Aquí se celebrarían, además, exposiciones temporales sobre proyectos de todo el mundo destinados a humanizar y poseer la tierra. El circuito de turismo cultural incluiría, junto al paso por el hotel de playa del siglo XXI, con especial atención a los sistemas de eliminación de detritus humanos, la visita a la central térmica de Carboneras, de Endesa, que transforma carbón en electricidad y continúa la tradición: en la antigua Carboneras fueron transformados industrialmente en carbón todos los árboles de los alrededores.
El monumento-museo se hallaría bien protegido: la Junta de Andalucía ha comprado los terrenos que rodean el hotel. El alcalde de Carboneras, Cristóbal Fernández, socialista, dice que en ellos nada se podía hacer, porque pertenecen al Parque Natural. ¿A qué iban a recurrir sus nuevos propietarios para sacarles algo? Los han revendido a la protección de la Junta por 728.000 euros, que no es mucho, pero contribuye a que el monumento u hotel quede en una zona más tranquila.
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