La vía alemana
El Bundestag (la Cámara baja) investirá el martes a la democristiana Angela Merkel como la primera canciller federal en la historia de Alemania tras el laborioso pacto rubricado el pasado viernes entre los democristianos (CDU/CSU) y los socialdemócratas (SPD), dos meses después de las elecciones que arrojaron prácticamente un empate técnico. Casi cuatro décadas después se vuelve a ensayar la fórmula de la grosse Koalition a fin de sacar el país de la grave crisis económica y social que arrastra desde la reunificación. Cuánto puede durar el nuevo Gobierno es algo que nadie se atreve a pronosticar, pero abundan los analistas que consideran bastante improbable que la singladura pueda llegar hasta el final de la legislatura en 2009 por las críticas y reservas que ha recogido de los agentes sociales, entre otros obstáculos.
Arranca, sin embargo, con un respaldo casi absoluto de los congresos extraodinarios celebrados por los tres partidos firmantes y con la tranquilidad de contar en principio con el apoyo de 448 de los 614 diputados que componen el Bundestag. La sensación que ofrece el contrato suscrito es que se trata de la única alternativa posible para revitalizar el empleo y la inversión, congelar durante tres años las pensiones y recortar el déficit fiscal para colocarlo por debajo del 3% del PIB en 2007. Muchos de los remedios no son lo suficientemente valientes y otros, un tanto cuestionables, como la subida de tres puntos del IVA hasta el 19% a partir de 2007. Los firmantes confían, en cualquier caso, en que el plan de inversiones públicas durante los primeros doce meses revitalice la economía, que ha comenzado a dar algunas señales de leve mejoría en el último trimestre. Es un pacto que los críticos ven como una espesa ensalada donde se han querido primar ante todo los intereses políticos por encima de otros. Hay quien ve en él más elementos de la frustrada Agenda 2010 del canciller Schröder que de las pretensiones de Merkel, contraria a presiones impositivas y favorable a una mayor liberalización del mercado laboral y a la supresión de algunos privilegios del Estado de bienestar. En resumen, una canciller democristiana de un Gobierno socialdemócrata.
La llegada de Merkel a la cancillería y la sorprendente y masiva elección, casi a la búlgara, del nuevo presidente y hombre fuerte del SPD, Matthias Platzeck, en sustitución de Franz Müntefering, que será pese a todo vicecanciller y ministro de Trabajo, marcan un cambio generacional. A Merkel y Platzeck les une no sólo la edad (51 años), el origen germano oriental o su formación científica, sino sobre todo un gran pragmatismo que puede resultar muy útil.
Por el bien del país pero también de la Unión Europea hay que hacer votos para que -dure o no toda la legislatura- la coalición funcione y reporte estabilidad interna y liderazgo en el continente. Sin robustez política y económica en Alemania es imposible que la UE salga de su actual parálisis. Merkel ya ha dejado entrever que buscará desarrollar menos el eje con Francia, será mucho más crítica con Rusia y estrechará los lazos con Estados Unidos.
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