La carta

Callejeas tranquilamente creyendo que las llamas están a más de mil kilómetros y te das de bruces con tus fantasmas del pasado. Me sucedió el otro día al encontrarme con Beti, un amigo de la cuadrilla a quien no había vuelto a ver desde mi boda con Felipe.

Cuando me divorcié dejé en la cuenta del olvido un marido y algunos amigos. En conjunto creo que salí ganando. Pero no lo digo por Beti, un buen hombre incapaz de enemistarse con nadie.

Su saludo fue entusiasta, como siempre. Luego me preguntó: "¿Sabes algo de Felipe?".

Le contesté que no. Igual que yo, debía saber que mi ex tiene negocios en la construcción, se volvió a casar y tuvo un hijo que ya debe andar crecido.

"Entonces ¿no sabes nada de la carta?", insistió.

Al parecer, Felipe había recibido una carta de ETA. O más de una. El consabido largo preámbulo en euskera, antes de llegar a lo que realmente importa, un párrafo en perfecto castellano de oficina administrativa donde se le insta a pagar doscientos mil euros "en los lugares vascos habituales".

Pensando en su familia, según explicó, Felipe recurrió a nuestro amigo jatorra: "Ya sabes, tú conoces a todo el mundo y te llevas bien con unos y otros". Beti aceptó el encargo de llevar un sobre con 200 billetes de 500 euros, "a donde fuera preciso para que le dejaran en paz".

-"Pero y tú ¿qué hiciste?"

-"Yo... tenía un amigo que tenía otro amigo en Iparralde. Me puso en contacto con él. No sé si hice bien".

-¿"Les entregastes el sobre"?

-"Bueno, sí. Lo hice por Felipe. No sabes lo mal que lo está pasando".

No me pude contener.

-"Felipe es un capullo como siempre lo ha sido. Si quería pagarles, ¿por qué no les llevó él mismo el dinero? En menudo lío te has metido. ¿No ves que en cuanto les detengan en Francia van a cantar que tú colaboras con ellos?".

Beti se había quedado blanco: "Ahora que lo dices ¿sabes lo que me ocurrió? La entrevista fue en un bar, en el otro lado. El amigo de mi amigo, ya sabes, cogió el dinero, se lo guardó y me dijo: 'Dile a ese listillo que no ha cumplido y que, de momento, nos debe otros doscientos mil".

"Yo le dije", continuó contando: 'Pero si os ha dado la mitad, ¿es que no tenéis corazón?'. Y él me replicó mirándome de una forma que me dejó helado: 'Dile a ése lo que te he dicho, y tú ándate con cuidado, que sabemos que tienes la lengua muy larga".

Agarré a Beti del brazo pero no se movió. Con un hilo de voz me dijo: "Por favor, dime qué puedo hacer. Estoy acojonao".

¿Me atreveré a decirle que Felipe le ha endosado una entrada para el Infierno?